21 - C I G A R R I L L O S

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"Anda dame que fume porque me siento solo,
dame de fumar porque no quiero estar triste, no.
Calada a calada,
poquito a poco,
se desnuda el aire y la luna se viste"
-Estopa.

***

Estaba soñando. Sentía miedo de que fuera otra de esas pesadillas.

Siempre en mis sueños hacía frío.

Por un momento me encontré de nuevo sola. Eso era lo que sentía en mis sueños, un enorme y helado vacío.

Sin embargo, este sueño...

Sin duda alguna, no fue como los demás.

Era un recuerdo.

Fue como un flash. Demasiado rápido para atraparlo y lo suficientemente intenso para que la oscuridad se apartara durante un instante.

Estaba de nuevo pequeña. De nuevo tenía seis años. En ese entonces, todavía él no estaba en mi vida, pero la desgracia ya había llegado y se había llevado a mis padres consigo.

Tenía hambre, tenía tanta hambre que sentía que mi estómago se arrugaba como una pasita y empezaba a doler. Habían transcurrido dos días lloviendo, por lo que no sufrí sed, pero aquel tercer día el sol salía radiante y quise ir al parque.

Pero mientras iba por la acera, caminando frente a una hilera de tiendas, me detuve frente a un restaurante al ver mi reflejo.

Apenas y me reconocí, mi cabello no parecía mi cabello, estaba opaco y grasiento, no brillante y sedoso armado en sus dorados bucles de siempre. Mi vestido estaba más gris que rosa. Tenía un raspón en la mejilla y uno en la rodilla, donde mis pantimedias se habían roto por la caída al escapar del oficial. Me llené de vergüenza, yo siempre había sido bonita y ahora me veía fea, horrible, espantosa ¿Qué diría papá si me viera así? Diría que yo no podía ser su pequeña cantante, ni siquiera me reconocería. Me horrorizó tanto aquel pensamiento, que ya no quise ir al parque.

Y entonces pasó.

La puerta del restaurante se abrió con un tintineo. La pelota que él llevaba en sus manos cayó al suelo al verme y yo quise salir corriendo, pero me quedé congelada al verlo. Era uno de los niños de mi colegio, era un poco mayor que yo, siempre pensé que era «guapo» y que se parecía a un príncipe, lo que hizo que sintiera más ganas de salir corriendo ¿Qué diría de mí al verme tan sucia y maloliente?

Retrocedía un paso y él averiguó mis intenciones, porque alzó una mano hacia mí.

-Celine.

Fue como si el mundo se congelara al oír mi nombre salir de su boca.

Me había reconocido, era el fin de mi carrera como cantante. Justo en ese momento, tal vez sentí tanto miedo de que le contara a todo el mundo que me había visto así, que mi estómago rugió y probablemente estuve a punto de soltar un gas por la tensión. Y mi estómago dolió aún más, contrayéndose como si ambos lados de un globo desinflado se estuviesen pegando por la falta de aire.

No recordaba el nombre del niño, pudo haber sido Juan, Pablo o Carlitos, pero lo olvidé por completo en aquel lugar.

Para contarles esto, decidí dejarle el nombre de Juan.

-¿Tienes hambre? - me preguntó Juan.

Yo era tan orgullosa. Pero tenía tanta, tanta hambre, que tuve que asentir.

Juan se agachó, recogió su pelota, corrió hacia mí y me la entregó.

-Espera aquí. Y no te lleves mi pelota.

D'ANGELO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora