02

2.2K 263 17
                                    


El lobo alfa sabía que el omega aún era muy joven y que carecía de la madurez necesaria para el vínculo completo. Sin embargo, el cortejo podría empezar, silencioso, antes de que la conciencia humana del muchacho lograra imponerse. Remus entendía que su forma humana tendía a reprimirse demasiado, lo que hacía que sus transformaciones fueran dolorosas y agotadoras. Pero ahora que tenía un omega al cual proteger, ambos se esforzarían en adaptarse a sus nuevas condiciones y responsabilidades.

Su omega era hermoso; tan pequeño y delgado que Remus temía romperlo con cualquier movimiento brusco. Sin duda, tendría que alimentarlo bien para que ganara fortaleza y salud. Como alfa, se encargaría de cuidar de él de la mejor forma posible.

—Omega... —la voz de Remus sonó más grave y ronca, con un timbre diferente al que solía tener en su forma humana.

Harry respondió al llamado del alfa, aunque su conciencia humana parecía aún inactiva, y le devolvió una mirada tranquila. Aunque joven, en su lado de lobo sabía que debía ser cortejado, un proceso que le permitiría evaluar si el alfa era adecuado para ser su pareja. Por eso, Harry se restregó suavemente contra él, dándole permiso para continuar con el cortejo.

—Alfa... —susurró Harry con un tono suave, aunque juvenil.

Remus se sintió profundamente conmovido. Aunque Harry aún era un niño, su espíritu omega emergía con sutileza y fuerza, haciendo que ambos se acercaran instintivamente.

La conexión entre ambos era casi palpable, y el lobo de Remus, ansioso pero paciente, aceptó la necesidad de ir despacio. Ambos se acomodaron y se durmieron abrazados, en una paz inusual para sus mentes atormentadas. Esperaban que su vínculo se fortaleciera y que el tiempo fuera su aliado.

A la mañana siguiente, Harry despertó antes de que Madam Pomfrey llegara a la enfermería. Al ver la posición en la que estaba, junto a Remus, se levantó rápidamente, avergonzado, revisando si alguna parte de su cuerpo estaba adolorida. Remus, algo más acostumbrado, se estiró y observó al joven con una mezcla de preocupación y ternura, sabiendo que su lado de lobo había tomado el control durante la noche.

Con el permiso de la enfermera, se dirigieron al despacho del director, donde Dumbledore los esperaba.

—Buenos días. Pasen, por favor. ¿Caramelo de limón? —Dumbledore ofreció amablemente, y ambos negaron con cortesía.

Dumbledore les explicó lo esencial: Harry iría a los cuartos privados del profesor Lupin para adaptarse a sus nuevas habilidades. Volvería a los dormitorios comunes de Gryffindor cuando se sintiera listo. La seguridad de ambos era lo primordial, y Dumbledore parecía más atento que nunca.

—Gracias, director. —Harry se despidió con rapidez, deseando salir de allí cuanto antes.

Mientras se dirigían a los aposentos de Remus, Dumbledore reflexionaba en silencio. Sabía que el destino de Harry y Remus estaba entrelazado de una manera peculiar. Harry, como un joven lobo omega, tenía un aura especial que llenaría de fortaleza y propósito a Remus, quien había llevado una vida llena de dificultades y soledad. En ese instante, Dumbledore solo podía desear que su futuro fuera luminoso, a pesar de los peligros que pudieran acecharles.

En los pasillos del castillo, los cuadros empezaban a despertar, y algunos fantasmas se desplazaban perezosamente. Remus observó cómo Harry miraba con curiosidad el recorrido hasta sus aposentos. Cuando llegaron, Remus murmuró la contraseña y dejó que Harry pasara primero. El lugar era pequeño, con una sencilla sala de estar que irradiaba calidez y el aroma característico de Remus, un espacio acogedor en comparación con la fría casa de los Dursley.

—Tus cosas ya están guardadas en el dormitorio. Acomódalas como desees —le indicó Remus, con una sonrisa de bienvenida.

Harry asintió y empezó a explorar el lugar en silencio. Aunque el espacio era modesto y con muebles desgastados, Harry se sintió extrañamente en casa. Con una sonrisa discreta, envolvió sus hombros en una colcha que encontró sobre el sofá, inhalando el aroma familiar de Remus que impregnaba la tela.

—¿Irás a clases hoy? ¿O prefieres tomarte el día? —preguntó Remus con una expresión seria, observando la ansiedad en los ojos de Harry.

—No sé si pueda controlar... esto... —admitió Harry, refiriéndose a su nueva sensibilidad y temperamento—. Me resulta difícil estar cerca de Snape o de Malfoy.

—Lo entiendo —respondió Remus, con empatía—. Yo también he tenido mis problemas con el control. Aprovechemos estos días para ayudarte a adaptarte. Dixy, tráenos el desayuno, por favor.

—El profesor Lupin llamó a Dixy. —Una elfo con grandes ojos y una apariencia tranquila apareció rápidamente.

Mientras desayunaban, Remus comenzó a explicarle a Harry todo lo que necesitaba saber sobre los hombres lobo. Habló de las jerarquías de la manada, de la importancia de aceptar su lado lobo, y de la poción Matalobos, que, aunque no era una cura, permitía controlar mejor las transformaciones.

Harry escuchaba con atención, asimilando la información. La sensación de tener un lugar seguro, con alguien que realmente se preocupaba por él, lo llenaba de calma y gratitud.

Antes del almuerzo, alguien llamó a la puerta. Harry, sobresaltado, se escondió instintivamente en el regazo de Remus. Remus, con una sonrisa indulgente, lo levantó y lo llevó al dormitorio, asegurándole que no pasaría nada.

—Hermione, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó Remus al abrir la puerta.

—Profesor Lupin, ¿continuaremos desde donde dejó la clase, o desde donde nos llevó el profesor Snape? —preguntó Hermione, mostrándose tan seria como siempre.

Remus suspiró, con una leve sonrisa melancólica.

—Seguiremos desde donde lo dejé. Gracias, Hermione. Que tengas un buen día.

Hermione asintió y se retiró, dejando a Remus con una mezcla de nostalgia y tristeza. Sabía que Snape tenía razones para ser frío con él, pero aún le dolía la tensión entre ellos.

Al regresar junto a Harry, le explicó lo sucedido y Harry lo escuchó con atención, prometiendo que mantendría su condición en secreto. Ambos sabían que sus amigos podrían entender en el futuro, pero por ahora, lo mejor era que solo Remus lo supiera.

Esa noche, se acomodaron juntos en la cama, con una sensación de paz. Por primera vez, Remus sentía que tenía algo por lo cual luchar, y Harry, por su parte, encontraba el hogar que tanto había anhelado. Con una sonrisa satisfecha, se desearon buenas noches, sabiendo que ese vínculo recién comenzaba.


Luna Llena [HP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora