El amor es un camino que te lleva a situaciones vergonzosas, a veces te ciega tan profundo que puedes confundir la amistad con el amor y a la vez destruirte a ti o a alguien más. Lee Suho fue uno de ellos, quien siempre llevaba una venda en los ojos...
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A LA MAÑANA SIGUIENTE CON SEOJUN Y SUHO
Entre abrió los hermosos ojos color café por los reflejos del sol que chocaban con ellos—¿Dónde estoy?—menciona ligero—. Siento algo pesado...—posa vista en la mano izquierda, la cual se sentía adormecida—S-Seojun—farfulla y empieza a cristalizar sus ojos, soltando pequeñas chispas de ellos—Estás aquí—sonrió cálidamente.
Nuestro osito se trata de sentar, evitando despertar al mayor que estaba recostado a su lado de donde su mano se encontraba encarcelada por las palmas de su Seojun.
Lo logra y ya estando en una posición cómoda, le acaricia las hebras que caían hacia sus ojos y frente realmente suave al tacto. Sus ojos robustos cubriendo esas pupilas que le hacía ver la constelación misma. Las pestañas de un color realmente oscuro y refinadas. Extrañaba tocarlos y admirar su belleza.
—Te volviste más hermoso que la última vez ¿Sabes?, en fotos no es lo mismo que verte así de cerca—se inclina y da un pequeño beso sobre su cabellera.
Aquel momento tierno, estimula que el mayor despierte cual Blancanieves. El menor al darse cuenta de ello, él siguió acariciándolo sin apartarlo de lado hasta que el mismo se dio cuenta que no estaba solo en esa habitación.
Seojun se levanta sin separar lo sujetada que estaban sus manos. Dándole un susto interno, ya que no lo vio despierto frente suyo.
—Hola...—Suho balbuceo feliz
Por impulso se separó del agarre y lo abrazó muy fuerte, enterrándolo sobre su pecho. Enseñándole afecto y paz que Suho confinaba cada vez que el tiempo avanzaba. El músico le corresponde el abrazo rodeándolo de igual manera. Sin embargo, luego de unos minutos, Seojun baja sus brazos y los pone sobre la cama.
—Ya estas bien...—expone una vista melancólica y surge su caminar.
—¿A dónde vas?—le toma con ambas manos el brazo de Seojun, con el fin de evitar que se vaya o se escapara de vista como lo hizo antes.
—Llamaré al doctor...—suspira—. Ahora vuelvo.
Separa la fuerza que imponía el menor y lo acomoda en la cama, cubriéndolo con la manta polar. Suho tenía los extremos de sus labios con dirección hacia abajo, las cejas decaídas por sentirse especialmente cansado y aturdido de demasiadas emociones. No pudo decir nada, se quedó mirando como pasaba aquella entrada y salida. Su esencia quedó en palma, pero con más profundidad de ese mínimo segundo de toque en el abrazó. Al fin sintió un gramo de cariño de parte del mayor.