Remus y Harry seguían hablando sobre el pasado, el presente y lo que deseaban para el futuro, tras la profunda explicación del alfa sobre la vida de un hombre lobo.
El agotamiento que ambos habían sentido en sus cuerpos ya no estaba. Remus había ayudado a Harry a encontrar su objeto antiestrés, ya que no querían que, por sentirse amenazado, atacara a algún alumno de Hogwarts. Para ello, Remus le había dado, o más bien Harry le había "robado", una de sus prendas de vestir: una camiseta que tenía como recuerdo de su último día en Hogwarts. Era un regalo de James y Lily, en su cumpleaños. El tejido estaba desgastado por el frecuente uso que había tenido a lo largo de los años.
Harry nunca pensó que llegaría a entregarle una de las pocas reliquias físicas de sus padres a su hijo, pero ahora sentía que era lo correcto. No solo por el gesto, sino porque su lobo se calmaba cada vez que veía a Harry caminar por la habitación con la vieja camiseta, como si fuera algo natural, como si el polo se hubiera convertido en un lazo entre ambos. A su lobo le gustaba esa sensación, el aroma familiar que desprendía.
Comieron a su hora, atendieron sus tareas pendientes y Harry ayudó a Remus con las responsabilidades que debía cumplir por su ausencia. Aun así, la mirada aterrada de Harry lo seguía preocupando profundamente. Quería protegerlo, encerrarlo en un lugar seguro, sin que tuviera que enfrentarse al mundo exterior, pero sabía que no podía. No podía privarlo de vivir, de encontrar su lugar.
— Si puedes, solo hazlo —habló Lunático en su mente con un gruñido bajo, sorprendiendo a Remus.
Hacía mucho tiempo que no escuchaba a su lobo tan claramente. Parecía resentido por las veces en que Remus había ignorado sus demandas.
— No, no puedo —respondió con firmeza, dirigiéndose hacia su lobo—. No me pertenece. Es el hijo de James y Lily, quienes me aceptaron, no para que le hiciera lo que quisiera.
— Ellos están muertos. Cuando dejaron de estar, tú te negaste a cuidarlo. Ahora, míralo... lo hirieron y no estuvimos allí para protegerlo —le reprochó su lobo, hiriente.
El corazón de Remus palpitaba con furia. Sabía que todo era su culpa. Había hecho todo mal y durante años se había torturado por ello. Aún lo hacía. Pero su lobo tenía razón. El remordimiento lo consumía, y aunque quería arrepentirse, algo dentro de él no lograba hacerlo. Esa sensación de vacío lo dejaba enfermo, incapaz de perdonarse.
— Remus, ¿estás bien? —la voz calmada de Harry lo sacó de sus pensamientos y lo ancló a la realidad.
Remus se dio cuenta de que no podía perderse más en sus pensamientos oscuros. Aún no era tarde para salvar a Harry de la vida que él mismo había vivido. Aún podía hacerlo. Y lo haría.
— Sí, lo siento, estaba pensando —respondió, sin apartar la mirada del joven.
Más tarde, después del almuerzo, el director de Hogwarts los visitó para comprobar el estado de Harry y el progreso que había hecho. Remus le aseguró que para el día siguiente ambos podrían salir de su confinamiento y regresar a sus rutinas. Dumbledore les sonrió con afecto, brindándoles palabras de aliento, como un fiel recordatorio de que ya no estaban solos. Se tenían mutuamente para ayudarse.
Otro día llega, pero los miedos siguen...
Remus no podía dejar de sentirse nervioso, y algo dentro de él sabía que había más de lo que parecía. Su lobo también estaba inquieto, y eso solo hacía que él mismo estuviera aún más tenso. Harry, por su parte, luchaba con un torbellino de emociones. Había experimentado mucho, pero lo que más lo inquietaba ahora era la sensación de rechazo. No de Remus, sino de los demás. De los amigos que pensaba que lo habían aceptado, pero que no sabían cómo manejar su nueva realidad.
Con los Dursley, el miedo siempre había sido una constante en su vida. El miedo, la impotencia, la sensación de no pertenecer. Todo eso lo había vivido desde niño, pero ahora, después de enterarse de la verdad, sentía que esos primeros diez años de vida con ellos se habían desvanecido. Aunque se sentía libre y feliz, algo le daba miedo. Sentía que, tal vez, la aceptación que tanto deseaba no llegaría tan fácilmente de sus amigos. Y, por encima de todo, temía ser una carga para Remus, a quien no quería lastimar.
Había algo en esa nueva condición que lo aterraba, y aunque no quería admitirlo, sabía que Remus también sentía lo mismo. Si antes las cosas ya habían sido complicadas, ahora lo serían aún más. No solo por la aparición de Sirius Black en sus vidas, sino por lo que eso significaba.
Recordaba la incomodidad de ese tercer año en Hogwarts. El hecho de que Voldemort le hubiera dado un año de "descanso" solo aumentaba la tensión. Todos estaban tan preocupados por Sirius Black que nadie parecía querer hablar con él sobre lo que realmente importaba. No sabía por qué, pero esa falta de comunicación lo había dejado solo, perdido en su ignorancia, y esa fue la mayor herida que había recibido: el hecho de que todos sabían algo que él debía saber, pero se callaban.
Lo peor fue enterarse de todo por Draco Malfoy, esa mirada de superioridad burlona, esa sonrisa que lo torturó más de lo que habría esperado. Y lo peor era que incluso Arthur Weasley sabía lo suficiente como para decírselo, pero optó por callar.
¿Por qué lo habían dejado vivir en la ignorancia?
Ese pensamiento lo carcomía mientras, por otra parte, sentía el miedo del lobo en su interior. El aroma de Remus, esa mezcla de sus dos olores, lograba calmar un poco sus ansiedades. Aunque sentía el impulso de escapar, el elfo doméstico de Hogwarts le impedía salir. Su cuerpo y mente estaban tensos, pero al menos podía concentrarse en lo que le quedaba: ese lazo con Remus, aunque fuese frágil.
En su interior, Harry deseaba poder agradecerle a Remus, aunque sentía que nunca podría hacerlo lo suficiente.
De repente, el sonido de la puerta lo sacó de sus pensamientos. El olor de Remus llenó la habitación, relajándolo, aunque el cansancio y la tristeza del alfa eran palpables. Harry saltó del enredo de ropa y corrió a recibirlo, pero al ver su postura decaída y su rostro envejecido por la carga de todo lo que había vivido, se detuvo. Algo estaba mal, y esa sensación se apoderó de él.
— Remus... —le dijo, con una sonrisa forzada, al no saber qué más hacer.
Lo guió suavemente al sofá, sintiendo cómo su lobo le exigía que lo tranquilizara. El silencio entre ellos era pesado, y el aroma de Remus inundaba el aire, aliviando poco a poco la ansiedad de Harry. Finalmente, el elfo regresó con el té y los sirvió, creando un pequeño espacio de calma.
— Harry, hay algo de lo que quiero hablar contigo... —empezó Remus después de un sorbo de té, su voz temblorosa—. Algo que he estado evitando, pero creo que es mi deber informarte.
El corazón de Harry dio un vuelco. No sabía si estaba listo para escuchar más. Algo le decía que todo esto tenía que ver con Sirius Black, y no estaba seguro de si quería saber más.
— Después, Remus... —dijo Harry, casi rogándole, sintiendo cómo la angustia se apoderaba de él—. Después...
Era tarde, así que Remus lo guió con cuidado hacia la cama. Lo acurrucó junto a él, envolviéndolos en las mantas, y se despidió con una sonrisa triste. Con algo de ayuda de su lobo, Harry logró conciliar el sueño. El próximo día traería nuevas tensiones, nuevos desafíos. Pero por ahora, solo podía esperar que fuera diferente.
Al día siguiente, tendría que enfrentarse a todos. Y aunque aún no sabía cómo, lo haría. Lo único que deseaba era un poco de paz.
![](https://img.wattpad.com/cover/247090459-288-k887041.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Luna Llena [HP]
Loup-garouLas callosas manos del hombre masajeaban sus adoloridos músculos después de pasar su primera noche como una criatura oscura. A pesar del miedo que sintió por el probable rechazo que sentirían sus amigos y la única familia que le quedaba, ahora podía...