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2021, octubre, sábado 16

Para muchos, hoy era un día normal.

Aquel que es esperado con ansias por adolescentes y jóvenes adultos. Podría decir niños y niñas pero, me refiero más que nada a la parte de salir a antros que el liberarse de las tareas escolares, el beber alcohol, bailar hasta que te duelan los pies y pasear dentro de un coche por toda la ciudad de Seul en pleno horario nocturno con la música elevada mientras que la vista es reflejada en las ventanillas gracias a las luces de los edificios.

Pero no para mí, no era un día normal, era un día especial. Mi corazón latía de sólo recordar la manera en que Chise me lo preguntó, habían pasado años en que tuve una invitación para alguna fiesta, sea de cumpleaños o porque simplemente sucedía. Recordé mi yo del pasado y la semejanza del sentimiento melancólico, había transcurrido muy rápido por mi memoria.

Shot at the night de The Killers, suena a través de mis auriculares en lo que doblo en la segunda esquina de la avenida que guiaba a mi casa. Supongo que gracias a esa invitación tan inocente y de buena voluntad, mis ganas por salir a correr se habían incrementado de gran manera como para poder salir y expresar esa felicidad que a mi parecer, había desaparecido.

El boxeo era uno de los deportes que más amaba y amo hasta el momento, sin duda alguna, es un estimulante que me ayudaba a desahogarme y quitar todo tipo de estrés cuando mi vida estaba en ruinas y la cabeza me controlaba a más no poder. Pero el correr, era totalmente diferente, algo así como apurar mis pasos cuando creo no resistir sin la necesidad de que una campana sonara a lo lejos para dar aviso de mi rendición. Haciendo caso omiso al sabor metálico que se engendraba en mi boca, y disfrutando del aire fresco al golpear mi rostro.

Mucho de algo hace mal, pero aquí parecía ser lo contrario. No podía expresar mi alegría dándoles golpes a una bolsa, debía salir de mi encierro y demostrarlo.

Con respecto a lo de "la cabeza me controlaba", debo decir que estoy sorprendido. Desde que he dejado a un lado los medicamentos, no he oído nada de ellas a no ser que sea cuando ingreso a casa y todo parece estar en silencio; mientras tanto, los deseos o los pensamientos de acabar conmigo mismo, no han surgido puramente como antes sucedía.

En cierta parte me siento aliviado y relajado, puedo ver con claridad las verdaderas paredes de mi hogar, cubiertas con ladrillos de adobo barnizados para un ambiente rústico, cocina pequeña, una escalera en forma de caracol que guiaba el camino hacia mi habitación, y cuadros pintados por mí, colgados como adornos extravagantes.

¿Por qué digo esto? Porque básicamente, aquellas pastillas hacían ver mi mundo completamente diferente al que realmente es. Desorden, suciedad, e incluso hollín y cenizas sobre las columnas del interior como si un gran incendio hubiera pasado por allí. Todo tan destructivo ante mis ojos, que hacían que mi cabeza explotara peor.

𝐘𝐄𝐋𝐋𝐎𝐖 | 𝐉𝐉𝐊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora