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Sirius Black se encontraba de pie, observando en silencio el paisaje desde la ventana de una cabaña apartada en el bosque. El aire frío de la noche acariciaba su rostro, pero no era suficiente para calmar la tormenta interna que lo atormentaba. Había tanto que hacer, tanto que planificar... y tanto por perder si no daba el siguiente paso con precisión. Su corazón, tan lleno de ira y dolor, latía con fuerza cada vez que pensaba en el traidor, en el verdadero culpable de la muerte de James y Lily Potter: Peter Pettigrew.

Sirius sabía lo que nadie más sabía, o al menos lo que pocos podían comprender. Peter, el otro amigo de James y Remus, el que había estado tan cerca, tan confiado, era el verdadero traidor. Era él quien había entregado a los Potter a Voldemort, no Sirius. El mismo hombre que, convertido en animago como él, había traicionado su confianza. Peter había fingido su muerte en un acto vil y cobarde, dejando que Sirius fuera el chivo expiatorio, el único que pudo ser culpado debido a la prueba que el traidor había dejado atrás: una rata de pelaje gris, Scabbers, que por años había sido su escondite.

El pensamiento de Peter, de ese hombre que había llamado amigo, lo llenaba de rabia, pero también de una profunda tristeza. La traición calaba en su alma como una herida abierta que no terminaba de cicatrizar.

"Lo voy a capturar. Lo haré pagar. No solo por James, sino por todo lo que me arrebató."

Sirius había hecho todo lo posible para llegar a ese punto. Estaba creando una trampa, una muy bien pensada, para atrapar a Peter Pettigrew y llevarlo ante la justicia. No solo para limpiar su nombre, sino para vengar a su amigo, para cerrar ese capítulo oscuro que lo había perseguido por doce largos años en Azkaban. Sabía que Peter, por su naturaleza cobarde y su deseo de sobrevivir, volvería a Hogwarts. El simple hecho de que ahora se hubiera convertido en Scabbers, la rata mascota del amigo de su ahijado, era su mayor ventaja.

"Si no fuera por aquella pequeña visita a mi celda", pensó con ironía.

Con una sonrisa torcida, Sirius pensaba en lo que le esperaba a Pettigrew.

"La rata no podrá escapar esta vez."

Pero el plan no era simple. Para capturar a Pettigrew, necesitaba ser estratégico. Lo haría a la manera de los Slytherin, con astucia y sigilo, sin dejar rastro. Necesitaba seguir sus movimientos, hacerle creer que todo iba bien, hasta que fuera demasiado tarde para que el traidor pudiera escapar. Sirius ya había colocado varias trampas en el castillo, lugares donde Peter se sentiría cómodo, donde no sospecharía nada.

"Ahora solo es cuestión de tiempo."

El pensamiento de su ahijado, Harry Potter, lo acompañaba siempre en su mente. Aunque no podía estar cerca de él, aunque no podía hablarle aún, Sirius lo amaba con todo su ser.

"Lo protegeré, James. Te lo prometí."

Pero esa no era la única preocupación que lo rondaba. Había algo más, algo que Sirius aún no comprendía completamente. La magia que Harry había comenzado a manifestar... Su potencial como omega, su conexión con los suyos, con la manada, algo que había comenzado a brotar de forma peligrosa. Se sentía atrapado en una red de emociones encontradas, incapaz de encontrar respuestas.

"¿Está listo para esto?" se preguntaba con inquietud.

Sirius dejó escapar un suspiro pesado.

"Nada en este mundo me hará abandonar a mi ahijado, pero lo que está por venir... no será fácil."

Y a pesar de todo, su corazón se llenaba de una punzada de dolor cuando pensaba en todo lo que Harry tendría que enfrentar. Sirius había sido un tonto al huir en el momento en que más lo necesitaba, pero ahora estaba decidido a ser el padrino que Harry merecía. Lo guiaría, lo protegería, pero primero debía atrapar a Peter Pettigrew.

Con un brillo de furia en sus ojos, Sirius salió de la Casa de los Gritos, transformándose en el gran perro negro que era su forma animaga. Se dirigió a la casa de los Black, su antiguo hogar, el lugar que había jurado nunca volver a pisar. Allí, en ese lugar que había sido testigo de tantas penurias y tantas traiciones, Sirius necesitaba estar, para cumplir su promesa, para lograr la venganza que tanto anhelaba.

La casa de los Black, esa mansión maldita, estaba esperando.

"Mi madre se retorcería en su tumba si supiera lo que haré con su herencia." Sonrió amargamente al pensar en ello. "Pero nada me detendrá. Nadie más perderá a alguien que quiere."

Y así, con paso firme, se adentró en la oscuridad de la noche, hacia el destino que ya no podía evitar.

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El corazón de Hermione Granger latía con fuerza mientras observaba a su amigo postrado en una cama de la enfermería. Harry estaba allí, tan pálido, tan vulnerable. ¿Por qué había tenido que ocurrir esto? ¿Por qué no podía descansar, por qué no podía despertar?

"Es mi culpa... todo esto."

Sus pensamientos se nublaban de frustración y desesperación. Cuando Harry había caído inconsciente, la impotencia que sentía al no poder hacer nada la consumía. Se sintió pequeña, incapaz de ayudar a su mejor amigo, a esa persona que siempre había sido su roca.

Había días en los que, después de todo lo que había vivido, Hermione deseaba poder regresar a un tiempo en que todo fuera más sencillo, en que Harry no tuviera que cargar con tanto peso sobre sus hombros. Pero ahora, la tensión era insoportable. Los días se alargaban, y la pregunta seguía rondando en su cabeza:

"¿Cuándo despertará? ¿Cómo puedo ayudarlo?"

En medio de todo esto, había algo que también la perturbaba profundamente. La desaparición de Scabbers, la rata de Ron, cuya ausencia solo aumentaba las tensiones entre ellos. El reproche que Ron le había dirigido a su gato Crookshanks era algo que la hacía sentirse atrapada. Ron no quería escucharla, no podía entender que Crookshanks no había hecho nada. Pero, ¿cómo explicarle que Scabbers era más que una simple mascota? ¿Cómo contarle que ese pequeño roedor podía ser mucho más peligroso de lo que parecía?

Era una guerra interna constante. Cuando Hermione entraba en la habitación de Harry y veía a su amigo allí, dormido, sin poder hacer nada por él, sentía que su alma se desgarraba. La preocupación la invadía, y no había consuelo en nada.

"Ron no me entiende... No entiende lo que está pasando."

La incomodidad entre ellos crecía día a día. Los reproches, las acusaciones sin fundamento, solo aumentaban la distancia entre ella y Ron, pero lo que más le dolía era que Harry, su querido amigo, estaba en medio de todo esto, sin poder hablar, sin poder explicar lo que le sucedía.

"Harry no está bien... y nadie lo ve."

A pesar de todo, Hermione intentaba mantener la calma. En sus clases, en la biblioteca, trataba de concentrarse en sus estudios, pero el peso de la situación le resultaba insoportable.

"Todo esto es mucho más grande de lo que imaginamos."

Cuando Ron la sacó de su concentración para ir a la cena, Hermione no pudo evitar reprimir un suspiro de frustración. A veces, no entendía cómo podían estar tan ocupados con cosas tan triviales cuando Harry estaba en esa cama, luchando contra algo mucho más grande.

— Hermione, ¡vamos! ¡La comida! — Ron insistió, pero ella estaba demasiado preocupada para pensar en eso.

— Ron, ¿te has dado cuenta de lo que está pasando? — respondió, su tono corto, exasperado. — Harry está luchando por su vida, y tú solo piensas en la comida. ¡No es justo!

Pero a pesar de sus palabras, Hermione no pudo evitar ver la preocupación en el rostro de Ron.

Sabía que él también estaba sufriendo, a su manera. Al menos, estaba ahí, y aunque a veces sus acciones parecieran molestas, era una forma de mostrar que le importaba.

Hermione se quedó en la biblioteca, intentando seguir con su lectura, pero su mente no dejaba de regresar a Harry y a la creciente tensión que vivía. Había algo más, algo que la inquietaba profundamente. La naturaleza de Harry estaba cambiando, de una forma que ni ella ni Ron comprendían del todo. Y mientras ella intentaba poner su mente en orden, no podía evitar preguntarse:

"¿Qué le está pasando a mi amigo?"

Luna Llena [HP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora