Capitulo 4

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– Es un placer que hayan venido

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– Es un placer que hayan venido.

La señora Alice nos recibe cordialmente. Vestía un pantalón blanco y una camisa roja, sus tacones tambien eran rojos. De hecho, toda la familia vestida así. En el comedor estaban sentados.

Lisa dirigió su mirada a cada uno de los Granger, pero su mirada quedo en Zev, sus mejillas se tornaron de un color rojizo por el rubor en sus mejillas.

Cada uno tomamos asiento en la mesa, la cual era de una longitud larga y grande. Yo me coloque en medio. Mientras que a mi lado derecho se colocó Caleb y a mi otro lado Zev, por parte de Shane se sentó a lado de Caleb.

–Cada vez se nos hacen una familia interesante.... pero no tenemos más vecinos cerca – dice Alice mientras nos coloca los platos al frente de nosotros.

–No te preocupes – hablo Shane.

Estando todos sentados en la mesa, me di cuenta de que no habia un padre. Solo eran los mellizos y su madre.

–¿Ustedes son familia?– Pregunto Alice.

–Solo nosotros, Max es nuestra ... –Caleb no sabía que decir.

–Amiga – Dice Shane.

–Novia – Hablo Zev.

–Prima – Aseguro Caleb.

Todos a la vez, hablaron.

La mirada de Lisa fue a mí y frunció el ceño, Jorge nos miraba confundido y Alice no sabía que decir.

–Somos amigos cercanos, mis padres están de viaje y mi padre es socio de la empresa de ellos – mentira – y me quedo con ellos por un corto tiempo – Di mi mejor sonrisa.

Eso era tan fácil decir, inútiles.

–Claro, es raro ver a una chica linda con 3 hombres – Alice hablo haciendo una pequeña mueca.

No confíes en ella.

No confiar.

Anotado.

–¿Porque lo seria?– Preguntó Shane.

La señora Alice dejo de comer y coloco sus codos en la mesa –Por nada – sonrió falsamente.

Una señora con delantal entro con la cabeza agachada, coloco otro plato en la mesa. Ella dirige su mirada hacia la Familia Harper's, la seguí con la mirada y note que los tres estaban concentradas en su plato, ella me miro y en sus labios pronuncio algo, pero no entendí ya que la señora Alice habló.

–¿Tienes novio Maxine?.

Negué.

–Mi hijo tampoco – murmuró. Pero todos escuchamos.

La mano de Caleb se fue a mi pierna y la apretó, hice una mueca.

–¿Me puede prestar el baño?– pregunté.

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