" -Yo... No puedo escucharte. "
La vida de Mitsuba era miserable, de un día a otro no podía escuchar El trinar de los pájaros. Pero las cosas cambiarían cuando una " luz " llegará a su vida.
• Deaf ! Mitsuba au
• Au dónde todxs están vivos y viven e...
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Agradecía en cierta parte sus casas quedarán cerca, ya que eso le sirvió como excusa para ir juntos a la escuela.
Luego de una semana en la que Kou armara su minucioso plan, (Que en verdad, no lo era tanto), las cosas habían ido de viento en popa, mayormente solo había un cambio en su "Relación", ahora iban juntos a la escuela, en una bicicleta.
Minamoto recordó su antigua bicicleta, su padre le ayudo a repararla, y ahora estaba como nueva. Era de un rojo brillante, y se acordaba que se la habían regalado en alguna navidad, un día simplemente no la usó más.
Kou había visto mil y un películas románticas junto a su superior, Yashiro, debido a todas las pijamadas que hacía con ella, y definitivamente había captado una que otra idea en el transcurso de las cursilerías que habían en estas.
La escena dónde el protagonista llevaba a su amor en bicicleta siempre fue uno de sus cliché favoritos, por alguna razón, y estando allí la oportunidad, ¿Por qué no tomarla?
De esa forma, luego de siete días, allí se encontraba, esperando a Soūsuke en el estacionamiento de su apartamento, con una expresión expectante a que saliera, al ver su cabellera salir por el portón de su casa, sonrió ampliamente.
Le daba gracia el hecho de que Mitsuba parecía estar apurado, e intentaba hacerse una cola de caballo con dificultad, a la vez que bajaba las escaleras con prisa.
—¡Adiós mamá! —Se despedía rápidamente, mientras le daba un mordisco a un dorayaki, su desayuno, para guardarlo en su mochila.
Cuando llegó junto a el, aún no lograba hacerse bien el peinado, se dirigió a la bicicleta, sentándose en la parte de atrás de esta. Kou simplemente rió, suponiéndolo por su expresión, el contrario parecía enfadarse.
—¿¡De qué te ríes arete tonto!? ¡Llegaremos tarde!
—Mitsuba, son solo las siete con quince de la mañana. —El contrario parecía desestresarse, con una mueca de sorpresa.
—¿Cómo? —Señaló, confundido—. Pensé que eran las siete con cuarenta y cinco.
—¿Dónde viste eso? —Preguntaba cómico el contrario.
—Yo... lo escuché en la radio por mis aparatos. —Hubo un minuto de silencio—. Oh. —Miraba hacia abajo, decepcionado—. Dios, soy un idiota.
Luego de las risas, el Minamoto del medio tocó su hombro, para que le prestara atención, siendo exitoso en esto.
—Tu... uh. —Sus manos se movían ante los nervios—. ¿N-Necesitas ayuda con... atarte el cabello?
En frente de la súbita pregunta, Mitsuba sintió su cara enrojecer, dejando de intentar elevar sus rosas hebras a un moño.
