Una cita en Los Ángeles.
Isabella.
¿Alguna vez sintieron esa sensación de vergüenza cuando alguna persona los ve por varios minutos?
No es muy acogedora. Pero después de rogarle a Mitchell de que en serio no necesitaba guardaespaldas no tuve otra opción más que aceptar, porque lo único que decía era un simple: «No cambiaré de opinión».
Ya habían pasado dos días desde que los guardaespaldas iban conmigo a donde yo fuera. Cuando llegué a la universidad todos me veían como si fuera algún bicho raro, ¿y como no me van a ver de esa forma?. Tenía a tres hombres de casi dos metros detrás de mí, alejando a cualquier persona que quisiera acercarse.
Mitchell había sido muy estricto al dar sus órdenes y en parte no dije más porque yo quería estar a salvo.Por suerte, Thomas era el único que no se asustaba, solo se fastidiaba. Aunque tampoco sabía la razón del porqué tenía guardaespaldas, no quería armar un escándalo. Él se encargo de hacerme acordar sus sentimientos y estaba confundida porque Mitchell también me había pedido que salga con él, no sabía qué hacer. Estaba claro que por Thomas no sentía más que una muy hermosa amistad, enrollarme con él fue una no tan buena idea. No piensen con la cabeza caliente.
Nos saltamos una clase y fuimos directo a la cafetería que se encontraba totalmente vacía, las personas que atendían estaban en su hora libre y solo había uno que otro conserje pasando por allí.Les hice una señal a los tres hombres y ellos se quedaron a una distancia prudente, ni siquiera sabía sus nombres porque según ellos no era importante decirlo, asi que lo dejé ahí.
—Ya no vas a tu departamento —hice una mueca de fastidio— ¿En dónde estás quedándote? —me preguntó Thomas, acercándose a las sillas y sentándose al frente de mí.
—Con Mitchell, pero creo que regresaré con mamá —solté un suspiro y sabía que ya no podía más.
Si lo que decía Mitchell era verdad, estaba corriendo peligro.
No quería regresar a "mi departamento" porque la hija del dueño aún seguía allí. Por otro lado la opción de quedarme con Mitchell hasta que todo se resuelva se escuchaba tentadora pero no sentía que estaba bien.—Te queda lejos, ¿no es así? —estiró sus manos para agarrar las mías.
—Sí, pero creo que podria hacer eso mientras que busco otro departamento igual de cerca que el actual.
—Quédate conmigo —soltó sin más—, sabes que mis padres nunca están en casa... Quédate conmigo y así no tendrás que viajar una hora en el transporte público para venir a la universidad.
—No creo que sea buena idea.
De hecho, si era una buena idea pero siento que mis problemas sentimentales crecerían, Thomas no se daría por vencido o eso creo.
—Me portare bien, lo prometo... Podrás quedarte todo el tiempo que desees y la mejor parte es que no tendrás que pagar alquiler ni servicios —sonrió con un brillo especial en los ojos y en ese momento sentí pena por él, es la mejor persona que conozco. ¿Por qué no me puedo enamorar de él?
Separé un poco mis labios para hablar pero escuché a los hombres murmurar entre si y al levantar la vista se miraban molestos. A los pocos segundos mi celular empezó a sonar y no me detuve a mirar quién era, solo contesté por instinto.
—¿Dónde estás? —Mitchell parecía alarmado.
—En la universidad, ¿por qué?
—Necesito que vengas ya.
—Pero... —alejé el celular y observé la hora—. Faltan cuatro horas, iré en cuanto terminen las clases.
—¿No me entendiste? ¡Quiero que vengas ahora! —su grito había sido muy exagerado y aunque no lo veía sabía que estaba rojo, cerré mis ojos respirando hondo.
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El Camino A Mi Felicidad
Teen FictionDecían que las cosas más locas pasaban en New York. Isabella, una universitaria y amante de los libros, solo buscaba el camino a su felicidad y quizás a el amor de su vida. Pero nunca pensó trabajar para aquellos gemelos empresarios y menos escribi...