Capítulo 9.

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Lo irreal

Isabella.

De acuerdo con mis estadísticas si no paraba esto ahora, sería la próxima en terminar como ellos, la hora pasaba lenta así que cada vez que decían una palabra yo quería que ese sofá se hundiera y me tragara.

Ya hace un rato había terminado de leer un libro que se encontraba en la repisa.

«La negatividad de los humanos.»

Que título para más estúpido, y ni que digamos del contenido... ¿Por qué tuvo tanto éxito?
¿Por qué debíamos resaltar la negatividad de las personas cuando deberíamos ver lo mejor?

Eran cosas que el mundo debería practicar más, si bien nos centrabamos en lo malo uno también debía resaltar las cosas importantes.

—¡Y yo te dije! Te lo vengo diciendo desde que empezaste a ser un egoísta de primera.

—Claro, como siempre tuviste el cariño de mamá a ti no te afecta todo esto —farfullo.

—¡Por Dios! Mamá también te quiso, a los dos sin ningún tipo de exclusión.

—¡Entonces intenta soportar aquellas cosas que me dicen! Intenta soportar el hecho de que te sigan asesino, soporta las humillaciones.

Y si me preguntan por la dichosa reunión o cita, estamos aquí.
Los hermanos, cada uno bebiendo Dios sabe que por decepción y tristeza.
Son más de las 2:00 de la madrugada, puedo irme a casa pero no quiero que se terminen lanzando por el ventanal.
Diría que es una muerte asegurada... De acuerdo, en los próximos minutos mis pensamientos serian tirarme del ventanal como una increíble opción.

—Bien, ¿Puedo decir algo?

Los dos callaron y Mitchell rio y se aproximó a hablar.

—¿Cuáles son su palabras positivas señorita Brown?

Rode los ojos y me acerque a ellos con paso lento y determinado.

—Ustedes son tres combinaciones de los pecados capitales —observé sus miradas incrédulas.

—Mitchell es Soberbia, Alessandro es Lujuria y si los juntamos obtenemos Ira —continúe—. Una Ira interminable capaz de separar a los hermanos que se decían ser inseparables. Odio decirlo pero ustedes son su propio mal.

Alessandro se tiró en aquel sofá y Mitchell se levantó para acercarse a mí.

—Entonces tú eres Pereza —con su dedo en mi frente hizo que retrocediera dos pasos justo pegándome a la pared.

—Dejala ya —Alessandro jalo a su hermano con fuerzas pero fue casi inútil, los dos eran tremendas estatuas y estaban ya muy borrachos.

¿Qué si no sentía vergüenza? Claro que sí, los tenia a menos de treinta centímetros y estábamos respirando el mismo aire, tengo mucha vergüenza y en este momento quiero huir como una cobarde porque además las ganas de llorar me invaden.
En un abrir de ojos las pisadas se repetían, en ese momento todos contuvimos la respiración.
Ambos voltearon su mirada hacia la puerta y yo como pude hice lo mismo, unas piernas largas me asomaron y el saco por debajo de sus rodillas proyectaron elegancia.

—¿Creo que interrumpo, muchachos?

El labial rojo cubría sus labios, aquellas pestañas se batían con detenimiento viéndome con una sonrisa.
Su vestido negro bien entallado al cuerpo y sus tacones de aguja la hacían ver cómo aquellas chicas que salían en las revistas, sí... Revistas.

—No, llévame a casa Kira —Mitchell tomo su saco y se dirigió a la puerta.

—Ya, pero no soy maleducada —lo miró y endureció su mirada, camino hacia con lentitud y ya estando a unos centímetros sonrió—. Soy Kira, mucho gusto.

El Camino A Mi FelicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora