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2021, octubre, martes 12.

⎯⎯ ¡Vamos, Jungkook! ¡golpea! ⎯⎯ mis puños se incrustaban con agilidad en cada parte del contrincante que hacía aparición en el centro de mi mente, siendo reemplazado ahora mismo por un saco de boxeo arenoso que se encargaba de quitarme hasta el último suspiro. Puño tras puño eran direccionados a lo que vendría ser la parte baja de la caja torácica, más o menos, en las costillas y abdomen.

El sudor se desprendía de mis poros como una cascada, recorriendo cada fracción de la piel de mi complejidad como la del cabello negruzco, al hacerlo realmente húmedo ante la vista de las personas que se encontraban a mi alrededor; pero eso era lo de menos, ahora en mi cabeza sólo se localizaba la motivación de tener a tan poco la victoria que mi propia mente proyectaba.

Lo que tenía en frente, no era simplemente un saco, era la viva imagen de mi padrastro quien me sonreía con cierto desdén de burla. Con su asquerosa barba crecida recubierta por sobras del vino barato, cabello grisáceo con un desmesurado aceite en sus raíces por la falta de lavado, ojos oscurecidos por sus ojeras y bolsas que costeaban los alrededores.

No le importaba estar sangrando por su labio inferior recientemente partido, no le importaba estar siendo acabado hasta sufrir algún tipo de colapso. Él sólo sonríe haciendo que mi sistema se revuelque en una rotunda ira. Lo detestaba y sigo odiando a pesar de que ya no estuviera en este mundo.

Dos puñetazos más, y el saco se tambalea hacia atrás ocasionando que mi entrenador lo sostuviera entre sus brazos para darle un punto final a la pelea. Mis manos duelen pese a la almohadilla que se encontraba dentro de los guantes, los músculos se contraen hasta relajarse por completo en cuanto la absurda alucinación se desvanece.

Otra vez.

Se supone que no debía de haber pasado aquello, se supone que mi estabilidad debía ser acampada por el raciocinio ejecutado entre la imaginación y lo real.

⎯⎯ Jungkook, hijo, ¿te encuentras bien? ⎯⎯ asiento al escucharlo, respirando con dificultad, ignorando los murmullos ajenos por parte de las alumnas que entrenaban del otro lado, irritando mi paciencia pero aún así lo esquivo, no era momento para corromper mi lado de persona normal ⎯⎯ has entrenado perfectamente, es una lástima que no puedas competir, de lo contrario, ganarías un público sensacional ⎯⎯ dirige la mirada discretamente hacia el sector de las femeninas, procurando que yo haga lo mismo, aburrido.

Coloca su mano tras mi espalda, y capto el mensaje de alejarnos un poco más de la multitud para hablar a solas.

»⎯⎯ Escucha, ve a ducharte, relájate, y cuando termines con tu aseo, ve a la sesión, falta una hora y no quiero que llegues tarde, ¿está bien?

⎯⎯ Sí, ya me voy ⎯⎯ respondo, desabrochando el elástico que hacía que el mediano objeto rojizo que cubría mi mano, se sostuviera.

Sugar de Robin Schulz ft Francesco Yates, resonaba en el recinto por los altos parlantes, y agradecía internamente el que estuviera a un volumen elevado, ya que así, por lo menos podía opacar las voces de mi cabeza que parecían reactivarse en cuanto los minutos pasaban y el efecto del medicamento que tomé anoche se desvanecía.

Es que vamos, no es como si fuera el único que necesita un tipo de distracción para acallar las deslumbrantes ideas de la mente en cuanto está en un ambiente silencioso, como por ejemplo, antes de dormir. Yo creo que no hay que ser tan normal como para no hablar con uno mismo si eso incluye el discutir, cualquier ser humano que tiene un mal día puede entablarse con su propio yo, cualquiera puede sentirse insuficiente, cualquiera puede sentirse un fracaso, pero está bien, claro si eso implica el no hacer algo que amenace con tu bienestar.

𝐘𝐄𝐋𝐋𝐎𝐖 | 𝐉𝐉𝐊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora