Capítulo 4.

282 19 0
                                    

Volví a casa. El chico por suerte no fue con nosotros. De repente sentía mucha intriga. ¿A dónde van los ángeles cuando no tienen que proteger? ¿Por qué él fue el enviado y no otro? ¿Tienen poderes? ¿Pueden volar? ¿Tienen alas? Y un sinfín más.
—Aun esta muy delicada hija—susurró mi madre— ¿Por qué no vas y te recuestas?
Asentí.
Mi padre me ayudó a subir las escaleras. Me ayudó a recostarme en mi cama. Y cerró la puerta. Deseándome las buenas noches.
Solo suspiré cuando él ya se encontraba fuera.
Debía contarle a alguien lo que me ha ocurrido. Obviamente a mi madre no, no me creería. ¿Y si le contaba a Marley? Pensé por unos segundos aquello y decidí hacerlo.
Tomé mi celular y marqué su número lentamente.
Marley no contestaba.
Decidí esperar y contarle mañana cuando venga a visitarme. Cerré mis ojos para poder dormir. Pero un fuerte golpe en la ventana de mi cuarto me desconcentro.
Miré en dirección de esta y le vi nuevamente.
De alguna u otra forma ya no sentía miedo, tampoco sorpresa. Mi corazón ya no se aceleraba al momento de aquellas tan extrañas visitas. Al parecer mi metabolismo ya se estaba acostumbrando.
—Y ¿ahora qué?—gemí.
Llevé la almohada sobre mi rostro y ahogué los gritos de rabia.
—No puedes contarle a nadie sobre mí—musitó serio mientras daba pasos para aproximarse.
—Tarde, le conté a Marley—mentí.
—Mientes—susurró.
—Acaso ¿Eres un vampiro y lees las mentes?—me burlé.
—No—susurró—Soy un ángel y leo los auras.
—Y ¿Eso qué?
—Que sabré cuando estés triste, malhumorada, feliz, desilusionada, atrevida, todo.
Trague saliva sonoramente y le miré recordando lo que me dicho en el hospital:
—Jamás quise bajar a ayudarte.
Le miré de reojo y volví a recostarme.
—Si no querías bajar a ayudarme ¿Por qué lo has hecho?—consulté dándole la espalda.
Sentí un suspiro de su parte.
La cama crujió. Gire mi cuerpo y lo vi recostado a mi lado dándome la espalda, volví a mi antigua posición.
—Porque de alguna u otra forma estamos conectados—respondió casi tratando de él mismo entrar en conciencia de aquello.
— ¿Conectados? ¿Por qué o qué?—pregunté.
—No lo sé—musitó—solo él lo sabe.
— ¿Quién es él?—consulté nuevamente.
Guardó silencio. Yo también lo hice.
Sin darme cuenta o inconscientemente me quedé dormida. Le di el permiso a Morfeo para que me meciera en sus brazos.

Desperté producto del frió que se comenzó a colar por mi ventana. Me puse de pie y el dolor del choque ya no estaba en mi cuerpo. Me encontraba como nueva. Miré mi cama y no lo vi. Pero estaban los rastros de la visita de mi ángel.

Sacudí mi cabello y baje las escaleras de mi casa trotando.
Era increíble como de mi cuerpo nada dolía. Siquiera el pequeño rasguño que tenía en mi frente. Nada.
— ¿Qué haces tan temprano de pie hija?—consultó mi madre cariñosa.
— ¿Me preparo para ir al instituto?—contesté obvia.
—Solo han pasado dos días desde el accidente Rachel —murmuró algo preocupada—Puede darte algo, que sé yo.
—Ma, estaré bien créeme—le pedí tomando asiento para desayunar.
Mi madre suspiró y en menos de cinco minutos yo ya me encontraba caminando hacia el instituto.
No pensaba volver a subirme a un auto otra vez.

Mire hacia adelante y pude apreciar que solo faltaba una calle para llegar al recinto. Vacilé por un momento al imaginarme la clase sobre mí haciendo preguntas y preguntas a las cuales no tenía respuesta. ¿Qué les diría?
-Chicos estoy bien no se preocupen mi ángel me ha salvado la vida y ha curado mis heridas.
Obviamente no podía decir eso.
Suspiré antes de entrar a clases y me introduje entre los alumnos.
Caminé cabizbaja por el largo y oscuro pasillo y me paré fuera de mi clase. Vacilé por unos segundos antes de ingresar.
'Odio esto', pensé y posé mi mano sobre la perilla de la clase de lengua.

—Y ¿ahora qué?—exclamaron tras mío.
Volteé asustada, aquello me tomó por sorpresa.
Y allí estaba de nuevo mi ángel.
—No lo sé yo no te eh llamado—me defendí.
Cruzó los brazos sobre su pecho y me miró con una extraña expresión en su rostro.
—Estas nerviosa tienes miedo, ¡Tengo que venir por obligación si te sientes de esa forma!—balbuceó enfadado.
Jamás pensé que un ángel se enfadara.
Le fulminé con la mirada y bufé.
—No quiero entrar a clases—susurré avergonzada.
— ¿Por qué no?—consultó más calmado.
—Todos se lanzaran sobre mí y buscaran heridas, me preguntaran cosas. Seré tal y como las ranas de laboratorio—respondí temblando por el terror que aquello me provocaba.
No quería ser el centro de atención.
—Ok—musitó—Vamos, no iras a clases.
Le mire asombrada y sonreí.
— ¿Es enserio?—consulté aun incrédula.
—Un ángel—arrastró entre dientes la palabra ángel—No miente.
—Gracias ángel—dije burlonamente.
Me miró de reojo y carcajeó.
—No me digas ángel por favor, dime Finn, solamente Finn.
Asentí y comenzamos a caminar hacia la salida del instituto.

—Y ¿A dónde vamos ahora?—consulté intrigada.
—A tu casa—respondió obvio.
—No, no quiero ir a casa—susurré.
Detuvo su caminar y me plantó cara.
—Y ¿A dónde quieres ir?—preguntó.
—No lo sé—musité y deje de caminar.

Me senté en una de las cuantas bancas de paradero que por allí había.
Finn imitó mi acto.
Estábamos en silencio y de alguna forma se sentía bien.
—Oye—dijimos ambos al unísono.
Sonreí y él también lo hizo.
—Comienza tú—susurró.
Asentí.
—Hace dos noches atrás, no terminaste de contarme como ocurrió todo esto—murmuré—Aun no puedo creer que me ocurran estas cosas.

El chico sonrió nervioso y luego me miró.

Mi querido ángel (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora