Capítulo 22.

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Estoy a tus pies.

Isabella.

Supongo que a veces hacemos locuras por las personas que amamos, los gemelos llegaron a mi vida en el momento menos esperado.
Me hicieron daño, pero creo que ya no podría seguir sin ellos, molestándome cada vez que pueden o peleando cuando se trata de llegar a un acuerdo de paz.
Claramente, alguno saldrá con el corazón roto y preferiría ser yo.

Me di cuenta de que a pesar de las crudas palabras de Mitchell con respecto a su hermano, él lo ama...
Y mucho.

Tanto como yo amo escribir.

Los cuatro habíamos entrado a la camioneta de Mitchell.
Alessandro descansaba la cabeza en la ventanilla del copiloto, Thomas se encontraba junto a mí en los asientos de atrás, mirándonos de reojo por el silencio incómodo.
Es el mejor momento para hacer las preguntas incómodas.

—Primero ¿podemos ir a una farmacia? Si no consigo toallas higiénicas parecerá una historia de terror.

—La farmacia está como a treinta minutos —respondió Mitchell.

Deberían enseñarle que no es como si pudiéramos pausar la sangre.

—Mi cuerpo no quiere esperar treinta minutos —cerré los ojos tratando de pensar en otra cosa que no sea el dolor de los cólicos.

Y de pronto se me vino una idea. Mis ideas nunca son buenas y menos cuando se trata de conciliar las cosas con dos personas que harían cualquier cosa por desaparecer al otro.

—Alessandro, ¿te puedo hacer una pregunta?

Él volteó a observarme y solo asintió con la cabeza.

—¿Quieres a tu hermano? —una pregunta muy discreta, la verdad.

Su risa nerviosa se me hizo audible, disimuladamente vi el rostro de Mitchell y no transmitía ninguna emoción.

—Bella, no es el momento.

—Siempre es momento cuando se trata de ustedes, el camino es largo y justo ahora es necesario porque en algunas horas se decidirá el futuro de tu hermano.

—¿Para qué decir la verdad cuando alguno podría salir lastimado?

Sí, eso era tan inevitable.

—Realmente es por eso que debes decir la verdad, yo no tengo hermanos, pero si tuviera uno no tendría un mal trato como ustedes lo tienen —suspiré tratando de captar la atención de todos—. Lo que trato de decir es que la vida es muy corta para tenerle rencor a una persona, y aunque no lo crean el odio es horrible.
Por eso, a veces es mejor salir lastimados por unos instantes a llenar el corazón de tanta tristeza y coraje.

—Debes entender que cada uno tiene su perspectiva de las cosas, él y yo no nos llevamos y en serio apreció que intentes ayudarnos, pero pienso que ninguno de los dos desea ayuda.

—Entiendo la perspectiva de cada uno, pero eso no significa que están en lo correcto. Tampoco quiero obligarlos a hacer algo, pero se los recomiendo por su bien y el mío. Por favor.

—Isabella —intervino Mitchell.

—Déjame terminar por favor —subí mi tono de voz—. Quiero que lo entiendan y dejen de ser orgullosos.

—Isabella —volvió a interrumpir.

—Mitchell, cállate. —ordené, pero sentí que la camioneta dejo de avanzar—. ¿Por qué te detienes?

—Nos quedamos sin gasolina

La mirada de los tres hombres pasaron por mí, estábamos a mitad de la carretera y si regresábamos se nos haría tarde.

El Camino A Mi FelicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora