3: Oferta y demanda

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Aixa

Volví a escaparme de casa, bueno más o menos, después de cinco años de "comportamiento moderado". Mi madre me había encomendado la tarea de encontrar al luchador perfecto que defendiera a nuestro Sabbath y tenía una idea de a quién podía recurrir.

Después de cinco largos años volvería a ver a una de las hermanas Wellton, Thara, para mi desazón. Mi corazón se estrujaba en medio de mi pecho cada vez que pensaba en Melissa y como se marchó de nuestras vidas. Ilusamente pensé que Thara se encontraría en Grecia junto a su madre y el inmundo perro que destrozó el corazón de mi hermana... pero no fue así. Tuve que realizar otro hechizo para poder localizarla. En Friburgo junto al que supuestamente era su marido muerto.

Escalofriante.

El viaje no fue el adecuado y mi aterrizaje mucho menos. Estaba todavía tomando clases sobre como volar y no era la mejor en la materia. En realidad, no era buena en nada. Y no me afectaba, si tenía que ser sincera. Nunca me consideré codiciosa o sentí celos de las habilidades de los demás. Hasta este momento...

Acomodé como pude mis pelos y la falda que estaba arremolinada en mi rostro. Miré de reojo al par de hombres, no humanos, frente a mi. Uno estaba ebrio, casi inconsciente, y el otro me veía sospechosamente. Sus ojos eran bonitos, como así también su frondosa barba rubia.

—Caíste de frente — me respondió él casi riéndose. Mi dignidad fue arrojada al averno por eso mismo. Por favor, Gran madre, no dejes que... hice memoria. No llevaba leggins debajo de mi falda. ¡Mierda! —No fue exactamente tu trasero lo que vimos, bruja.

Estaba muerta. El moreno me miró fijamente y terminó por vomitar. Todo el líquido de su cuerpo fue expulsado en una larga y tumultuosa catarata de vomito. Iugh.

—¿Estas bien, guapote? —pregunté en mi mejor acento alemán. —Tampoco es que sea la primera vez que ves un prado sin podar. Había un poquitín de tela allí para tapar.

Cállate, Aixa. Por Cristo.

—¿Darius? —el rubio reparó en el estado de inconsciencia de su amigo y cargándolo terminó por darme una última mirada. —Mierda.

—Oye, espera —grité cuando comenzaba a alejarse. —¿Puedes ayudarme?

—No.

Troté hasta quedar a su altura. Negándome a perder la oportunidad de encontrar a Thara. Estos dos hombres eran vampiros, ellos podían saber dónde se encontraba ella.

—¿Vives por aquí? —él se detuvo a mirarme. Su rostro obviamente irritado. —Estoy buscando a una persona.

Miré al hombre dormido en su hombro. Él era guapo también.

—No conozco a los vecinos —no le hice mucho caso y pregunté por los Wellton. —¿Qué haces realmente aquí, bruja? ¿Qué quieres saber de esa familia?

—¿La conoces o no? —pregunté comenzando a exasperarme.

Darius

"—Darius Laciar, estoy hablando contigo —dijo la jovencita pelirroja. Ella era molesta en cierta medida. — ¿Vas a enseñarme defensa cuerpo a cuerpo o no?

—Eres una niña debilucha, no puedes entrenarte como futura guardiana del clan. Das vergüenza."

Alguien pellizcó mis parpados. De manera insistente y sin ninguna clase de consideración.

Respiré profundo, todavía no queriendo hacerme consciente del dolor en mi cuerpo o los estragos que la resaca me traería.

"—Parece que a él le gusto —confesó con las mejillas sonrojadas. Yo quería decirle que a mi también me gustaba, que yo también la quería. Sin embargo, callé. La miré y acaricié su cabello, dándole ánimos mientras yo reprimía en mis adentros los celos que sentía. —¿Estas bien con eso?"

TIERRA EN EL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora