16: ¿Seremos capaces?

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Aixa

Mi corazón bombeaba errático en el medio de mi pecho y por más respiraciones lentas que intentara tomar, sentía que en cualquier momento terminaría por desmayarme. Agradecía infinitamente al guapote que me hubiese tomado entre sus brazos y me sujetara con fuerza.

La parte vanidosa de mi cabeza se regocijaba en el hecho de que Darius me agarraba como si en realidad le importara y jamás quisiera soltarme. La otra parte, a veces cuerda y que actuaba como voz de mi conciencia, se unía a la fiesta de mis hormonas al saber que él nos protegería de todo y de todos.

Sabía que no era sano, pero comenzaba a obsesionarme a niveles inimaginables con el guapo vampiro.

—¿Darius? —pregunté al verlo perdido en sus propios pensamientos. —¿¡Darius?! —insistí, pero él no contestó. Sus ojos estaban en otro lugar, uno lejano y al que yo no podría llegar... o al menos eso es lo que él pensaba. Si existía algo por lo que yo era conocida, eso era mi incapacidad de mantenerme al margen. Era una entrometida en todos los sentidos. —Estoy hablándote, ¿qué demonios te pasa?

—Dijiste que ella estaba embarazada.

Pensé en Veka y en lo feliz que se había puesto cuando el tipo de piedra comenzó a asesinar a los idiotas que nos querían muertas.

—Sí, ¿crees que ese tal Lust vaya a matar a su bebé? —pregunté con tristeza y los ojos de Darius volvieron a enturbiarse. —¿Por qué te pones así cada vez que menciono eso?

—No es nada.

¡Había dado en el blanco! Ese era un tema sensible a tratar con el guapote.

—¿Perdiste un hijo, Darius? —intenté que la cautela embebiera mis palabras, pero al parecer no lo logré ya que él no me contestó en absoluto. —Perdiste un hijo que querías, ¿verdad? ¿Livet se deshizo de él?

Él se giró a mirarme y por un momento temí a su reacción. Se veía herido, traicionado... triste.

—Era su decisión y yo la respeté.

—Era de ambos —rebatí. —¿Por qué aceptaste si en realidad tu querías a ese hijo?

Darius respiró profundamente y me soltó. En ese momento, realmente entendí lo mal que me ponía saber que existía una mujer de su pasado que lo había lastimado. Sentí la urgencia de revivir a Livet y volver a asesinarla yo misma con mis propias manos.

—Éramos jóvenes, Aixa. Un hijo no era algo que buscáramos... —contó en voz baja, avergonzado. —Además, ella era la perfecta futura esposa para Märco, nuestro líder del clan. Él la quería y planeaba un futuro a su lado. Eso incluía hijos deseados por ambos. ¿Te imaginas que clase de vida hubiese tenido mi hijo si yo obligaba a su madre a parirlo? Yo jamás hubiese permitido que Märco lo criara y Livet no estaba dispuesta a renunciar a su lugar como señora del clan. ¿Qué le esperaba entonces a mi pobre hijo? —él chasqueó la lengua. —Fue lo mejor, siempre lo dije y lo repetiré hasta que me muera. Espero que eso sea pronto, una vez que gane la dichosa Ceremonia para tu familia.

Se me secó la boca, no por el chisme, sino por la tristeza en su rostro. ¿Por qué mi vampiro guapetón había tenido que vivir esa mierda? ¿Por qué su ultimo enunciado amargaba mi corazón de tal manera?

—Pero tu ayudaste a criar al hijo de Märco... —concluí con tristeza. —Debe haber sido una tortura para ti.

Darius entrecerró sus ojos.

—No me tengas lastima, no respondí a tu pregunta porque la quisiera.

Él comenzó a alejarse hacía alguna parte y yo lo seguí, queriendo conocer un poco más sobre su pasado.

TIERRA EN EL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora