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Harry despertó, pero no abrió los ojos de inmediato. El cansancio seguía pesando sobre su cuerpo, y una mezcla de incomodidad y adormecimiento le impedía moverse del todo. Sin embargo, había algo distinto esta vez: un calor suave y reconfortante lo rodeaba, y el aroma que lo envolvía era tan agradable que le recordó al olor a tierra y bosque después de la lluvia. Sin darse cuenta, se dejó llevar por la calidez y el olor, relajándose hasta emitir un sonido bajo y placentero, algo parecido a un ronroneo.

Entonces, una risa baja y melódica se escuchó muy cerca, justo junto a él. Al oírlo, abrió los ojos de golpe, despertando completamente de su sopor. Parpadeó mientras intentaba entender dónde estaba y por qué había alguien tan cerca.

A medida que sus ojos se adaptaban a la luz tenue de la enfermería de Hogwarts, su mirada se posó en la figura de una persona a su lado, en la misma camilla. Era el profesor Remus Lupin, el nuevo maestro de Defensa Contra las Artes Oscuras. Parecía tan cansado como él, aunque lucía un semblante de calma y una pequeña sonrisa algo apenada. Gran parte de su pecho y brazos estaban vendados, como si él también hubiera sido herido de gravedad.

—Profesor Lupin... —susurró Harry, aun sin comprender por qué estaba allí con él.

—Harry, no te preocupes —respondió Remus, con voz suave y cansada—. Estás a salvo.

Harry sintió un nudo en el estómago, y la culpa comenzó a hacerse paso entre sus pensamientos. No entendía del todo lo que había sucedido, pero algo en su interior le decía que él debía de haber sido la causa de las heridas de Lupin.

—Profesor... —balbuceó, tratando de buscar las palabras adecuadas—. Lo lamento. No sé qué pasó, pero espero no haberlo lastimado...

Lupin negó suavemente con la cabeza.

—Harry, esto no es tu culpa. Es algo que sucedió y que debí haber previsto —le aseguró con una sonrisa cálida, que de alguna manera lograba tranquilizar el torbellino de pensamientos en la mente de Harry.

Justo en ese momento, la enfermera Madam Pomfrey apareció corriendo las cortinas alrededor de la camilla, lanzándoles una mirada de desaprobación por estar tan cerca, pero sin decir nada en voz alta. Miró a ambos por un momento, evaluando el estado de sus heridas.

—Muy bien, ambos se están recuperando más rápido de lo que esperaba —les dijo mientras tomaba nota en un pergamino—. Quizás para mañana ya estén listos para salir de aquí. Pero por ahora, necesito que descansen. —Hizo una pausa y se volvió hacia Harry—. ¿Quieres que te lleve a tu propia camilla, querido, o prefieres quedarte aquí junto al profesor Lupin?

Harry sintió una resistencia instintiva a la idea de separarse del profesor, y sin poder evitarlo, negó rápidamente. Aún no entendía por qué, pero la idea de alejarse de él lo hacía sentir desamparado.

—Bien, entonces expandiré la camilla para que tengan más espacio —concedió Madam Pomfrey, dándole una sonrisa comprensiva antes de alejarse.

Harry se acomodó mejor al lado de Lupin en la camilla expandida, permitiendo que el cansancio y la tranquilidad lo envolvieran de nuevo. En algún punto, sus ojos se deslizaron hacia las vendas que cubrían el torso y los brazos de su profesor. La urgencia por ayudarlo apareció en su interior con una fuerza extraña, una necesidad que nunca había experimentado.

Sin pensarlo demasiado, Harry alargó la mano y la colocó suavemente sobre los vendajes de Lupin. Casi sin saber lo que hacía, dejó que sus pensamientos se enfocaran en el dolor ajeno, en el deseo de aliviarlo. Un calor leve emanó de su mano, y una sensación de paz llenó su pecho. Mientras su mano permanecía allí, sentía cómo el malestar de Lupin parecía disminuir poco a poco.

Remus abrió los ojos, sorprendido por la desaparición gradual de su dolor. Observó a Harry en silencio, notando la expresión concentrada en el rostro joven, y una ternura inesperada se hizo paso en su pecho. Sin decir una palabra, deslizó su mano hasta el cabello desordenado de Harry, acariciándolo con suavidad.

—Gracias, Harry —susurró, sacando de su bolsillo una barra de chocolate y ofreciéndole un pedazo—. No sé cómo lo haces, pero tienes un don muy especial.

Harry aceptó el chocolate, aunque en el fondo su mente continuaba enredada en las dudas. Sabía que algo había cambiado en él, y a pesar de no entenderlo del todo, intuía que esto era solo el comienzo. Mientras tomaba el chocolate, escuchó algo en su mente, una voz suave que parecía susurrar palabras de consuelo, aunque no lograba descifrarlas completamente. Aun así, la voz lo reconfortaba, y una sensación de paz comenzó a surgir en su pecho.

El sonido de la cortina de la camilla abriéndose lo hizo volver a la realidad. El director Dumbledore entró con una expresión serena, aunque sus ojos parecían evaluarlos cuidadosamente a ambos.

—Harry, debido a tu nueva condición, es importante que alguien esté a tu lado para ayudarte en este proceso. —Dumbledore le lanzó una mirada significativa a Remus—. Por eso, el profesor Lupin será tu tutor a partir de ahora. No solo tiene la experiencia necesaria, sino que también podrá ayudarte a entender todo lo que se avecina.

Harry sintió un alivio profundo al escuchar eso. Ya no tendría que volver con los Dursley; finalmente se libraría de la vida de maltrato que había tenido con ellos. Pero justo cuando iba a dar las gracias, un pensamiento sombrío cruzó por su mente. Sería peligroso para el profesor Lupin. Sabía que los hombres lobo podían atacar sin razón durante la luna llena, y la idea de lastimarlo lo horrorizaba.

—Pero, director... soy un hombre lobo ahora. Podría hacerle daño sin querer. —Su voz temblaba al decirlo, y evitó mirar a Lupin.

—Harry —intervino Remus con calma—, no te preocupes por eso. Estaremos seguros, y te ayudaré a entender esta nueva parte de ti. No estás solo en esto.

Harry frunció el ceño, confundido, y Dumbledore sonrió con amabilidad antes de dar una explicación que lo dejó sin aliento.

—Harry, el profesor Lupin también es un hombre lobo.

La sorpresa en el rostro de Harry fue evidente. No había imaginado que su profesor compartiera esta condición con él, pero algo en su interior lo hacía sentir que, con Remus, estaría seguro. Dumbledore los observó a ambos con una expresión de satisfacción, luego les dio una última sonrisa antes de dejarlos a solas.

Harry miró a Remus, incapaz de expresar en palabras la mezcla de emociones que lo embargaba. La paz y el consuelo que sentía en la presencia de su profesor eran algo que nunca había experimentado. Aunque apenas lo conocía, la intuición le decía que podía confiar en él. Sin saber cómo o por qué, sabía que junto a él podría enfrentar cualquier dificultad.

Remus lo observó también, consciente del torbellino de pensamientos que probablemente se arremolinaban en la mente de Harry. Después de una pausa, alzó la mano y le acarició el cabello con ternura, brindándole una seguridad que parecía ir más allá de las palabras.

—Harry, pase lo que pase, no estás solo. Vamos a enfrentar esto juntos —murmuró Remus, con una intensidad en su voz que le caló hondo.

Harry cerró los ojos, dejándose llevar por el momento, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió realmente a salvo.

Luna Llena [HP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora