Vinira
Emira Blight había estado trenzando su largo cabello esmeralda frente al espejo de la habitación cuando el tono de su pergamino sonó, y con una sonrisilla de emoción en la boca, se apresuró a leer el mensaje.
Una cita.
Esa tarde tendría una cita con su, aún no novia pero casi, Viney Fairchild. La chica más preciosa y cool de todo el instituto.
La chica por la cuál sus labios sonreían día y noche.
Viney: Hola Em.
Le había escrito, y su sonrisa, hasta ahora perpetua, tembló.
Viney: lo siento, no podré ir a nuestra cita hoy. Tengo un poco de fiebre y tía Clary no me dejará salir de casa hasta que mejore :c
Viney: Dejémoslo para otro día, ¿Vale?
Viney: Te quiero.
Leyó aquél mensaje dos, tres veces, y la emoción la abandonó, reemplazándose con latente preocupación.
Viney estaba enferma y, conociéndola, seguro era un poco más grave de lo que estaba dispuesta a admitir.
Em: Espera, ya voy.
Comenzó a escribir, pero luego borró las palabras.
Em: ¿Quieres que vaya a verte? ¿Necesitas algo?
Preguntó en su lugar, tentada a no enviar el mensaje, pero finalmente si lo envío y agregó:
Em: No te preocupes. Todo estará bien.
Observó sus palabras en la pantalla mágica, la notificación de lectura mientras la otra chica escribía y dejó el pergamino sobre la mesilla, sin esperar una respuesta.
Ella nunca había sido muy buena con las palabras, su hermano Edric se lo había dicho infinidad veces, y sabía que Viney, su linda chica de ojos verdes, necesitaría un poco más que palabras.
No, cuidados.
Ella estaba enferma y necesitaría cuidados.
Con prisa, corrió hacia el clóset y cogió sus botas mientras terminaba la trenzar de su cabello y pensaba, o debatía, en si debería llevarle medicina ( aunque no sabía cuáles eran sus síntomas y por ende no sabía qué medicamento comprar ) o prepararle un poco de la sopa que su nana les preparaba a ella y sus hermanos cuando se enfermaban ( y que era más mágica que cualquier poción ).
Salió de su casa y comenzó a caminar, paso tras paso sorteando los restos de una pasada llovizna, mientras su mente invocaba a la chica de cabello castaño en su mente, tan testaruda y osada como era, siempre poniendo a los demás antes que ella.
Aquello era su virtud, pasión y defecto.
Emi caminó quince minutos más, y entre el crujir de las ramitas del bosque y el rumor lejano de las olas, llegó a la cabaña dónde vivían Viney y su tía Clary y, con aquél dejo de timidez que nunca la abandonaba al estar ahí, tocó la puerta.
Una alegre bruja con los mismos enormes ojos verdes de Viney y flores amarillas en el cabello la recibió.
–Emi, linda, no sabía que vendrías– exclamó la mujer. –Pasa, pasa– la instó.
–Hola señora Fairchild– la saludo Emi, entrando a la casa. –¿Cómo está Viney? ¿Qué es lo que tiene?– preguntó, sin poder ocultar el tono preocupado en su voz.
–Oh, bueno, si descansa, estará bien en unos días– desestimó la señora. –Solo es fiebre de hadas. Algo común por estos lares– dijo, extendiendo su mano a la ventana, dónde el bosque frondoso y oscuro lo llenaba todo hasta donde la vista alcanzaba. –Pero ya que estás aquí, ¿Puedes llevarle este té y su medicina?– preguntó, pasándole a Em una taza de tibio y cítrico té color miel. –Parece que está molesta conmigo por no haberla dejado salir hoy– dijo.
–No hay problema, yo se lo llevo– dijo, Emi, asintiendo mientras tomaba la taza.
Subió las viejas escaleras de madera que gimieron bajo sus pasos y tocó con suavidad la puerta de la habitación de Viney, aquella que estaba decorada con decenas de stickers del aquelarre de curación y llamó.
–Hola, ¿Cómo te sientes?– susurró, dando un paso adentro. La habitación estaba bajo una delicada aura de penumbra y silencio, y las paredes recubiertas de pósters de EmC le dieron la bienvenida.
–¿Emi?– exclamó Viney, cerrando el libro que estaba leyendo junto a la ventana, sorprendida de ver a la otra chica en su habitación. –Ow, te dije que no era necesario que vinieras– dijo, acercándose a tomar el té que la brujita traía en las manos.
–Oh, no vi el mensaje– recordó Emi, quién había dejado el pergamino sobre la mesa en su habitación. –Y además, quería asegurarme de que estuvieras bien– le dijo, acercándose a la chica, rozando con sus dedos fríos su febril mejilla.
Viney clavó su vista en el suelo antes de cerrar los ojos.
–Gracias– murmuró, tomando su mano entre las suyas. –Y perdón, por cancelar nuestra cita– dijo, mientras la soltaba y se sentaba en la cama. –Se que estabas emocionada, pero yo no…–.
–Oh, no, no te disculpes por eso– la interrumpió Emi, sentándose a su lado en la cama. –Tu salud me importa más que cualquier cita, ¿Okay?– exclamó, acomodando un mechón de su castaño cabello detrás de su oreja. Un leve rubor tiñó su rostro.
–Gracias– repitió la chica, mirando sus manos. –Igual, podemos posponerlo, ¿No?– insistió, incapaz de dejar de lado los planes que la habían emocionado tantísimo horas atrás.
–Claro que sí, Vi– respondió Emi, acercándose a la chica para besar su frente. Aquél gesto las tomó a ambas por sorpresa, pero ninguna dijo nada. Ninguna se retractó. –Deberías descansar un poco– susurró Emi, –te sentirás mejor–.
–Oh, esto no es para tanto– musitó Viney, acercándose el humeante té que había dejado en el buró a la boca. –Tía Clary exagera–.
–Yo creo que ella tiene razón– insistió Emi, poniéndose de pie y alisando la colcha de la cama, haciendo un gesto para que la chica se recostara.
–No quiero dormir– gimió Viney, haciendo un puchero y apurando el té, que no era su favorito.
–¿No te gusta soñar?– preguntó Emi, quién adoraba la hora previa al sueño, dónde dejaba volar su imaginación en sueños vívidos que al final se perdían en su mente.
–Mmm, no realmente. Jamás recuerdo mis sueños– dijo la bruja de ojos verdes, dejando a un lado la taza vacía del té.
–Yo tampoco, pero viviría soñando– musitó Emi, acariciando su trenza ya esponjada.
–Me gusta más la vida real– susurró Viney, volviendo a subirse a la cama que la otra chica había ordenado. –Aquí estás tú– susurró, tan suave en aquel manto de silencio que las bordaba.
–Si tomas una siesta, te prometo que seguiré aquí cuando despiertes– le prometió Emi, acercándose a la chica para dejar otro beso en su frente, más lento que el anterior.
Sus miradas se encontraron a través de la intimidad de aquel gesto, y algo cálido embriagó su pecho.
–¿Me das otro?– preguntó Viney, poniéndose de rodillas sobre las mantas. Su mirada oliva recorría su boca con claro y sincero deseo.
Emira suspiró sobre sus labios y un suave beso acarició su boca, tocó su nariz, recorrió el camino hasta sus cejas y regresó a sus tibios labios, besándola con tanta delicadeza como poseía.
–Descansa, Vi– le susurró, acariciando su cabello mientras ella se cubría con las mantas, esperando continuar aquel beso en sus lúcidos sueños.
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Enemies To Lovers - Boschlow & Lumity OneShots
RomanceA Boscha le gustan las rosas rojas, y a Willow le encantaría darle un ramo. Ella se ve linda con lentes, Boo tal vez también. A la primera le atraen los sustos, y a la otra los fantasmas. Boscha aún no sabe lo que siente, pero Willow sí. Enemies To...