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Mis ojos le declaraban la guerra a la bestia, saqué la pistola de lanza llamas y comencé a disparar con ella sacando llamas de fuego hacia la bestia.

Posiblemente estaba furioso o furiosa, pero comenzó a rodearme, y cada paso que daba acercándose hacia mí gruñendo, yo le mostraba como salían las llamas de la pistola. Yo gritaba cada vez que se acercaba, la bestia gruñía.

Estuvimos así por un poco tiempo hasta que este dio un saltó muy alto. Me quedé con la boca abierta mirando hacia arriba parecía lento, pero en realidad fue rápido, disparé y con una garra tiro de la pistola y a mi me empujo contra el suelo cayendo hacia atrás.

Pesaba demasiado, hacia lo que podía para levantarme, pataleaba, pero no podía. Apenas pude sacar una mano, empujaba su rostro, pero nada, no funcionaba. Miré al lado derecho y allí estaba mi amada escopeta. Volví mi mirada en él, esforzándome con un brazo safarme de el y con el otro brazo alcanzar la escopeta.

El abrió su boca, deseaba comerme. Miré sus dientes, eran puntiagudos como los de un tiburón. Después de haber agarrado la escopeta con una mano. Disparé a su cabeza dos veces.

Funcionó, pero, sus ojos se tornaron negros y de su boca salía un líquido verde que hizo manchar mi cara por completo. Quité la escopeta de mis manos y lo empujé a un lado. Limpie mi cara con mis propias manos. Me levanté, y me giré para tomar mi mochila. Pero unas manos la levantaron, miré hacia el rostro y era Ayra.

-Volviste.

-Escuché todo el desastre.

Nos miramos unos segundos. Ella tenía su cabello en una coleta trenzada, tenía armas nuevas, pareciera estar preparada para una batalla.

-¿Seguro que está muerto? Todavía se ve que respira- ella agarró la escopeta, con fuerzas movió a la bestia boca arriba y sacó una daga-. Mira.

Ayra abrió el pecho de la bestia, el líquido verde que salía de él al parecer era sangre, era extraño ver todo lo que había dentro de él.

-Este liquido verde... Estaba en las minas- dijo-. Yo ya había estado en las minas antes que tú, no te dije porque no confiaba en ti pero, este líquido, es lo que mata a las criaturas que hay en el pueblo y también son las que las crea, tu novia sabe de esto.

-Ella sabía de esto seguramente- le dije entre un suspiro.

Ella se quedó mirándome seriamente y después miró hacia la mesita a la chica con vestido s blanco sin vida, a Abby.

-Puedes salvarla si vuelves a tu mundo, aún hay tiempo.

Me levantó con sus brazos abrazándome, le di las gracias. Sangre salía de mi mejilla, ella la acaricio y quitó la sangre que tenía con su pulgar. A veces pienso que ella era mi propio ángel, una salvación o un pequeño ser que tenía que proteger realmente. Cuando a ella la empecé a proteger mis sentimientos quedaban entre duda si ella o Abby tenía que elegir.

El viento soplaba, y a lo lejos veíamos los relámpagos en el cielo... Los dos miramos extrañamente como el cielo iluminaba entre las nubes un castillo.

-¿Qué es eso?- Dijo.

-No lo sé, vámonos de aquí antes de que den las 6.

-En la cueva hay otro portal, dentro de las minas- me comentó.

Corrí colocando mi mochila en la espalda y asegurándome que nada olvidara dentro de ella. Luego corrí hacia donde se encontraba Abby.

Su cuerpo frío..., su cuerpo estaba helado, no podía evitar el no llorar al verla. La levanté con cuidado y la abracé con delicadeza. Le quité la corona y la amarré en las presillas de mi pantalón con el lazo que tenía en mi mochila. Cuando le quité la corona, noté como su cabello de repente se puso en un tono rubio. Un tono en que la hacia parecerse a la princesa, ella realmente era la equivocada. La cargue entre mis brazos. Ayra sacó de mi mochila la linterna, me pidió ir atrás de ella para cuidarme.

Comenzamos a correr. El reloj marcaba las 5:35. Por fin había avanzado y no me había dado cuenta.

Salimos de las ruinas, el viento hacia ruido entre el pasto que había al igual que los árboles.

Nos adentramos en las minas y miramos el cadáver de Dino.

-Tiene una corona también- Dijo Ayra.

-No es momento de observar cadáveres, dime donde está la salida ahora- le dije de forma desesperada.

Ella me observo y miró a su alrededor iluminando una escalera. Corrimos hacia la escalera subiendo hacia adentrarnos más afondo en un camino donde apenas podíamos caber los tres, donde no podíamos respirar muy bien. Caminamos constantemente por varios momentos, hasta que miramos en el suelo un camino lleno del líquido verde, junto con unas antorchas en las paredes que iluminaban el camino. Corrimos hasta encontrarnos una iglesia en ruinas muy grande. Enfrente de nosotros nos encontramos un pentagrama con velas alrededor y fuego en el centro, el suelo donde se encontraba el pentagrama podía ver que estaba lleno del líquido verde.

-La bestia estaba allí- dijo.

Más adentro encontramos Una estatua pegada a la pared, era de una mujer muy alta cargando una balanza con una mano hacia arriba que estaba en el mismo peso, y con la otra mano una espada.

-¿Quién es?- pregunté.

-Tal vez es la representación de la familia del reino, la verdad no lo sé.

Seguimos caminando rodeando el pentagrama con fuego alrededor, adentrándonos más en la cueva hasta mirar algo extraño..., con un arco grande de oro de 2 metros y medio al parecer. Al lado de ese arco se encuentra unas mesas de cemento con un agujero, una de ellas ya tiene una piedra de color roja. Ayra se detiene, saca la amatista y la coloca en la otra mesa de cemento. El arco de oro resulto ser algún portal, el otro lado se veía en tono azul.

-Está todo listo, tienes que irte.

-¿Y tu?- pregunté.

-Iré después de ti.

Me acerqué al arco, sentía mucho frío mientras más me acercaba. Acosté a Abby en el suelo para ponerle mi collar, si de algo servirá mi collar espero que sea que para cuando lleguemos al otro lado ella esté viva. Ayra estaba al lado de las piedras, retirada de mí.

Me arrodillé y le puse el collar en el cuello. Cerré los ojos y respiré hondo, acariciando su rostro.

Pero Abby despertó.

-¿Abby?- la miré sorprendido.

Ella se levantó.

-¿Dónde está mi corona?- se sobaba su cabeza-. James..., nuestro amor es tan especial ¿verdad?- esa no era su voz, seguía siendo femenina, pero no era su voz, ella no era Abby.

-No eres Abby, ella era todo para mí-. Me levanté rápido y saqué el rifle apuntándole.

-Igual para mí- dijo-. Sin en el collar, has perdido tu protección ¿verdad?- se estaba acercando a mi pero yo daba pasos hacia atrás-. ¿Qué vas a hacer ahora, mi niño lindo?

-¡No lo sé, pero me salvaré de todas formas!

-Tu siempre igual, te haces el valiente, pero dentro de ti sigues siendo un cobarde, pobre James.

-¿¡Quién eres!? ¿¡Dónde está Abby!?- me acerqué a ella entre lágrimas agarrándola de un hombro-. ¡Te mataré puta chiflada!

Pero su brazo se hizo filoso convirtiéndose en una daga en color roja que traspasó mi pecho. Miré hacia mi pecho y vi como la sangre salía.

-Tranquilo James, tu muerte será rápida, volverás al mundo o serás un medio muerto. ¡Y yo me convertiré en la líder del nuevo culto! – Traté de mirar su rostro, pero esta vez mi visión era borrosa.

Cuando sacó su brazo de mi pecho, volvió a ser una mano de un ser humano pero esta vez lo que tenía en su mano era mi corazón, se burló de mí.

Los últimos segundos que vi de mi vida en Ardenia fue cuando caí de lado y miraba como se bañaba su rostro con mi corazón al igual como bebía de mi sangre. Me levantó con su mano apretándome del cuello, miré sus dientes de tiburón y me lanzó hacia el portal. 

Cielo DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora