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"Mi más grande enemigo es la rabia dentro de mí. Lo más terrible es la batalla con la pereza dentro de mí".
—Moonlight, Agust D.
Sabía que no hacía falta conocerle tan bien como las empleadas de la cocina o la propia Jindallae para ver el vacío en su interior reflejado en su rostro inexpresivo. Toda una vida había sido así y para este punto, era todavía más lejana la posibilidad de cambiar. ¿De qué serviría?
Estaba completamente seguro de que el día posterior a este, ya se vería en las calles expuestas del pueblo, calles que apenas había visto un par de veces en su vida y ambas se habían dado en los últimos meses, cuando le mandaron por primera vez al mercado desde que su madre estaba enferma.
El miedo no había sido ajeno durante todo el trayecto, cuando el pánico por ver a tanta gente desconocida y nueva en todos los aspectos, pareció llegar a vencerle. Desde aquellos momentos había decidido comenzar a ser fuerte, pero ni así logró despejar el temor y las crecientes olas de inestabilidad dentro de su ser, acompañadas por ansiedad. Sentía que cualquiera podría quebrarlo, como toda una vida le habían afirmado que sucedería, por su fragilidad.
Nada sería diferente. Por mucho que lo deseara, no podría acostumbrarse ni formar un caparazón a su alrededor para protegerse una vez que lo echaran de la mansión.
Su destino era cruelmente seguro y obvio. Si había estado allí toda una vida, era por ser hijo de una de las sirvientas más antiguas, permanente allí seguro que por su lealtad aprendida a la fuerza. Además de aquello no percibía ningún sueldo como los sirvientes que, a pesar de gozar de aquella remuneración, se mantenían tan pobres como para necesitar hasta de un techo de limosna para poder protegerse. Caridad de Kim.
Él no tenía nada ya. No era hijo ni empleado, no era nadie. Fuera de los muros de la mansión no sabía hacer nada, cocinar no serviría cuando no era una actividad para los jóvenes como él. Era tarde para estudiar o ser reclutado por las tropas. Estaría en la calle y no solo literalmente.
Incluso allí, sentado en el suelo sobre una de las costosas alfombras de Kim Seunghwan que seguro valían más que su vida, con mayor razón ahora que esta no significaba nada, moría de miedo y creía estar temblando tanto como lo haría si tan solo estuviese realmente expuesto y vulnerable en el exterior.
Aunque lo cierto era que se encontraba más lejos de lucir desesperado de lo que podía imaginar. Min se veía estable, con tanta seguridad como la tendría el mismísimo dueño de aquella oficina, recargado en sus pantorrillas esperando por el té más exquisito importado de China traído por una persona de bajo estatus, como el Yoongi real.
Ese que estaba a punto de quedar desamparado.
Contuvo su respiración en el instante que notó la imponente presencia de Kim Seunghwan volver el ambiente pesado. No importaba que dentro de sus conocidos solo estuvieran sirvientes que obviamente no irradiaban ese tipo de poder, ni guardias que muy apenas lograban asustar tan solo por sus armas peligrosas a la vista, porque Yoongi estaba seguro de que aún si conociera a los mismos miembros de la realeza uno por uno, ningún hombre jamás llegaría a deslumbrar e intimidar con tanta autoridad como lo hacía el jefe de la mansión.
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𝘼𝙕𝘼𝙇𝙀𝘼 ; 𝘠𝘰𝘰𝘯𝘫𝘪𝘯
FanfictionLa única vida que conocía Min Yoongi consistía en ser sirviente en la cocina de la mansión del noble Kim, o eso hasta que parte de ella se volvió también el hijo menor de este, Kim Seokjin, educado para convertirse en un buen candidato para consorte...