Negras: caballo g f6

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Taehyung miraba las rendijas de la persiana, los segmentos horizontales por los cuales se filtraba la luz del sol. No tenía sueño, ni pizca de sueño, aunque agradecía el hecho de poder estar tumbado, en silencio. Lo único malo del silencio era oír el eco de sus propios pensamientos. Un eco cargado de susurros que lo aturdían.

Y no podía escapar de los mismos. Eran como ondas que se dilataban y se contraían en la superficie quieta de un lago.

Él y Jimin habían sido los más reacios a tomar la pastilla. Una cosa era alguna bebida fuerte, y otra muy distinta una pastilla de éxtasis. Taekwang, y Jungkook, y también Hoseok en el fondo, incluso la misma Hana, fueron los motores. Taekwang y Jungkook estaban habituados. En realidad, ni Hana ni Seung formaban parte del grupo, pero los conocían. Ella parecía estar de vuelta de todo.

Demasiado.

Una simple pastilla blanca, redonda, del tamaño de una uña, o tal vez más pequeña.

¿Cómo era posible que...?

—Oye, ¿no dices que quieres probar nuevas experiencias, y que le has dicho a Yoongi que vas a tomártelo con calma? Pues empieza.

—Creo que soy idiota.

—Bueno, mañana le llamas y le dices que eres idiota. Pero esta noche vamos a alocarnos.

—La verdad es que pagar tanto por esto...

A mí no me irá mal dejar de pensar un rato. Tengo los exámenes sobre mí.

Seguro que me mareo y vómito.

—¡Jo, qué miedoso, amigo! ¡Tómatela ya y calla de una vez!

Ojalá hubiera vomitado. Cuando lo vio caer al suelo se dio cuenta de lo mal que estaba... Y todo lo que ocurrió después, cuando lo sacaron afuera, y empezaron los gritos, y la espera de la ambulancia, y todo lo demás...

Hoseok tal vez tuviera razón: necesitaba un poco de cariño, amor, ternura, tal vez sexo.

Pero no se movió.

Recordaba cuando se conocieron. Hacían cola para comprar dos entradas del concierto de su grupo preferido, y de pronto cerraron la taquilla y anunciaron que se habían agotado. Jimin se echó a llorar, y él empezó a gritar, dispuesto a saltar sobre la taquilla y abrirla a golpes. Sin saber cómo, se vieron uno junto al otro, llorando desconsolados, y abrazándose. No sabían nada el uno del otro, pero compartían su amor infinito por ellos, los siete chicos más guapos de la creación, los que mejor cantaban, los que mejor bailaban, los que mejor se movían...

No pudieron ir a ese concierto, pero desde entonces fueron como hermanos. Luego, Jimin le presentó a Seokjin. Eran íntimos, pero a Seokjin la música le importaba menos, así que Jimin y él tenían muchas más cosas en común.

Incluso tenían planes. Se querían ir a vivir juntos. Y solos.

De pronto todo parecía increíble, lejano, y sobre todo, ¡tan absurdo!

Una simple noche, una simple pastilla que se suponía iba a disparar...

Sí, disparar era la palabra exacta. Como todas las armas, el disparo podía llegar a ser mortal.

Campos de fresas [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora