001. An Instant of Scary

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—Tengo planes, Boscha

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—Tengo planes, Boscha. Lo siento.

Boscha resopló, interrumpiendola.

—Últimamente siempre tienes planes. Con ella —dijo, reprochando el hecho de que ya nunca pasaban tiempo juntas.

Amity la observó seriamente desde la bola de cristal, siendo incapaz de negarlo.

Ella se rindió.

—Bien, diviértete sin mí, “Amiga” —replicó, haciendo comillas en el aire.

—Boscha, aún sigue en pie lo de mañana ¿Lo olvidas? —le recordó Amity, mirándola con los ojos entrecerrados.

—¿Lo está? —preguntó Boscha, mirándose las uñas.

Su enfado era palpable.

—Lo está —aseguró Amity. —A menos que ya no quieras —dijo, y sin esperar una respuesta, finalizó la invocación a través de la bola de cristal.

La bruja observó algo desconcertada el lugar donde la imagen de su amiga había estado. Realmente la estaba perdiendo ¿No?

«No, sí quiero» pensó, reprimiendo los sentimientos que se negaba a mostrar.

Tomó su mochila, y se dispuso a irse. Si Amity no la acompañaba, entonces iría y se divertiría ella sola.

Una sonrisa empezó a dibujarse en su boca desde el instante en el que escuchó los gritos de alegría y el olor a dulces llenó el aire.

Caminó entre la multitud, como una niña pequeña en su primera fiesta de cumpleaños, ansiosa por probar todos las atracciones con pinta de peligrosas y pasar una de las mejores tardes de su vida. Y eso hizo: se divirtió como nunca antes.

Después de haberse subido a al menos una docena de juegos, decidió comprarse una sándwich, una manzana acaramelada (porque eran su golosina preferida) y una botella de agua. Cuando terminó, guardó la mitad del sándwich que no se había terminado de comer en su mochila, y se dispuso a ir a la mejor atracción de todas: La casa embrujada.

Bueno, quizás no era la mejor, pero era su favorita.

Avanzaba hacia ahí cuando una chica la detuvo. Tenía el cabello rojo y llevaba un vestidito verde, y sin dedicarle una sola palabra, le sacó una fotografía.

—Soy Emily y estoy aquí para asegurarme de que nunca olvides esté día —dijo con una sonrisa y un discurso practicado, ofreciéndole la fotografía a Boscha. Ella extendió la mano para tomarla, pero la chica, Emily, la retiró. —Son veinte caracoles —dijo mecánicamente.

Claro, dinero ¿Por qué no le sorprendía?

En otras circunstancias Boscha se hubiera dado media vuelta e ignorado a la chica, pero se estaba divirtiendo y quería la fotografía, así que sacó las monedas de su mochila y se las ofreció a la chica, quién las tomó, le dió la fotografía, y se alejó sobre sus tacones verdes de aguja, apuntando su cámara hacía una desprevenida pareja que compartía un algodón de azúcar.

Enemies To Lovers - Boschlow & Lumity OneShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora