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Ella aceptó mi mano y se quitó el polvo que había en su pantalón y en su chamarra negra. Se sujetó el cabello con una coleta ¿por qué me recuerda tanto a la princesa? ¿Cuál me dijo que era su nombre? Ah sí, Ayra. Veo que en su mochila ella también trae armas, sacó una escopeta y yo saqué el arco. No me di cuenta cuando fue que de repente el camino se iluminó, si hace un momento estaba un poco oscuro. Aún se sigue escuchando la lluvia y cada vez más fuerte.

De entre los tres caminos tomamos el de la derecha, no sabemos a dónde se fueron los brujos o lo que sean. Ayra me dijo que ya son tres salidas nada más. Hay más pasillos en esta mina.

-Tengo miedo de que la lluvia sea obstáculo para cuando quiera escapar con Abby.

-Te cubriré la espalda- me dijo.

-Tú también tienes que escapar.

-Aún no sé si quedarme.

-¿Por qué?

-Pronto lo sabrás.

Bajamos por unas escaleras de madera, la tierra comenzó a temblar un poco, pareciera que se caería alguna parte de la cueva en pedazos. Ayra cayó al suelo de rodillas, yo tomé su mano para levantarla. Nos apresuramos bajando a prisa y con cuidado, todavía el camino lo seguía iluminando las lámparas de petróleo.

-Hay un Arcangel en los cielos desconocidos que nos vigila con amor, ten cuidado con lo que ves con esos ojos.

Esa no era mi voz ni la de Ayra, pareciera que viene de arriba. Solo espero que este sea el camino correcto, no quiero regresar y que siga temblando la tierra.

Me aseguré de que Ayra siguiera conmigo, le ofrecí mi mano para caminar juntos, que ninguno de los dos se perdiera, ella tomo de mi mano y seguimos corriendo.

-¿Qué tienes en tu muñeca?- me preguntó ella.

-Es una navaja grande con un mecanismo dentro, le presiono el botón con la otra mano y saldrá en menos de un segundo, lo usaré como último recurso ¿tú qué tienes en la muñeca? No recuerdo haberte visto ese brazalete.

-Es mío, siempre lo traje puesto. En mi dimensión, esto me protegía siempre, sólo que lo escondía de la gente de Ardenia. Cuando alguien ve que tienes un objeto de protección, no querrá dudar en quitártelo.

Es como el mío, protección, pero ella tiene una piedra.

Salimos por una puerta vieja de madera. Estábamos en frente de una fogata, entré las paredes de madera se encontraban ramas de árboles secas y blancas, aquí si necesitaba usar mi linterna, le pedí que ella usara su arma en lo que yo iluminaba el camino, ella aceptó.

La tierra seguía temblando un poco y bajamos de un salto grande, primero fui yo, mis piernas se lastimaron unos segundos, a ella la atrapé, y la tierra dejó de temblar.

De repente un hombre desnudo con corona de espinas en su cabeza cargando en su mano una antorcha que iluminaba la cueva se estaba acercando a nosotros.

Guardé la linterna y saqué el arco, le apunté, cuando miré más de cercas quién era me di cuenta de que era Dino.

-¿¡Qué has hecho a Abby!? ¿¡Dónde está!?- le grité mientras le apuntaba con el arco.

-Oh James, que sorpresa verte de nuevo, como verás yo ya no tengo ninguna responsabilidad aquí, espero la tempestad, el fin del mundo o el nuevo renacimiento, yo ya estoy descansando en paz- me sonrío-. Estoy bendecido por Gardien. Vaya, veo que trajiste a una amiga- se quedó paralizado mientras la veía-. No, no, tu eres, eres la princesa Manogan, pensé que estabas muerta hace años.

-¡Carajo! Quítate de mi camino imbécil- lo interrumpí, ¿de qué mierda hablaba? No puede ser Manogan.

Ayra no hablaba, sólo apuntaba con su escopeta.

-Te has escondido muy bien de mí en Ardenia, eso no me impidió encontrarte niña. En cuanto a ti-me señaló con su dedo índice.- Te he tenido ganas de acabar contigo desde que te miré por primera vez tocar la mano de Abby ¿no lo recuerdas? La feria, James, te he odiado desde esa vez.

-No te tengo miedo, me he enfrentado a peores enemigos que tú. No eres más que un imbécil como los otros.

-Di lo que quieras, no estás en tu mundo, no es tu historia.

-No me mires con rabia Dino, esta historia no la escribí yo, tampoco es tu mundo ¿pero sabes qué cosa si es? Este si es tu final..., voy acabar contigo de una vez por todas.

No tardó en volver a temblar la tierra, ni yo tampoco tardé en soltar la flecha hacia su corazón.

La puntería fue perfecta, le di al corazón, Dino estaba gritando.

-Larguémonos de aquí- apreté la mano de Ayra y me la llevé corriendo hacia una salida.

Escuchaba a lo lejos los lamentos de Dino, Ayra miró hacia atrás y dijo que pudo sacar la flecha y seguir caminando.

Iluminaba el lugar con mi linterna. El camino ya tenía agua, agua que nos llegaba por debajo de la cintura. Hacíamos lo posible por caminar entre el agua, Dino ya nos estaba alcanzando a lo lejos.

Ayra estaba asustada, yo no, ¿cómo es que a veces tengo miedo y otras veces no? Pasamos el camino de agua y nos encontramos entre los rieles un carrito con material que se interponía en nuestro camino. Ella desesperada lo comenzó a empujar.

Veía que venía Dino a paso lento con su antorcha. Saqué el rifle y con la mira le traté de disparar en la cabeza, pero cayó la bala en el hombro.

-Es inútil, toma mi rifle y dispárale- le ordené mientras empujaba el carrito.

Si estaba un poco pesado, pero pude empujarlo con las fuerzas que todavía tenía. Escuchaba como Ayra disparaba, pareciera ser buena con las armas y con defenderse ¿es hija de algún militar? Bueno, no es momento de pensar en eso. El carrito solo bajó con los rieles y chocó con la pared. Encontramos dos caminos; el primero donde el carrito chocó y el otro que íbamos a tomar. Ayra me devolvió el rifle y yo tomé su mano, Había madera que daba soporte a las paredes de piedra y en medio del camino ya estaba difícil porque tendríamos que cruzar el camino corto donde solo había tablas de madera.

-Es mejor que cruces primero- le dije.

Miré como cruzaba el otro lado, ella ya había llegado y me dio ánimos para cruzar, pisaba con cuidado, estaba a punto de llegar, pero de repente la tabla se rompió. Estuvimos a unos centímetros de haber tocado nuestras manos para que me pudiera subir, pero caí en el agua, no estaba profundo, de nuevo estaba al nivel de mi cintura, pero de todas formas dolió la caída, me quejé del dolor y me levanté.

-¡James!- gritó Ayra.

-¡Vete! Nos vemos antes de llegar a las ruinas, ahí estaré, cuídate.

Ella estuvo a punto de decir algo más, pero la tierra volvió a temblar, y la vi levantarse e irse. 

Cielo DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora