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Corrí de nuevo a la habitación para guardar la linterna, sacar la escopeta y balas ¿será buen momento de usar el lanzallamas?

Lo usaré como último recurso.

Estoy temblando, en este momento si me siento como un miedoso. Pues encontrarme con una criatura mucho más grande que la anciana loca de hace rato me hace temblar peor. Es mucho más grande que yo. ¿En qué me he metido? No me he convertido en un valiente después de todo, tampoco sé si es sería buena idea sólo escaparme.

No. Tengo que matarla. Me perseguirá si no lo hago, o incluso peor, ella si piensa en matarme.

-¿Dónde estás?- Escuché una voz distinta, pero sigue siendo ella. Me escondí entre los escombros que dejaron las paredes.

Salí por un agujero que me dirigía al pasillo para ir hacia la muralla. El viento comenzó a venir y mi piel comenzaba a tener frío. Ella salió de la biblioteca otra vez. El viento frío no le hacía nada. Eso me sorprendía, me preocupaba ¿cómo la tengo que derrotar entonces? Ella ya era un monstruo, una criatura, una serpiente que no sé cómo explicarla. Ya dije que es grande, lo suficiente para matarme con una sola aplastada.

Calmé el temor, me armé de valentía. Mis piernas ya no temblaban. Tengo coraje. Estoy molesto. Sé que no merezco estar viviendo esto ahora mismo. Preparé la escopeta y disparé dos veces. Nada. No hizo ningún daño. Al contrario, se burló de mi dando unas carcajadas.

Pero tal vez si disparo en los ojos, en esos ojos color rojo...

-Tienes suerte Richter-seguía desconociendo su voz-. Tienes protección en tu collar, es una pena que seas tan débil y por eso necesites eso ¿qué pasaría si te lo arrancara o lo bebieras? ¿volverías a París? ¿Volverías a Alemania y todos tus recuerdos de un tiempo nunca existieron?

-¡Cállate maldita bruja!

La hice enfurecer. Corrí por la muralla hasta girar en una esquina derecha cercas de unos portales de cemento. Ella los destruyo con su cuerpo y giro. Se detuvo cuando miré hacia atrás, caminaba lento. Bajé unas escaleras que continuaban con la muralla. El castillo si que era muy grande. Saqué rápido de la mochila el molotov, mi encendedor y entonces lo prendí. Estaba nervioso, de nuevo estaba temblando un poco, pero me concentré.

Ella comenzó acercarse a paso rápido, pero le lancé la botella encendida a tiempo, haciendo que se quemara un buen rato. Agonizó y gritó. Me hacía tener ventaja para escapar. Yo seguía corriendo con la escopeta en la mano. Tengo que dispararle en los ojos. Pero ella comenzó a volar y era la parte en la que me daba más miedo porque tenía que estar al pendiente de la vista al frente y de mis espaldas.

-¡Es una pena que vea como será tu muerte James pero Abby no!- gritó desde una distancia en que podía escucharla desde el cielo-. Sería una pena que arrancara tus ojos color miel, o arruinara tu bello rostro.

-Tan horrenda por fuera como por dentro y repitiendo tantas penas- le grité mientras le apuntaba con la escopeta siguiéndola-. ¿Qué ganabas con tener el reino en tus manos? ¿Riqueza y poder?

-¡Tu no lo entenderías!- Aterrizó de un golpe, la muralla tembló y yo me desequilibré un poco. Ella estaba a unos metros de mí en la muralla, pero yo seguía dando pasos hacia atrás-. El poder que quería tener en el gobierno era para tenerla a ella, a Levian, mi bella amada. El pueblo nunca hubiera aceptado mi romance con ella sin ser gobernante. Oculté este amor por muchísimo tiempo fingiendo que sólo era una amiga que vivía en el mismo castillo que Manogan. Pero si tuviera la corona y ella a mi lado, me aceptarían a la fuerza.

- ¡Pero no por eso tenías que asesinarlos!- contesté.- Eres una mujer tan horrenda de corazón, tan podrida, bien que ahora te has convertido en un monstruo por el simple hecho de ser tan débil.

-¡Nunca perdonaré tus palabras y jamás te perdonaré lo que le hiciste a Levian!- se acercó a mí lo más rápido, logró agarrarme y apretar mi cuerpo.- ¿¡Cómo es que quieres salvar a tu amada después de haber matado a la mía!?

Ella me aventó hasta llegar a la entrada de la torre del homenaje. Con un poco de dificultad me levanté y pateé la puerta para subir corriendo las escaleras con la escopeta. Subí hasta el pendón y ella ya estaba allí.

-¿Por qué has secuestrado a Abby entonces?- cuestioné.

-Nunca la secuestré- lo dice con otra voz diferente, un tono más irritante.- Ella vino por voluntad propia, ¡ella te ha traicionado!

-¡Es la profecía de Ardenia!- me defendí mientras cargaba la escopeta para apuntarle.

Debajo de su cuello miré el corazón de la serpiente que estaba convertida, tal vez si logro dispararle...

-Mira nada más, que insolente eres ¿crees que ella es nuestra salvación? -se rio, pero calló al recibir un disparo en un ojo y volvió a agonizar-. Maldito seas Richter, ya es muy tarde- me apretó con sus grandes manos desde las costillas, mis brazos estaban sueltos con la escopeta en la mano-. No volverás a ver a Abby ni siquiera en una tercera vida ¡acepta tu muerte!

Preparé el arma y disparé directamente al corazón, ella me tiró dentro del pendón. El corazón sangraba, salía liquido de color morado. Me dejó sorprendido, pues la verdad que esperaba sangre roja, desconocía el por qué ese color. No me detuve, seguí disparando mientras me temblaban las manos. Algunas veces disparaba bien, en otras fallaba.

Recargué por tercera vez y al primer disparo logré darle al otro ojo. Sus ojos desangraban y el corazón se estaba quedando vacío. Ella poco a poco estaba muriendo. Veía y escuchaba el cómo gritaba, y el cómo me deseaba tantas veces la muerte. También me repitió que nunca me perdonaría por lo que le hice ¿tenerle compasión a un monstruo?

El collar nuevamente me salvó la vida y me quedé en el pendón hasta el último movimiento de Maeva. 

Cielo DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora