Capítulo 3.

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Nosotras.

—¿A qué quieres jugar? —susurre en su oído mientras sentía su cuerpo cerca del mío.

Ella solo bufo entre risas sin dejar de verme a los ojos—. Me condenarás al infierno —respondió—. Eres más que una simple fantasía, eres una realidad, Nicola Garden.

Roce su nariz con la mía, acariciando lentamente su rostro—. No sucedió nada entre él y yo —susurré sin evitar que mis lagrimas salieran—. No pude...

Ella asintió, sentí su cálida respiración sobre la mía—. Lo sé —murmuro—. Lo sé, mon chér, los nervios me atacaron. El saber que alguien pudo tocarte de la forma en la que yo lo hago, es inaceptable —admitió.

El ruido y las personas al nuestro alrededor, era un caos.

—Vámonos, Annette.

Asintió tomándome la mano para sacarme de aquella fiesta tormentosa, pero de la cuál estaba agradecida. A medida íbamos caminado por el suburbio, el ruido iba desapareciendo.

—Quiero que vayamos a casa —murmuro, abriéndome la puerta de su auto—. No haremos nada, cariño.

Asentí—. Lo sé —respondí.

Una vez adentro ambas, todo estaba en silencio, no era incómodo, sino más que una tranquilidad. Y para mí estaba bien.

¿Dime que hacen los enamorados? ¿Cómo es que seguimos respirando? Eso nunca depende de nosotros.

La noche no parecía ser eterna, pero su calidez a mi lado, me hacía sentir que por primera vez en mucho tiempo, estaría en la eternidad. Eran segundos robados a la realidad a la que ambas pertenecíamos, y no pensaba rehusarme a ello. No tenía idea de lo que pudiera pasar esta noche, si despertaría en su cama o simplemente este era el golpe definitivo.

Sea cual sea la conclusión, estaría eternamente agradecida de volver a tener a Annette.

—Nicola —susurró sin despegar los ojos de la vía—. ¿Qué me has hecho? —volvió hablar cabizbaja.

Suspire observándola.

Yo la amaba, y no pensaba negarlo. Y por más tarde que sería, no importaba.

La noche nos mantendrá cerca y las estrellas nos guiarán a casa. He estado esperando este momento, finalmente estamos solas.

Me vuelvo para hacer la pregunta, tan ansiosa, mis pensamientos, tus labios eran suaves como el invierno, en tu pasión, yo estaba perdida.

Al llegar, pude sentir la fría brisa golpearme en el rostro, hacía más frío que la última vez que había estado aquí.

Annette se había bajado del auto después de unos minutos, supongo que estaba buscando fuerza de donde no tenía. Me preguntaba ¿qué sucedería? ¿Por qué fue por mí a aquella fiesta? ¿Otra vez caeré? No lo sabía.

Ella al igual que yo estaba ansiosa por lo que pudiera pasar esta noche, y la entendía. Nuestras emociones otra vez nos podían fallar, o tal vez no.

Nosotras jamás habías establecidos las reglas a lo que teníamos, no nos debíamos exclusividad alguna, ella al igual que yo, era libre.

Rodee el auto una vez que había salido de él, sujetándola de la mano para verla fijamente a los ojos.

Sus ojos mostraban aquella debilidad que tanto anhelaba, aquella debilidad que me abriría las puertas al mismo infierno.  Y no importaba porque ella era el único ser sobre la tierra que me hacía sentir viva.

—Te amo —susurro contra mis labios, lagrimas brotaban de sus ojos, y sabía que estaba siendo honesta—. No puedo imaginar una vida sin tu presencia en la mía —volvió a decir, pero esta vez observaba al cielo iluminado de estrellas y la luna resplandeciente que nos acompañaba.

Blue. (LGBT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora