La única vida que conocía Min Yoongi consistía en ser sirviente en la cocina de la mansión del noble Kim, o eso hasta que parte de ella se volvió también el hijo menor de este, Kim Seokjin, educado para convertirse en un buen candidato para consorte...
"¿Quién está en posición para ser el que más se beneficia de esto?"
—Strange, Agust D ft. RM.
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—No es un anciano.
Su corazón se saltó un latido al ver la preciosa sonrisa que le dedicó Seokjin como respuesta, lo que era suficiente confirmación, pero a Yoongi no le importaba. Sacaría su voz de sus labios todo lo que pudiese, era su nuevo propósito.
Sacaría cada gesto nuevo y bonito que pudiese obtener, cada sonrisa y cada arruguita en los costados de sus ojos, cada risita y cada sílaba dulcemente pronunciada por sus aún más dulces labios.
Bien, eso no lo sabía, pero sí que lo sabía a la vez. Las fresas reventadas en las comisuras de estos al menos deberían haber dejado un poco de dulzor, y Yoongi se odiaba por infringirse daño de tal forma, pero no iba a evitar admitir que moría por probar si aquello era cierto.
Pese a que no tendría que estar distraído en sus deseos y las manifestaciones de sus cada vez más fuertes sentimientos, porque se suponía que había sugerido este paseo para aprovechar que no sabían cuándo sería la próxima vez que Seokjin fuese arrebatado de su lado para cumplir sus deberes como concubino comprometido.
Ni siquiera quería pensar mucho en cuánta molestia le causaba el simple hecho de que existieran deberes para tal papel.
No cuando debería ser por amor.
Pero bien, tenía bastante claro que sus absurdas ideas sobre la unión estaban por demás fuera de lugar, Seokjin y su padre se habían encargado de confirmarlo cada uno en sus respectivos encuentros la noche anterior, no directamente por supuesto, pero es que Min ya era un experto en extraer lo peor de cada declaración para nada malintencionada.
Era lo que era, y por más de que tuviese la intención de resignarse a ello con todo el esfuerzo posible, tratando de aplacar su dolor e ira, necesitaba conocer la realidad.
Podría ayudar... en algo, todavía no sabía en qué, pero podría ayudar.
O si era honesto, podría ayudar a terminar de convencerse a sí mismo de que debería renunciar de una vez por todas, antes de que las cosas se complicaran más.
Podía hacerlo, vamos, era un nuevo día, caminaba por el bosque cercano a la mansión con Seokjin como si fuese un día normal, luego de haber robado una cesta de fresas de la cocina —aunque en las palabras del menor no había sido un robo porque Yoongi era el jefe de la cocina y él era el dueño de la tierra donde las fresas se habían cosechado, declaración con orejas rojas incluidas porque claramente estaba mintiendo en eso último—, paseando tranquilamente con la excusa de que Min deseaba saber los pormenores de la reunión del día anterior de todas formas.
