Sabía que eso estaba mal. No hubiera bajado ella si lo que me tenía que decir Finn no fuera tan desagradable o difícil de decir.
—No necesito tu ayuda Santana—explotó Finn y la amenazó con una mirada furiosa.
—Aún así lo diré—dijo la chica—escuchame muy bien Rachel, Finn es tú ángel, y no es para siempre. Vete haciendo la idea de que los problemas para ti acabaron, ya no hay peligros a tu alrededor, ya nadie te volverá a herir, así que amiga, comienza a contar los minutos que te quedan junto a él.
— ¡Cierra el pico Santana!—gritó Finn al tiempo que llevaba sus manos a mis oídos.
—Finn—sollocé.
Si lo que la chica decía era verdad, entonces ¿lo que soñé pasaría?
Quite las manos que Finn había puesto sobre mis oídos, y mire a Santana.
—No me dejaras ¿verdad?—le pregunté al ruliento que me tenia al borde de la muerte o quizás lo más cercano en ese momento al llanto.
—Princesa yo...—vaciló por unos momento que parecían eternos y por ultimo la chica habló por él.
—No creo que lo ames tanto.
La fulminé con la mirada. ¿Cómo un ángel podía ser tan... mierda?
— ¿Tú que sabes de amor si no lo alcanzaste a sentir?—grité y Finn me abrazó por la cintura luego apoyo su cabeza sobre mi hombro.
—Tranquila, sabes que yo jamás te dejare.
Suspiré y cerré mis ojos, luego voltee mi rostro y bese su frente.
—Ya estamos bien—susurró él.
Abrí mis ojos y mire hacía delante, para encontrarme con el cielo calmado, sin lluvia y a Santana quien ya no estaba allí.…
Llegué a mi casa, Finn dijo que debía hacer cosas de 'ángeles' y no pasaría la noche conmigo otra vez.
Yo no podía dejar de pensar en el loco día que me toco vivir. Odiaba a Santana.
No iba a dejar que Finn desapareciera de mi lado, no iba a dejar que se fuera para siempre, no iba a acostumbrarme jamás a una vida sin sus besos.
Yo respiraba por que él lo hacia.
Entré en la cocina, en donde me encontré con mi madre hablando por teléfono. Y a mi padre lavando la loza. Los salude y les avisé que saldría.
Tomé mi chaleco y corrí hasta el carro de mi mamá.
Comencé a conducir por el centro de Lima. Hasta que una idea llegó a mi mente. Y no dude en no dejarla pasar.
Bajé del auto. Y entre al recinto de manualidades.
Si ya no existían peligros a mi al rededor, ¿Podía yo ser mi peligro? ¿Podía yo volverme masoquista por amor?—¿Tienen navajas, quiero decir estiletes o corta cartón?—le consulté torpemente al chico que atendía.
—De todas las clases—respondió riendo.
—Ok, quiero uno.
Salí de la tienda con mi navaja en mano y subí al auto.
Manejé hasta llegar a la entrada del mismo prado en donde por primera vez besé a Finn.
Baje del carro y corrí hasta llegar cerca del lago, en donde tome asiento y saqué de mi bolsillo la navaja que acababa de comprar, mi cómplice, el objeto que mantendría a Finn a mi lado.
Subí un poco la manga de mi chaleco hasta la altura de mi codo. Deslice un poco el nivelador de tamaño de mi corta cartón y lo apunte sobre mi muñeca. Me estaba volviendo loca.
El metal frió y filudo rosaba mi delicada y traslucida piel. Mis venas se marcaban purpuras producto del frío y yo trataba de no pensar en Finn para que no llegara a impedirme aquel acto masoquista. Tome aire, haciendo que el aire frió calara en mis pulmones. Lo amaba tanto, que podía admitir que estaba loca, loca de amor por mi ángel.Desde el día en que lo conocí, el día en que mire sobre el vidrio y lo vi dentro de su ataúd. El día en que no pude evitar largarme a casa junto a mis padres y tuve que volver dentro de la escuela solo para quitar aquella agonía que me comía. El día en que caí. Ese día que me cambió como si fuera parte de un milagro. Puedo decir sin pelos en la lengua que estuve destinada a conocerlo y a no separarme de él.
Las lágrimas torpemente se amontonaron en mis ojos. Cayeron hirviendo y parpadee un poco para que mi vista fuese más nítida. Noté que lo que estaba haciendo era un error. Noté que prefería ser victima de un erro en lugar de perderlo.
Cerré mis ojos y suspire amargamente. Apreté la navaja en mis manos y sin pensar, ya sin pensar nada deslice el corta cartón sobre mis venas.
No abrí mis ojos, el dolor que sentía recorrer mi cuerpo y lo frió que se sentía sobre mi muñeca me decían que había terminado con éxito mi ataque personal.
Era un palpitar lo que me hacía chillar del dolor sobre el pasto húmedo. Mi cuerpo contraído entre si y mis ojos negándose a mirar mi herida. Todo mezclado con el miedo. Abrí mis ojos de golpe y observe mi mano hecha añicos. Grite al verla y una lágrima se trabo en mi garganta impidiéndome respirar de forma normal.
—Mierda—chillé entre dientes y saqué mi abrigo con delicadeza.
Al rozar la tela con mi herida un aire agrio entro por mis venas. Haciéndome llorar de dolor.
Envolví mi chaleco al rededor de mi muñeca para que la sangre se detuviera, trate de hacer una llave pero mis manos temblaban y no tocaban bien. ¿Por qué lo hice?¿Has pasado por momentos en la vida en que crees que lo mejor sería morir para estar con el ser amado? ¿Has pensado alguna vez lo grave que han sido tus actos? ¿Te has atrevido a atentar contra tu cuerpo, solo para que esa persona no se valla? ¿Has actuado sin pensar?
Deje de mirar, mis ojos se nublaron en la oscuridad. Deje de sostener el abrigo con fuerzas en contra de mi voluntad sobre mi muñeca. Deje de sentir dolor sobre mi mano, lo único que me proporcionaba dolor era mi pecho.
Deje de respirar con impaciencia. Deje de respirar... por segundos.…
—Te Amo—deletrearon cerca de mi oído—Te amo.
Lo último fue un sollozo.
— ¿Cómo estará?—preguntaron minutos después.
No hubo respuestas ante esa pregunta, o al menos yo no capté una.
El silencio estaba presente a mí alrededor. Odio el silencio.Traté de mover mis dedos, pero no los sentía o mejor dicho; no sentía la fuerza para hacerlo. Moví mis labios o trate de hacerlo. Mis ojos fueron la última parte del cuerpo que traté de mover, pero nada.
— ¡Está respirando!—gritaron haciendo que la nube de silencio desapareciera.
— ¡Está respirando Doctor!—volvió a gritar la misma voz.Esa voz tan conocida para mi. La melodía para mis oídos.
Quise articular algo, pero de mi boca no salia siquiera un gemido. No me iba a rendir tan fácilmente yo iba a verlo.
Moví mis ojos, trate de mover algo de mi cuerpo pero no lo conseguía. Intente con mi mano, con mis dedos y lentamente concentre mi poca energía en este. Y por fin, pude cantar victoria, este se movió.
