4 - P R O T E C C I Ó N

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Me levanté de golpe, pero antes de lograr si quiera girarme, su mano había rodeado mi muñeca con fuerza.

-Escúchame.

¿Cómo quería que lo escuchara? Me había mentido. Quién sabe en cuántas cosas. Su poder y su dinero ¿De dónde venían? Era un tipo asqueroso como ellos.

Mientras sus ojos trataban de retenerme, los míos analizaban cómo demonios alcanzar la bolsa. Tiré de su agarre, él, a su vez, me sujetó con más firmeza.

-Suéltame -ordené.

-Por favor, Celine.

Y, por primera vez, descifré algo en su rostro: súplica. Pero sólo había algo en mi mente: sobrevivir.

Me quedé muy quieta, estudiando las posibilidades que tenía de escapar. Él creyó que estaba logrando su objetivo conmigo; persuadirme.

-En verdad no tienes por qué... Tener miedo. Sólo quiero que tú y yo lleguemos a... Un acuerdo.

Mi mano alcanzó el cuchillo que reposaba sobre la mesa y, con una rapidez que no pudo evadir, el filo del cuchillo brilló bajo la luz de la luna cuando lo apunté hacia su cuello.

Él miró el cuchillo y luego me miró a mí.

-No vas a hacerlo -aseguró.

En un movimiento, la punta del cuchillo reposó sobre la piel de su garganta. Si tragaba, el filo acariciaría su manzana de Adán.

Él abrió mucho sus ojos.

-Vaya, sí eres capaz. O -torció las comisuras de los labios hacia abajo-, tal vez no, veo como tiembla tu mano desde aquí.

-¿Cómo me encontraste?

-¿Cómo vas a huir de mí, bombón?

«Bombón»

Sentí mi pulso acelerarse. La adrenalina corría frenética por mi cuerpo. Y sí, estaba temblando, pero no soltaría el cuchillo.

-¿Qué quieres de mí?

Su mano aún aferraba mi muñeca.

-Ven conmigo.

Retuve el aliento.

-No volveré.

Sus ojos brillaban con un aire juguetón, a pesar de las circunstancias, descolocándome por completo.

-Yo no vine a llevarte de vuelta.

Sus palabras serenas también eran confusas, casi parecía que era sincero. Quizás, sin darme cuenta, la mano que sujetaba el cuchillo se aflojó.

-Sé quién eres y sé de dónde vienes, por eso necesito tu ayuda.

-Tú no sabes de dónde vengo. Y tampoco sabes quién soy yo -lo observé de arriba a abajo.

Sus ojos me analizaron. Su entrecejo estaba fruncido y el mío también. Y, de pronto, así, tan cerca como estábamos, sin querer me sumergí en su mirada y me llené de confusión, pues me di cuenta de que no parecía la de un hombre que hace cosas horribles. Sentí que estaba mirando hacia los ojos de una bestia, pero, extrañamente, no hallé en ellos lo que esperaba. Su mirada era acero y fuerza, pero no era la mirada de los hombres de almas curtidas. La había visto muchas veces y sabía reconocerla. Por eso, no pude hacer más que llenarme de duda.

-No sé para qué me buscas, pero no sabes en qué te estás metiendo.

Entonces, esbozó una confianzuda sonrisa ladina.

-Tú tampoco sabes de dónde vengo y tampoco sabes quién soy yo, bombón.

Me distrajo la forma hipnótica en la que lo dijo. Todo en él parecía un hechizo. Parpadeé, despertando, y me di cuenta de que el cuchillo ya no apuntaba a su garganta.

D'ANGELO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora