La puerta se abrió de golpe y otro salto de espanto se apodero de mi. Mi madre, quien abrió la puerta, me miro extrañada y sonrió.
—¿Qué ocurre?—preguntó mientras se acomodaba a mi lado.
—No siento—susurré casi sin voz.
—Hija, ¿Qué no sientes?—cuestionó pasando su mano por mi cabello.
—Esto—le indiqué mientras con mi mano apretaba mi pecho.
—¿Tú pecho?—dijo sonriendo—mi niña, ¿por qué no tomas una ducha?
Le mire espantada. ¿Por qué no se daba cuenta? Me puse de pie a duras penas e ingrese a la ducha.
Fue rápido y preciso. Salí y tomé lo primero que hallé en el closet luego bajé y tomé asiento en la cocina junto a mi familia.
Ni siquiera tenía hambre, todo por la culpa de él. Pensaba en el día que me tocaba vivir y un nudo en mi garganta se creaba impidiendo el paso de hasta mi saliva.
—Es mejor que comas—murmuró mi padre con ese tono de autoridad.
—No puedo—me quejé.
Mi madre me miro de reojo y luego desvió su vista a mi padre.
—Lo siento—dije y me puse de pie.
Corrí escaleras arriba hasta llegar a mi cuarto.
Quité la ropa que me había puesto y coloqué mi pijama. Apagué las luces y cerré las cortinas. Coloqué presión en mi puerta para que nadie pudiese pasar y deje la ventana junta para que él pudiera hacerlo cuando la noche cayera.
Aleje las torpes lágrimas que cayeron por mis mejillas y abrí las sabanas para recostarme lo más pronto posible. Coloqué la cabeza sobre la almohada y tape hasta el último mechón de mi cabello con las sábanas. Susurraba su nombre, no paraba de hacerlo. Pensaba en sus ojos, en sus labios... en él. Pero aún así no aparecía. ¡Es qué ya me estaba volviendo loca! ¡Es que ya me costaba respirar por mi sola! ¡Es que este amor me estaba devorando de apoco! ¡¿Es qué este chico se estaba convirtiendo en más que mi todo?!**
Mire la hora desesperadamente y esta marcaba las dos de la tarde. ¿Cómo se suponía que debía hacerlo? ¿Esperar hasta las doce de la madrugada? Me faltaban diez horas, diez dolorosas horas.
Golpee mi mesa de noche con rabia, mas pena que rabia.La puerta se abrió de golpe y no tuve que voltear para saber de quien venía aquella tan 'inesperada' visita.
—¡¿Qué ****?!—grité volteando mi cuerpo con furia solo para observarlos a la cara al trío de imbéciles—¡¿Qué no puedo estar en mi cuarto solo?!Mercedes sacudió la cabeza y se acerco a mi.
—Finn—susurró.
La observé y luego mi mirada se desvió hacia Santana y Sam quienes miraban la escena como si fuese la de una película.
—No me digas que esto es por mi bien—le pedí calmando mi respiración.
—¡Pero lo es!—exclamó.
—¡No!—grité—no, no lo es. Estar bien es estar feliz y yo me siento morir otra vez.Mercedes se puso de pie y estiro su mano para que yo también lo hiciera. Y aunque no quería lo termine haciendo.
Salimos de mi habitación y le pidió de forma amable a Sam y a Santana que no nos siguieran.
El portón que separa el territorio de los ángeles y de las almas estaba abierto. Una luz cegante provenía de allí y Mercedes solo tomó de mi mano con fuerzas.
—Finn—dijo mientras giraba mi rostro para que la mirara a los ojos.
—¿Qué hacemos?—le pregunté sin comprender porqué estábamos allí.
—Mañana, a las tres de la tarde el jefe te dio una oportunidad—me explicó—mañana entraras allí para buscar tu cuerpo.
Me sentí vivo con solo dos palabras. Pero luego descubrí el mensaje oculto de aquello.
—Ese es el territorio de las almas, ¿mi cuerpo que hace allí?—le consulté algo asustado.
—¿Recuerdas la rara conexión tuya y de tú chica?—preguntó sonriendo.
Asentí y sonreí emocionado.
—Bueno, el destino para ustedes si existía, estaba escrito. Todo el universo se había puesto de acuerdo para que ustedes estuvieran juntos. Finn, estas no son cosas que pasan, esto es el destino esto es algo que debía pasar pero no fue así. Y no por una imprudencia de tu parte el mundo va a cambiar su ideología sobre ambos. Al contrarió el lazo se hace más fuerte haciendo que el amor que de ustedes nacería ya existiese antes de sus existencias. Y tu cuerpo esta allí dentro, porque eso es lo que te tiene conectado con ella. Sus cuerpos son como imanes, deben estar juntos y sus almas son una sola, deben depender de ellas.
Comprendía cada palabra como si ya me las hubiesen explicado, como si solo me estuvieran haciendo un recordatorio de todo.
—Y ¿Me dieron la posibilidad de buscar mi cuerpo entre los millones y millones de almas?—pregunté.
—Exacto—susurró.Me senté en la única banca blanca del lugar.
Miraba hacia dentro del recinto y podía apreciar como lucesitas se movían de forma divertida dentro.
No podía dejar de observar mi reloj de muñeca cada cinco minutos. Y cada vez el tiempo avanzaba de forma rápida.