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Estuve cansado bajando de la montaña, cuando me acerqué al pueblo ya estaba en el atardecer, las casas parecían ser de piedra y de color blanco, algunas casas pequeñas y otras de 2 pisos, a lo lejos pude ver una iglesia con sus campanas a lo lejos.

Por fin llegué al pueblo y me encontraba nervioso, no miré nada extraño en los pocos minutos que me encontraba allí. Caminé y las calles estaban algo apretadas ¿cómo puede vivir así la gente de aquí? No me encontraba a ningún humano, todo estaba en silencioso. Seguía investigando el pueblo, escuchaba el viento y el canto de los grillos. Realmente los hogares del pueblo eran de piedra, los caminos y el suelo de las pequeñas plazas. Sentía mucho frío, es verdad que debí traerme una mejor sudadera y unos tenis deportivos, mis pies están muy cansados.

Las calles se ven limpias y algunas las adornan la hierba y algunas macetitas, parece que ha llovido en estos días ya que la flora de aquí no se ha secado.

Ya me encontraba en un espacio redondo entre las casas, toqué a una puerta de madera para ver si estaba alguien, pero nadie abrió. A lo lejos miré una mujer más alta que yo, arrastrando un vestido negro, el vestido ya se veía desgastado, su piel se veía muy blanca como la porcelana, lograba ver sus manos delgadas. Después de analizar de lejos a la mujer alcancé a escuchar que susurraba cosas, supongo que estaba hablando con ella misma porque no veía a nadie más cerca de ella.

- Si un hombre tiene ojos, tendrán que ser sacados- susurró.- Entre los cielos y tierra, Maeva me acompaña y Gardien me ha abandonado.

-¡Oiga! Disculpe- alcé el brazo para llamar su atención.- ¿no me escucha?

Ella se quedó quieta unos segundos, se giró despacio y miré un rostro de labios medianos, labios morados, pero no parecía que fuera por maquillaje, cabello negro, mediano y despeinado. No lograba ver sus ojos porque ya sólo quedaban pocos minutos de anochecer, pero si miré también sus cicatrices moradas en sus mejillas.

-¿Está usted bien?-volví a preguntar-. ¿Necesita ayuda?

Ella empezó a caminar despacio hacia mí, estaba un poco lejos. Sentía como mi piel comenzó a tener escalofríos. La puerta de dicha casa que toqué antes se abrió de repente y una mano jaló de mi brazo para entrar a la casa. Era un hombre adulto el que azotó la puerta de un empujón, cubriéndola con un librero vacío.

-¡Eres un estúpido- me reprendió!- Por poco y mueres.

Se escucharon golpes fuertes de la puerta.

-Mierda- el hombre comenzó a caminar rápido hacía un cuarto. -Dime que tienes un arma

-¿Qué?

-¿¡Ahora eres un sordo o qué!?- gritó.- ¿¡Tienes con qué defenderte o no!?

-Pues no, ¿para qué?

El hombre se acercó de nuevo a mí y me entregó una escopeta y una caja llena de balas.

-Llévala contigo y prepárate- me entregó la mía y cargó la suya.

El hombre era de ojos claros y de cara larga, se veía cansado y sucio, alto y fuerte por los músculos de sus brazos y la figura, se veía saludable y en buen estado. Sobre la edad no lo sé, pero en su rostro tenía algunas arrugas, pareciera tener unos 45 años. Tenía pocas canas en su cabello corto y en su barba y bigote, su piel era un poco morena, es todo lo que podía describir de él.

-Tenemos que Salir de aquí- dijo

-¿Qué está pasando?

-¿¡No te has enterado sobre los murmullos de los vecinos!? El arcángel Gardien nos ha abandonado- le miré confundido-. Al parecer no eres de aquí, te explicaré todo más tarde, vámonos ya.

Cielo DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora