Solo pasó.
Isabella.
Incluso estando sola me sentía mejor que ahora, a veces nuestras emociones nos juegan una mala pasada. Sinceramente, era más fácil evitarlo que responder a sus frecuentes preguntas que ya me tenían cansada, todos tenían un límite y yo estaba a punto de mandar todo al diablo por presión.
Los Ángeles me tenía enamorada, lástima que la rabia me consumía más como para salir. Suena tonto pero estaba enojada de que Mitchell fuera alguien tan compulsivo. ¿Amaba? No, y lo sabia porque aún no se comprendía a él mismo ni a su hermano.
Estaba en mi habitación del hotel, sentada en la cama con las piernas estiradas, buscando un canal "bueno" en el televisor. Era mejor quedarme encerrada en Nueva York.
Mitchell había pasado para dejarme el desayuno y muchas veces me intervenía con intentos fallidos para tener una plática pacífica, no llegábamos a nada.Eran casi las cuatro de la tarde, me sentía tan inútil aquí y pensaba en regresar pero creo que a este punto no estaba bien hacer berrinches ni nada por el estilo.
No me di cuenta en que momento esos pasos arrastrados llegaban a la puerta, la cual sonó inmediato por unos cuantos golpes secos.—¿Estas ahí? —su fuerte voz se hizo eco en el pasillo.
—¿Qué pasó? —contesté decidiendo si abrirle o no la puerta.
—Nada, solo quería saber cómo estás. ¿No quieres salir a conocer un poco?
—No, me siento bien aquí. Ve tú si deseas.
—¿Podrías al menos abrirme la puerta?
Unas cuantas palabras bien dichas frente a frente no hacen daño, ¿cierto?
Aunque no parezca esto es una tortura, no sé... Quizás este siendo un poco exagerada o es que esto es algo común en muchas relaciones.
Mitchell y yo no tenemos ningún tipo de relación, o eso creo.Bajé las piernas y mis pies chocaron con el piso frío, intenté acomodarme el pequeño short que Mitchell me había comprado hace unos días y que había decidido usarlos hoy, porque pensaba que era buena idea.
Mi mano tocó el pomo de la puerta y lo giró tan lentamente como para que tan solo se abra unos cuantos centímetros.—¿Puedo pasar?
—No es necesario, puedes hablarme desde aquí.
—Por favor, sé que estás incómoda pero... —soltó una risa nerviosa que hacia temblarle el labio—, creo que somos muy grandes como para poder tener una buena charla. Abreme, por favor.
Abrí la puerta, colocandome a un lado justo atrás de está, me puse derecha y cerré la puerta cuando él ya se encontraba adentro.
—Creo que elegí mal —mencionó mirando mis piernas.
—Sí, supongo.
—Si quieres lo cambio, o te compró otro.
—No, no, déjalo así, está bien.
Me removi justo donde estaba y él optó por sentarse en el filo de la cama. Sus manos jugaban entre si.
Yo me senté justo en el otro filo, en realidad, solo estábamos a pocos centímetros pero ninguno de los dos decía nada.
Lo intimidante se le había ido ya hace semanas, eso se me hacia extraño.—Prometo no decirte cosas así, fue muy incómodo, lo sé. Lo siento.
—Es que, creo no es el momento. Entiendo tu punto perfectamente pero creo que esas cosas no son adecuadas cuando aún nos estamos conociendo—. Nos estamos conociendo, ¿verdad?
Volteó un poco para verme de frente, intenté mirar a cualquier parte menos sus ojos.
—¿Cuándo será el momento si no me das oportunidades?
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El Camino A Mi Felicidad
Fiksi RemajaDecían que las cosas más locas pasaban en New York. Isabella, una universitaria y amante de los libros, solo buscaba el camino a su felicidad y quizás a el amor de su vida. Pero nunca pensó trabajar para aquellos gemelos empresarios y menos escribi...