Blancas: alfil x g7

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Al entrar en la habitación de Jimin, Seokjin apenas si pudo dar unos pasos. El choque, al ver la imagen de su amigo postrado en la cama, fue brutal. Jihyun, a su lado, hizo un ademán como de ir a sostenerlo, extendiendo una mano y pensando que en su estado de debilidad el impacto tal vez fuese excesivo. Pero Seokjin logró sobreponerse.

—¡Oh, hijo!— exclamó Park Youngmi al verlo.

Se levantó y fue hacia él. Park Kwan también se puso en pie. Seokjin, sin embargo, no tenía ojos más que para Jimin. El mazazo aún expandía ondas paralizantes a todo su cuerpo, a pesar de que Jihyun ya lo había advertido de lo que iba a encontrarse.

La madre de su amigo lo abrazó, pero no sintió nada. El padre le dio un beso en la mejilla, pero tampoco sintió nada. A través de los ojos le llegaba la crudeza de una realidad superior a sus fuerzas. Era el único puente con un exterior que de pronto lo bloqueó.

El efecto apenas duró unos segundos, mientras hablaba, casi sin darse cuenta, con los padres de él.

—Ya ves, hijo.

—¿Tú cómo estás?

—Si es que estas cosas...

Después, Jihyun logró arrastrar a su padre y a su madre fuera de la habitación, comprendiendo que si seguían allí, hablándole, aturdiéndolo, acabarían todos llorando de nuevo.

Seokjin se quedó solo con el cuerpo de su amigo.

El cuerpo.

Tardó en sentarse en la silla, junto a la cama. Y lo hizo por debilidad, más que por el hecho consciente de estar más cerca de él, porque sintió cómo las piernas se le doblaban. Finalmente, buscó su mano libre, aquella en cuyo brazo no había ninguna aguja clavada en la carne, y se la tomó con toda la ternura del mundo, igual que si temiera despertarlo.

—Jimin...— susurró.

Esperó unos segundos. La inmovilidad del enfermo le pareció aterradora. En otras circunstancias hubiera sido un juego, él se habría hecho el dormido y, de pronto, le habría saltado encima haciéndole cosquillas. Ahora no era un juego. Jimin flotaba en una dimensión desconocida.

—Por favor, no te vayas— suplicó muy débilmente. —No me dejes solo ahora. Por favor...

Le acarició los dedos, uno a uno. Jimin tenía las manos más bonitas que jamás había visto, pequeñas pero muy bonitas. Cuando jugaba al ajedrez, más que mover las piezas del tablero, las acariciaba. Y lo sabía. Siempre se las había cuidado mucho. Las uñas perfectamente cortadas eran la mejor prueba de ello.

La mano de Jimin, entre las suyas, con los dedos deformes por los ácidos estomacales, destacaba como una obra de arte en medio de un horror.

—Sin ti no lo conseguiré, ¿sabes?— Seokjin cerró los ojos y se dejó arrastrar por el dolor. —Quiero que sepas que hoy no he vomitado. ¿Qué te parece? No he vomitado, y lo he hecho por ti, créeme. Por ti. Pero ahora no voy a poder seguir si tú te vas, si me dejas. Jimin, ¡Jimin!, por favor... Hagamos un pacto, ¿bien? Un pacto. Yo comeré, aunque estalle, aunque me convierta en en el hombre más gordo del mundo, y no volveré a vomitar, pero tú tienes que seguir viviendo para estar a mi lado... Jimin, ¿me oyes? Vuelve. No te mueras, vuelve, ¡vuelve! Lo he hecho por ti, Jimin, por ti, por ti...

Campos de fresas [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora