ᔕOᗷᖇᗩᑎ ᑭᗩᒪᗩᗷᖇᗩᔕ [ᖴIᑎᗩᒪIᘔᗩᗪᗩ]

ᑭᖇEᔕᑌᑎTOᔕ ᑭᖇEᔕᑌᑎTᑌOᔕOᔕ.

Es increíble que pueda sentir rareza al escuchar su propia voz. Hacía mucho no se atrevía. No por falta de ganas sino por aprecio a la última gota de esperanza que abrigaba.
Cuando se trata de sí mismo, Lachlan, resulta ser el más pesimista del planeta.

Nada será como antes por mucho que intente cambiarlo. Se asegura para sus adentros.

Le atemorizan tantas cosas. Iniciar un futuro junto a la persona que le observa incrédula, es una de sus principales preocupaciones.

-¡Shh! No te fuerces. -Coloca su mano sobre la boca del chico-.¡Es una mejoría!

Celebra olvidándose de su braveza.

-¡Ay! ¡Qué voz tan hermosa! -se lleva ambas manos alrededor de sus mejillas y las aprieta de forma graciosa. Él suelta una risilla al verla-. Cuánto tuve que esperar para poder oírte. ¡Mira cómo me erizo! -señala su brazo.

Una mezcla de alegría y temor cubre sus ojos. Con cavilaciones propias ponen en marcha un viaje mental. Teniendo como prioridad no hacerse daño el uno al otro.
¿Puede ser esto posible?
¿Será superable?

Ella no dudó en ayudarle cuándo le necesitaba. Aguantó cada una de sus bromas, incluyendo aquellas de mal gusto que tanto le molestaron. No le importó cruzar medio mundo con tal de acompañarle. Y prefiere celebrar su "logro" antes de reprocharle cosa alguna. Si fuese otra, hace mucho le hubiese enviado a freír espárragos.

Eso Lachlan, lo sabe muy bien.

Soy un total imbécil por no darle el valor que merece. Concluye.

Sin decir nada más, logran salir del granero para después entrar a sus respectivas habitaciones.

¿El silencio puede ser beneficioso? Para apacentar las aguas revueltas es la mejor opción.

(...)

La rústica granjita no es lo mejor de lo mejor. Pero año tras año consigue colarse en el podio de los finalistas.

El señor Richard explica las tareas que llevarán a cabo. Todo bastante sencillo. Menos de lo que se imaginaban. Contar par de animalitos y revisar la calidad del sembrado será todo.

-Contaré las gallinas. Tú cuenta las vacas. -propone ella, Lachlan asiente casi sin deseos-. Estás cansado y no has empezado aún. No eres hombre de trabajos fuertes. -Una mirada severa recibe por parte del muchacho. Aunque tiene razón en lo que dice no debe de andar restregándoselo en su propia cara.

En sus ángulos de visión aparece un jinete. Con destreza da vueltas a una cuerda sobre su cabeza. Después, lanza dicha cuerda que atrapa al asustado caballo que huye frente a él.