capítulo 20

128 12 0
                                    

Amaba besar a Finn, creo que no hay nada mejor en la vida. No existirá nunca nada más bello que el sentir de sus dedos enredándose en los míos. O mejor, sus brazos enrollando mi cuerpo por las noches.
Creo que el tiene razón; nuestro sentimiento es más grande que un misero 'te amo'.

Se separó lentamente, solo para darle paso al aire en mis pulmones.
Lo mire a los ojos y sonreí.
—Creo que me encanta esto—susurró.
Carcajee y me puse de pie.
—Vamos, que no quiero estar todo el día aquí en la cocina.
—¿Adonde quieres ir?—preguntó—recuerda, el doctor dijo...
—Finn—le interrumpí. Levanto su mirada y sonrió.
—¿Qué?—preguntó.
—No me importa lo que dijo el doctor, solo quiero pasar tiempo contigo.
Asintió y beso cortamente mis labios.
—Supongo que a mi tampoco me importa lo que dijo el doctor.

**

Mercedes me estaba buscando, mierda, Mercedes me estaba buscando.
¿Qué iba a hacer ahora? Con Santana allá arriba, todos mis planes estaban en peligro.
—Rachel debo marcharme—le informé antes de que lograra entusiasmarse con nuestro día juntos.
—¿Qué?—gritó algo alterada.
—Me llaman, debo ir o si no...—vacilé por unos segundos y luego suspire.
—O si no ¿qué?—preguntó con sus ánimos por el piso.
—O si no dudo que pueda regresar—susurré amargamente.
Me miro espantada y tragó saliva de manera sonora.
—Ve—susurró seca contra su voluntad.
—Gracias—musité—prometo volver para pasar la noche juntos.
—Te estaré esperando—dijo.
Asentí y me acerqué a ella para besar sus labios. Y decirle por décima vez en el día que la amaba.
Coloqué mis manos sobre sus mejillas y las acaricié, ella solo sonrió y luego se acercó para besar mis labios.
Me separé lentamente y voltee sin mirar atrás y salí por la ventana. No habían pasado mas de sesenta segundos desde que salí de la casa y ya le extrañaba, tanto que podría decir sinceramente que hasta dolía.

Los arcángeles me miraron horrible cuando crucé la puerta de entrada.
Murmuraban cosas entre ellos, cosas que no podía captar.
Pude divisar a Mercedes sentada en la única banca blanca del recinto. Estaba leyendo sin expresión en su rostro, y cambiaba hojas como si fuera el catalogo de una revista.
—Pensé que demorarías más—susurró sin elevar su vista.
—Hubiera deseado haber hecho eso—dije lentamente tomando asiento a su lado.
—Hablé con el jefe—me hizo saber al momento en que me acomodé a su lado.
—Si es algo malo no quiero saberlo—anuncié listo para ponerme de pie.
Mercedes subió su vista del libro y me miro, nuevamente con esa pena que me condenaba.
—Es bueno por un lado y malo por el otro—susurró seca mientras cerraba el libro de un golpe.
—En serio, prefiero no saberlo—volví a anunciar.
—Tienes tres días para despedirte de ella, y cada día las horas se te irán quitando... aprovecha el tiempo que te queda.
Fue lo último que dijo y se puso de pie. Camino casi brincando hasta la entrada de nuestras habitaciones. Y yo quede con problemas ya que aún no podía procesar lo que dijo en mi mente.
Mire la hora en mi reloj de muñeca y este marcaba las una de la tarde. Me puse de pie rápidamente y antes de que pudiera dar un paso ella apareció a mi lado y dijo:
—Desde mañana comienzan a contar las horas, hoy tienes las 24 horas del día, mañana tienes 12, luego 6, luego 3 y últimas.

Quise responder algo, reclamar pero ella ya se había ido. ¡Todo era un injusticia! Era increíble como hasta el cielo podía llegar a ser mi infierno.

Salí casi gritando del lugar y bajé para estar con ella en las miseras cuarenta y cinco horas restantes que nos quedaban juntos.

¿Cómo iba a despedirme del amor de mi eternidad en solo cuarenta y cinco horas?
Me salté por su ventana y la vi tomando una siesta, era muy temprano para que estuviera durmiendo entonces la desperté. No teníamos tiempo para perder. Quería vivir todo lo que no logré hacer y lo quería vivir con ella.
—Volví—susurré sobre su oído.
Giró sobre la cama y abrió lentamente los ojos y sonrío.
—¿Ya es de noche?—preguntó entusiasmada.
—No—respondí sonriendo—¿Por qué te acostaste tan temprano?—pregunté para dejar de pensar en lo que Mercedes me dijo.
—Pensé que si me acostaba luego, más rápido llegaría la noche y con ella tú—respondió algo tímida.
Ella era la persona más tierna que había conocido.
Me recosté a su lado y la apegue a mi cuerpo.
—Y ¿que te parece si pasamos el día juntos? Si tú quieres claro—le ofrecí sonriendo.
—Pasaremos todos los días juntos Liam, sabes que si quiero.
“todos los días juntos”. Como me dañaba eso.
—Claro—dije algo forzado. No quería mentir.
Se puso de pie y corrió al baño cerró la puerta y no pasaron segundos cuando la abrió y me miro con esa sonrisa picara.
—Lo siento, ya te extrañaba.
Carcajee al oír eso. Y me puse de pie.
—¿Qué tanto te duele la muñeca?—le pregunté tomando su brazo entre mis dedos.
—La verdad nada cuando estoy contigo, cuando estoy con mis padres o alguien más no soporto el dolor.
—Genial, porqué hoy pasaras todo el día conmigo.
Me acerque a ella y bese su frente. Y luego la deje para que se duchara tranquila.
Pasaban los minutos y ella seguía en la ducha. Minutos que estaba perdiendo con ella. No es que sea un manipulador o un machista. Es que no quiero perder tiempo.
—¡Vamos Rachel!—le pedí algo ya urgido—esta bien que tengamos todo el día—bufé, pero no tenemos todo la vida, pensé para luego re traerme y tratar de borrar aquello de mi mente.

—¡Ya voy tranquilo!—reclamó y la puerta del baño se abrió.
Llevaba puesto un vestido de hermoso de colores claros que hacían resaltar su hermosa piel. Su cabello suelto y en las puntas unas pequeñas y débiles ondas que se enredaban entre si haciéndola lucir tierna. Sus labios con un toque de gloss y sus pestañas hacia arriba.
—Te ves hermosa—dije para luego tocar el brillo de sus labios.
—Gracias—dijo luego.
—¿Adonde quiere ir mi pequeña blanca nieves?—consulté mientras entrelazaba nuestras manos.
—Adonde me quiera llevar mi príncipe—murmuró y apretó nuestros dedos.

Esta vez no quería andar en auto, quería recorrer Arizona junto a ella a pie.
—Vayamos a la playa—propuso.
Muy lejos, pensé. Negué con la cabeza.
—Y ¿si vamos a nuestro prado?—consulté esperanzado, al menos estaba más cerca.
—Claro—susurró.
Entrelacé su mano con la mía y traté de parecer normal aunque sabía que no lo lograria


Mi querido ángel (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora