Ella siempre observaba las rosas.Cada mañana de cada domingo, sin falta, la veía caminar por el mercado, con su cabello rosa suelto y bolsas de compras en sus manos, detenida frente a la floristería, observando las rosas rojas.
Willow se preguntaba si Boscha sabía que ella estaba ahí, del otro lado del cristal, observándola.
No lo sabe, se dijo. Nunca ha entrado.
La brisa revolvió su cabello suelto y Willow sintió una suave calidez latir en su pecho. Ella era tan… ¿Bonita?
No, esa palabra no bastaba para describirla.
Dando media vuelta, la chica se alejó del escaparate y Willow deseo, como tantas otras veces, correr detrás de ella y regalarle una rosa.
Una no, un ramo entero.
Ella merecía un ramo entero de sus mejores rosas.
Bajó la vista a sus uñas. Todavía llevaba tierra en ellas de la tarde anterior en el invernadero, dónde había estado cultivando las flores que adornarían el escaparate la próxima semana. Y algunas otras que estaban destinadas a sus secretas fantasías.
No había sabido si plantar rosas rojas, que parecían ser las que robaban sus suspiros, o rosadas, como su cabello.
Decidió cultivar ambas.
Y cuando se las diera, deseaba que le gustaran tanto como ella le gustaba a Willow.
×××
La mañana en la que por fin estuvieron listas para ser cortadas, una dosis inoportuna de nervios se apoderó de ella, y ni el embriagador aroma, como romance vuelto fragancia que destilaban las flores, era capaz de aplacarlos por completo.
—Ojala te gusten, Be —les susurró a las flores mientras escogía las tres rosas rojas más grandes y las colocaba en el centro del ramo rosa.
Eran ocho en total, una por cada semana que espero a que florecieran.
Pero al final, no sé atrevió a dárselas.
Un miedo terrible, aquella mezcla de nervios y timidez, se arraigó dentro de ella, cuando se acercó al casillero de Boscha, imaginando que quizás su reacción sería muy distinta a aquella con la que había fantaseado durante las últimas semanas.
¿Y si no las quería?
Quizás no quería rosas rojas, solo disfrutaba de verlas cada vez que iba al mercado.
Quizás ella no las aceptaría, y simplemente se desharía de ellas, pensando que eran de alguien en quien obviamente no estaba interesada; un admirador secreto.
Y quizás ella nunca las llevaría a su habitación, esperando verlas cada mañana al despertar hasta el día en que estás marchitaran, disfrutando de su dulce aroma y sabiendo que alguien se las había regalado con mucho afecto.
Willow gimió. Sus manos comenzaron a temblar y mil mariposas revolotearon irrefrenables en su estómago, mientras su mente comenzaba a jugarle en contra, inyectándole un temor que no había sentido nunca antes. Lo mejor sería darse la vuelta antes de que...
—¿Willow?
Reconoció su voz incluso antes de voltear a verla, escondiendo instintivamente las rosas detrás de ella, y forzando a sus labios a sonreír.
—H-hola Boscha —dijo demasiado nerviosa. La bruja la observó, alzando una ceja de manera interrogativa.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, siendo consciente de que el casillero de Willow ni siquiera estaba en ese pasillo.
—Eh, yo… —comenzó, intentando idear una excusa creíble, a pesar de que mentir no era su fuerte. Pero fue en ese instante que notó que Boscha había sentido el aroma de las fragantes rosas.
—¿Esas son...? —preguntó, comenzando a observar que Willow ocultaba algo detrás de ella.
Pero Willow no esperó a que completara la frase, simplemente dejó caer el ramo al suelo, cediendo a los nervios que ya no podía controlar, y se alejó corriendo sin mirar atrás.
Boscha observó las rosas en el suelo, que eran tan hermosas, y las recogió, acercándolas a su rostro y aspirando su dulce esencia. Ella amaba las rosas, y al parecer Willow lo sabía.
×××
Willow deseaba que Boscha simplemente hubiese dado media vuelta sin mirar hacia abajo, y se hubiera ido sin percatarse de las flores. Aunque sabía que eso era casi imposible.
Lo había echado todo a perder.
Lo único que debía haber hecho era dejar las flores en su casillero y ya, sin arriesgarse a ser descubierta. Pero había fallado, y ahora probablemente Boscha la consideraría aún más rara.
Una perdedora.
Y tal vez, casi con certeza, ya nunca volvería a verla a través del cristal de la floristería, observando las otras rosas.
Willow deseaba poder llorar y desprenderse de todos los sentimientos que habían estado floreciendo dentro de su mente y su corazón, pero siendo incapaz de derramar más que sollozos débiles que acompasaban sus latidos erráticos.
Debía darte flores, y tú debías darme un beso.
La bruja solo deseaba ser correspondida por su secreto amor.
Toc toc toc.
El sonido del golpetear en su puerta le había hecho volver a la realidad. ¿Serían sus padres? Ellos habían tratado de consolarla y descubrir qué es lo que le sucedía cuando había vuelto de la escuela esa tarde, más sin embargo ella los había hecho a un lado.
Willow se puso de pie y camino hacia su puerta, abriéndola y encontrando frente a su rostro decenas de pétalos de rosas blancas bañadas en rocío, y detrás de ellas, una brujita de cabello rosa y tres lindos ojos, con una muy tímida sonrisa en su rostro.
Boscha dió un paso dentro de la habitación de Willow, depositando las bellas flores en sus manos y un pequeño beso en su mejilla sonrojada.
—Rosas, para tí... Willow —le dijo Be sin dejar de sonreírle.
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Este relato está inspirado en el One-shot 𝗙𝗟𝗢𝗪𝗘𝗥𝗦 escrito por PlxsticTrash y la canción 𝗣𝗿𝗼𝗺𝗲𝘁𝗼 𝗢𝗹𝘃𝗶𝗱𝗮𝗿𝘁𝗲 de Ventino.
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Enemies To Lovers - Boschlow & Lumity OneShots
RomanceA Boscha le gustan las rosas rojas, y a Willow le encantaría darle un ramo. Ella se ve linda con lentes, Boo tal vez también. A la primera le atraen los sustos, y a la otra los fantasmas. Boscha aún no sabe lo que siente, pero Willow sí. Enemies To...