Negras: reina g6

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Kim Namjoon levantó el auricular del teléfono y marcó él mismo el número del hospital. El sonido de los botones en el viejo aparato, extrañamente audible, le hizo recordar que era sábado por la tarde, y que no había mucha gente en la comisaría, como si los sábados ellos, los protectores de la ley, tuviesen vacaciones.

—¿Hospital General?— dijo una voz.

—Oficial Kim. Con el doctor Wang, por favor.

—El doctor Wang ha salido ya, señor.

—Pues con alguien que atienda a Park Jimin.

—¿Park Jimin? Un momento, no corte.

No tuvo que esperar demasiado. Una voz femenina tomó el relevo de la anterior. Ni siquiera preguntó quién era. Desde luego no se trataba de la madre del chico.

—Soy el Oficial Kim. Llamaba para saber el estado de Park Jimin.

—Sigue igual, señor Kim, aunque hemos estado a punto de perderlo hace un rato. Ahora está estabilizado.

—Gracias— suspiró.

Colgó el aparato y miró los nombres anotados en su libreta, los que había copiado del listado hallado en la habitación del Mosca. Se los sabía ya de memoria, pero los repitió una vez más.

—¡Choi! —llamó de pronto.

Choi Yeonjun apareció ante él. Era alto y delgado, de nariz pequeña y labios abultados, de la nueva escuela, un buen policía. Joven, pero tenía futuro, eso sí. Llegaría lejos.

—Averiguame dónde están esos cinco locales, hazme el favor— le pidió.

—Enseguida, jefe.

Lo vio alejarse en dirección a su mesa y encender su computadora. Se echó hacia atrás y recapituló por el breve recorrido del día en busca de Choi Dongyul, alias el Mosca. La tarde enfilaba su última hora y pronto anochecería. Era la hora de moverse.

Choi Yeonjun reapareció frente a él en un tiempo inusitadamente corto, o tal vez fuera que él se había quedado pensativo sin darse cuenta mucho más allá de lo calculado.

—Vea, jefe— dijo su subordinado dando la vuelta a la mesa para situarse frente al mapa de la ciudad que presidía la pared —El Calígula Ciego está aquí; La Mirinda, aquí; el Popes, aquí; el Marcha Atrás, aquí, y el Peñón... aquí— y dio por concluida la señalización enfatizando las dos sílabas del último «aquí». Luego agregó: —Vaya nombres, ¿no? Los hay que...

No estaban lejos unos de otros. Se podían recorrer en una noche.

Todo dependía del Mosca.

—¿Puedes averiguarme algo más acerca de ellos? Horarios y todo eso, clase de público, etcétera.

—Sí, claro— Choi hizo ademán de alejarse.

—Espera.

Esperó.

—Antes da aviso de búsqueda de Choi Dongyul, alias el Mosca, y envía un coche para que vigilen discretamente la pensión Costa Roja, por si aparece por su habitación.

—¿Algo más?

—No. Tráeme esos datos cuanto antes.

Choi Yeonjun volvió a dejarle solo.

Campos de fresas [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora