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"Es mi destino. Aún así, quiero luchar". 

—Awake, Jin.

     La primera vez que había cruzado el límite del espacio permitido para la servidumbre de menor categoría con los ambientes destinados a los invitados y mismos habitantes de la villa —los que por lo menos se consideraban personas reales, como s...

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     La primera vez que había cruzado el límite del espacio permitido para la servidumbre de menor categoría con los ambientes destinados a los invitados y mismos habitantes de la villa —los que por lo menos se consideraban personas reales, como si los empleados estuviesen en algún punto inferior— Jindallae había estado tan enfadada con él, que la corta y rápida vista que había tenido del gran salón infestado de gente, se había esfumado de su pequeña y despeinada cabeza en cuestión de un par de segundos.

Creía que el vacío de la memoria que debería ser nítida, se justificaba con la corta edad que había tenido en aquel entonces, pero Yoongi sabía que la verdadera explicación era el miedo que había sentido ante el primer grito iracundo de la mujer alterada, y el terror que le invadió un momento después cuando estuvo apretado contra su pecho, en lugar de recibir un golpe que creyó ver venir, aunque su madre jamás le había tocado un pelo.

Así que sí, por poco recordaba los destellos de las vestimentas de colores de los invitados en aquella ocasión, y el ruido distorsionado de la fiesta que había visto a través de la puerta entreabierta del salón, mezclado con las duras palabras de los regaños de Jindallae.

Nadie sabría decir con certeza cuánto Yoongi deseaba escuchar la misma reprimenda en aquellos instantes, que el episodio se había repetido, porque lo único que había alcanzado a notar del banquete fue un escenario recortado entre las firmes puertas que al final le fueron cerradas en la cara. El mismo destello de aquella vez, solo que falto de color y barullo.

Esta vez Yoongi no había cometido ninguna imprudencia al dirigirse al lugar de la reunión del amo Kim, era su trabajo y él ciertamente ya no era un niño de cuatro años, pero aún así, sintió sus ojos aguarse por la sensación del fantasma de los mismos brazos largos y fuertes, el pecho blando y áspero entre las telas maltrechas de un precario mandil de cocina, y la voz si bien enojada, mas todavía melodiosa a sus oídos, viniendo de su madre llamándole la atención por estar allí.

Caer en cuenta de cuánto la necesitaba en esos momentos, solo sumó dolor a la situación.

Pero minutos antes en la cocina había decidido que no podría seguir siendo así, y no planeaba derrumbarse nuevamente en autocompasión.

Así que largando un suspiro, deseando que más tarde el amo Kim no tomara represalias en su contra por no haber estado presente en el momento que las fuentes de cada plato a servir se dispusieron sobre la mesa, caminó de regreso al jardín.

No notaba cuán tenso estaba, y probablemente no lo haría hasta que llegara la hora de acostarse en la cama de paja en su húmeda habitación de la cabaña, cuando sus huesos tronaran y el alivio de recostarse en una superficie sólida para darle la bienvenida al descanso no fuese suficiente para suprimir el malestar físico.

𝘼𝙕𝘼𝙇𝙀𝘼 ;  𝘠𝘰𝘰𝘯𝘫𝘪𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora