4: De mal a peor

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Darius

Vi a Thara entrar calmadamente a mi casa. Ella traía una pequeña bandeja entre sus manos y ante mi no pudo pasar desapercibida su postura de querer ojear todo y al mismo tiempo de respetar mi privacidad.

Me hice el desentendido.

—Te traje algo para que almuerces —saludó ella con una sonrisa de labios cerrados. Agradecí su gesto y limpié el sudor que perlaba mi frente, antes de recibir la bandeja. —¿Todavía sigues con eso?

Ella se refería a las piezas de madera tallada en las que trabajaba últimamente. La única labor en la que mis tumultuosos pensamientos podían ser puestos a dormir.

—Sí —recibí la fragante bandeja. —Sé a lo que vienes, y mi respuesta es la misma. No.

Thara resopló.

—Por favor, Darius. Te lo ruego, solo debes llevarla a una reunión que tiene en la ciudad, es cuestión de un día solamente...

Fingí sopesar su pedido.

—No. Al único que estoy dispuesto a hacerle de niñero es a Stefano, y de vez en cuanto a ese otro bebé —señalé su vientre. —No a una bruja delirante. No me importa el lazo que tenga contigo o con tu hermana, mi respuesta es la misma. No.

—Bien —dijo enfadada, —entonces yo misma la llevaré. A riesgo de parir a mi niña en el viaje —la miré serio y enarcando una ceja. Ambos sabíamos que esa amenaza era en vano. —Es el último favor que te pido.

La bruja no me daba buena espina. Siempre tan sonriente y llena de vida. Era sospechoso para mi su comportamiento "feliz y despreocupado".

—Thara, no sabemos qué hace ella aquí verdaderamente —aclaré y ella frunció su ceño. —¿Qué otras referencias tenemos aparte de que estuvo junto a Melissa hasta que decidió marcharse?

Ya sabía yo que la bruja había convencido a Thara y a Märco de que la magia que utilizaba era inofensiva. Pero siendo sincero, yo no lo creía en absoluto. La magia era dañina y destructiva. Los humanos como ella, la habían utilizado durante años para someter a otras especies sobrenaturales y no me fiaba de que Aixa no quisiese hacer lo mismo.

—¿Por qué confiarnos en que lo que hace no nos perjudicará en el futuro? —continué mi argumento.

Silencio. Mis ojos y los suyos en una batalla de voluntades.

—Es mi forma de vida y mi trabajo—contestó una vocecilla chillona desde el marco de la puerta. — Al menos deberías respetarlo si no deseas apoyarlo. Vámonos Thara, tu esposo está esperando y no deberías perder el tiempo... aquí. Menos aún con personas desagradables...

—Pero es que... —Thara exhaló rendida. —Está bien. Ya veremos cómo te las ingenias para ir hasta la ciudad.

Aixa me miró con una sonrisilla cínica en sus labios.

—No te preocupes, buscaré las formas de arreglármelas — y ambas se marcharon.

Miré la bandeja entre mis manos sintiendo mi apetito haberse evaporado. No tuve tiempo de quejarme mucho ya que la bruja regresó unos segundos después.

—Veo que eres un digno contrincante en cuanto a palabras, guapote —sonrió. — Pero quiero decirte que yo también. Mi nombre es sinónimo de desastre... y si no crees eso posible, me gustaría darte el repertorio de adjetivos con los que me describen.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—Quien avisa no traiciona, guapo Darius —tarareó como si nada. Como si en vez de querer discutir conmigo se encontrara entretenida con mis argumentos. —Yo respeto tu decisión de no querer llevarme hasta la ciudad, por lo que te pido que también respetes lo que sucederá con mi boca floja...

TIERRA EN EL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora