Capítulo 7.

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Inalcanzable.

Londres seguía estando bajo la lluvia de granizo por la llegada del invierno. Sophie decidió no salir del apartamento por el fuerte frío que había.

Observe el cielo durante un largo tiempo en silencio, no me había sentido tan perdida desde hace mucho, todo estaba bien, había trazado un plan para poder estar con Annette y que nuestra relación funcionara porque después de tanto tiempo, al fin estábamos yendo por buen camino.

Nuestra historia no había sido fácil, pero sabíamos llevarlo, sabíamos que éramos dos imanes que se atraían. Y justo ahora todo parecía un sueño lo que había estado viviendo con ella.

Era inalcanzable.

Por un breve momento sentí que tenía todo, su amor me salvaba de alguna manera, y otra vez estaba perdida.

Suspire dándole un último vistazo al cielo antes de subirme al auto e ir a casa del amor de mi vida.

¿Cómo podría vivir sin ella? Durante toda mi vida sentí que estaba muerta, vacía. Y ella llegó, y de alguna forma se las ingenió para meterse en mi vida, ella me había enseñado un mundo de colores.

Y se ha vuelvo inalcanzable el sueño que alguna vez tuve, justo ahora siento que me estoy despidiendo de todo lo que alguna vez construimos, nuestros recuerdos pasarán a ser lo más tristes y nostálgico.

Ella debía estar en el instituto, pero sabía que no había ido, me detuve al frente de la casa de Annette, y su auto estaba ahí. Ella pasó la noche a las afuera de la ciudad.

Debía despedirme de ella.

—¡Oh, Nicola! —exclamó su ama de llaves—. ¿Cómo estás, mi dulce niña?

—Buenos días, señora, ¿puedo ver a Annette?

Asintió dejándome pasar—. Está en el estudio, al frente del lago, la última puerta a la izquierda.

—Gracias —respondí—. Y feliz navidad.

Su ama de llaves era una señora de unos cincuenta años, de baja estatura y gentil. Annette me había dicho que era básicamente su institutriz.

¿Por qué Annette vive en una casa tan grande y un poco alejada de la ciudad? Me pregunté después de terminar de subir las escaleras. Y observe un cuadro al final. Era Annette, lo que debían ser sus padres y dos chicos que precian mayores a su lado. Debían ser sus hermanos mayores.

Los pasillos eran inmensos, parecían no tener fin, antes de entrar, observé a Annette en el balcón pintando un retrato. Su cabello lacio colgaba de una coleta, y esa camisa de botones era mía.

Sonreí inconscientemente—. Tus manos saben cómo hacer maravilla en cualquier lugar —susurre detrás de su oreja deja de un beso en su cuello.

Sonrió cabizbaja dejando el pincel a un lado.

—Puedo demostrarte el cielo cómo tantas veces lo he hecho —soltó cerca de mí seguido de un beso fugaz—. Tus ojos lucen cansado, mon chéri...

Observe el lienzo que estaba ahí, ella había estado intentando pintar el cielo, el cielo de esta misma mañana, un cielo grotesco.

Annette odia el gris.

Annette odia la lluvia.

Annette odia la nostalgia.

Trague grueso, intentando cerrar las cortinas del del balcón, yendo a encender la chimenea, ella estaba en un profundo silencio.

—Dicen que el mundo vale la pena vivirlo si eres amado, ¿tú qué opinas? —soltó de pronto mientras movía sus pinceles sobre otro lienzo—. ¿Vale la pena esperar algo tan ansiado que nunca llegará? —volvió a hablar—. Aquello que dicen que cura al alma, aquello que nos complementa, Carmen, solía decir qué: Mentirnos a nosotros mismos, es parte de la dulce encantadora y mortal mentira que con el tiempo se puede convertir en una verdad delante del mundo, pero qué es alarmante y divertido mientras nos siga haciendo daño, mientras la herida se profundice.

Blue. (LGBT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora