Regresamos en el auto, sumergidos en un espeso silencio.
Lo observaba de reojo, su frialdad rozando la crueldad, y no me quedaban dudas ahora de que él pertenecía al gobierno de las sombras.
Yo lo llamaba así, aunque el nombre suene un poco estrafalario. Incluso podía sonar ridículo y hasta infantil. Pero, en realidad, no había ningún nombre que lo describiera mejor.
En aquel sitio, la señora Rockefeller nos había enseñado a ser estrictamente calladas, a no hacer preguntas, a no escuchar conversaciones y a no cuestionar nada para cumplir con ese rol de sumisas que el comprador esperaba de una esclava sexual. Yo sabía que el verdadero motivo de mantenernos en la sombra de la ignorancia era que si alguna de nosotras llegaba a escapar o a traicionar a su dueño con otro hombre por tonterías del corazón, no querían que ninguna pudiese revelar información acerca de los importantes negocios de cada uno de ellos. Yo me preguntaba cuál sería el negocio de D’Angelo.
Había conocido un caso así, una chica llamada Poe. Su nombre real no era Poe, era el nombre de mascota con el que había llegado. A diferencia de muchas, Poe no había llegado ahí por un engaño, ella conocía muy bien en lo que se metía y había accedido hacerlo de forma voluntaria, buscando desesperadamente lo que toda su niñez le había faltado: dinero. La recordaba muy bien, era muy bonita, había llegado de Brasil con una brillante sonrisa y la piel envidiable de un tono canela. La compró un narco de México. A los meses fue asesinada por él mismo, al ser descubierta teniendo un romance con su chófer.
Podía imaginar perfectamente lo que había sucedido. Un chófer jóven, cuya humildad y corazón noble lo hacían lucir más atractivo que cualquier otro hombre sobre la faz de la Tierra a ojos de Poe, el que le había brindado la primera muestra de amor verdadero en toda su vida, la primera caricia real, el primer beso sincero, el único que había sabido alejar las nubes espesas y abrumadoras de la soledad de su corazón frío y duro por haber perdido la inocencia a una edad demasiado temprana. Claro que él también fue asesinado. De todas formas, Poe había servido de soplona y tanto ella como el chófer habían robado al capo durante largo tiempo.
Recordaba muy bien ese caso, pues él tuvo que afrontarse a la ira del narco, quien no satisfecho todavía, pretendía echarle la culpa a él por haberle vendido una "serpiente venenosa" y había jurado que destruiría todo su negocio por haberlo engañado. Durante ese año todas habíamos guardado la esperanza de que el capo cumpliera su palabra, pero él siempre fue más listo y siempre estuvo preparado para esos casos, pues sabía muy bien que el negocio del amor era tanto lucrativo como peligroso, que sus hermosas mujeres, desencadenadoras de fuertes pasiones, también podían desencadenar fuertes venganzas que le costarían miles de millones de dólares, pues el amor no se desvanecía de la noche a la mañana, aunque fácilmente podía transformarse en odio en cuestión de segundos.
El gobierno de las sombras tenía sus propias leyes.
D’Angelo distaba mucho de los hombres que frecuentaban ese lugar, pero aunque su superficie siempre fuera calma, sus ojos seguían siendo color tormenta. Yo no dejaba de preguntarme a qué se debía su firme posición de poder, tan imperial.
Al llegar al apartamento, que decidí bautizar como baticueva, me percaté de que aún tenía el diario en la mano y decidí escribir allí la historia de Poe, preguntándome si algún día, quizás su familia, lograría leerlo y sabría la verdad de su muerte.
Cuando terminé, me acerqué y abrí las ventanas, dejando que el viento entrara en la alcoba y tal vez luego me delatara y le contara a él de mi paradero. Dejé que la brisa fría me recorriera, desde el rostro hasta los muslos. Tomé asiento en el alféizar, bajo las estrellas, y fue en ese instante, en el que nadie sería testigo de mi tristeza, que me permití recordarlos.
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D'ANGELO ©
RandomEl apellido D'Angelo guarda muchos secretos. El apellido D'Angelo está manchado de sangre. El apellido D'Angelo no es precisamente el de un ángel. Tal vez lo eras, pero ahora eres un ángel caído, esclavo de un apellido, lo arrastras detrás de ti...