La única vida que conocía Min Yoongi consistía en ser sirviente en la cocina de la mansión del noble Kim, o eso hasta que parte de ella se volvió también el hijo menor de este, Kim Seokjin, educado para convertirse en un buen candidato para consorte...
"Aguanto la respiración y voy dentro de mi mar, me enfrento a mi hermoso y triste llanto".
—Abyss, Jin.
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—¿No almorzarás con ellos?— preguntó en voz alta, llamando de inmediato la atención del más joven.
Estaba hablando por primera vez en el día de hoy, y no parecía que quisiera traer de regreso el tema de sus halagos y las cosas que Kim quería resaltar de él. Así que no le quedaba más que contestar como si nada hubiese sucedido en el jardín.
—Oh, bien— Jin de repente miró a la puerta principal, acción que no pasó desapercibida para Min —es que se trata de una reunión importante de padre.
Ante ello, el mayor ladeó la cabeza. No entendía qué había querido decir, ni había respondido su pregunta.
Y recién reparaba mejor en la apariencia del hijo Kim. Como ya había mencionado, tenía la cara un poco pintada, de alguna forma se veía como siempre, pero podía detectar cierto brillo diferente. Que lastimosamente, no se veía reflejado en su semblante, otro detalle al que no podía ser ajeno. Lo que sí variaba bastante era su vestimenta. Las telas de color se prendían de la cintura de Seokjin, destacando su figura, y se abrían hacia abajo. Se veía elegante y arreglado, algo tan inusual que la razón debía ser una situación extraordinaria.
A eso iba su pregunta.
Por otro lado, Seokjin por primera vez no se incomodaba por ser observado, sino que estaba concentrado en pensar que era extraño que Yoongi, siendo jefe de un sector, no supiera cómo funcionaban las cosas aunque se tratara de la clase privilegiada, donde él pertenecía.
Debía ser muy distraído, o bien muy desintegrado. Tal vez simplemente discreto. Aquello explicaría muchas cosas
—Lo que quiero decir es que será una reunión de negocios— caminó hasta llegar a su lado —y yo no tengo nada que ver, solo soy...
Se detuvo tan pronto notó que el otro chico ya no le prestaba atención, sino que se dedicaba a caminar alrededor de la mesa, acomodando los platos y recipientes llenos, mientras más sirvientes continuaban llegando a dejar lo que faltaba.
No supo bien porqué quería que le escuchara de vuelta, le mirara y continuara mostrando interés en hablar con él. De hecho, Seokjin podía justificar aquello con que pocas veces tenía la oportunidad de conversar con otras personas. Ryujin solo estaba preocupada siempre en cuidarlo y encargarse de que nada le faltara, sin notar lo mucho que le privaba de una comunicación normal entre ambos. Y a parte de ella, simplemente podía asegurar que su padre no le tomaba en serio para nada que no fuera hablar de compromisos y nobles candidatos para entregarlo.
