Capítulo 23.

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A ella nadie la toca.

Mitchell.

Contemplaba la piel desnuda de Isabella, se sentía tan suave al tocarla. Existen muchas palabras para describirla pero yo la veía como una pequeña muñeca muy delicada, tan frágil y dulce, sentía que era mi deber cuidarla más que a mi propia vida. Por primera vez, dejé de pensar en mí y me enfoqué en ella.
Porque sí, me tenía loco.

Ya estaba cambiado y listo para ir hacia la corte, decidí no despertar a Isabella, quería salir de todo este problema solo para después aprovechar el tiempo con ella sin meterla en líos innecesarios.
Me levanté de la cama y me acerqué hacia la otra esquina de la cama para verla, existen bellezas puras y ella lo era. Me arrodillé en el suelo para estar frente a su rostro, sonreí cuando vi que hacia algunas muecas.
Dejé un beso cerca de sus labios, realmente no quería separarme de ella. Toqué sus labios y eran como esponjas rosadas muy suaves.

Ayer no tuvimos la oportunidad de vestirnos, solo nos metimos bajo la sábana delgada y caímos rendidos.

Evité acurrucarme a su lado, se veía tan cómoda. Sus manos se levantaron para ponerlas debajo de su cabeza y por accidente observé como uno de sus pechos casi sobresalía. La cubrí por completo, levanté la frazada gruesa que en algún momento se había caído y con cuidado la tapé hasta el cuello.
No la quería dejar sola, en parte no sabía si iba a volver a verla. Lo que estaba por pasar en las siguientes horas iba a ser muy decisivo y tenía miedo.

Sin mirarla otra vez, salí lo más rápido que pude de la casa, no lo dude más y me puse a conducir exigiendome pensar que todo estaría bien. Quería que Isabella estuviera conmigo apoyándome en todo momento, pero eso solo empeoraria las cosas con mi padre.

En algún momento, el artículo que le pedí con tantas ansias fue muy necesario, pero luego solo la obligaba para verla más seguido sin sentido alguno.
Todo estaba tan planeado a la perfección, desde un principio la idea fue que ella nos ayude con el problema, pero Alessandro se enamoró de ella y tuve celos. Esos celos que son capaces de odiar a una persona.
Nuestra niñez se basó en ser mejor que el otro y al ver lo que hacía quise ganarsela, claro que luego me di cuenta que era un estúpido.
Las cosas iban bien hasta que la besé por primera vez y sentí algo más que una simple atracción sexual.

Fui yo quién habló con su ex jefe, el dueño del restaurante, y le pedí que la despidiera. No la iba a dejar sin nada, eso era más que seguro.
Publiqué su libro con ganas de que ella sintiera algo por mí, quizás aprecio o algo por el estilo. Quería sentirme amado por primera vez, quería ser todo para ella.

Llegué al lugar y me estacione en algún lugar libre. Encontré a Nisha y Alessandro platicando, agarre todo los papeles que necesitaba y salí de la camioneta para acercarme a ellos.
Nisha me recibió con un abrazo de los que duran minutos y Alessandro solo hizo un movimiento con la cabeza, ya estábamos tan acostumbrados a eso.

—¿Estás bien? —preguntó Nisha con cierta preocupación—. Te ves cansado.

—No pude dormir mucho pensando en todo esto —confesé.

Ella estaba aquí ya que, de cierta forma también había convivido con mi padre y cualquier confesión que salga de ella es muy valiosa.
El caso había crecido y desde que le informe a mi ex abogado sobre las dudaz hacia mi padre, él se lo dijo al juez y empezaron a investigar.

Hoy después de mucho tiempo vuelvo a ver a mi padre, sé que estará hechando humo por todo pero creo que a estas alturas la familia ya se había acabado.

—¿Isabella no vendrá? —preguntó Alessandro observando mi camioneta, sus ojos tenían una chispa de esperanza y debo confesar que eso me dio pena.

El Camino A Mi FelicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora