Capítulo 14

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Advertencia : Contiene lemon

Con derecho a roces III

¡Tu prometido es un imbécil!

Kagome lo miró fugazmente, llevaba un traje de etiqueta en color negro y una pajarilla del mismo color. Su cabello estaba en perfecto orden y vaya que lucia tremendamente atractivo ante los ojos femeninos.

Al ver que ella no se movía, Hoyo tuvo que ir por ella. Kagome tenía la cabeza agachada y poco a poco la fue levantando hasta encontrarse con su mirada dorada. Sentía pequeñas dagas punzantes clavarse en cada parte de su cuerpo, su mirada era gélida que incluso producía escalofríos. A pesar de sólo haber tenido sexo y reencontrase el día de hoy, podría decir que estaba molesto, no, corrección, la palabra correcta era "furioso".

Pero la mirada de Inuyasha pasaba al imbécil que estaba delante suyo a la joven que había buscado por más de una semana. Que caprichoso era el destino, ese mismo que se había encargado de unirlos en Cancún, ahora los volvía a reencontrar solo para saber que ella estaba comprometida.

¿Sólo había buscado una noche de sexo con un desconocido, mientras que el pobre infeliz del prometido la esperaba? ¿Qué fue para ella esas noches en la suite?

Su ira comenzó a intensificarse, mientras apretaba los nudillos de sus manos. Sabía que, si la tomaba ahí mismo para llevársela a un lugar privado y pedirle una explicación de su parte, levantaría muchas sospechas, sobre todo la de ese idiota que lo miraba con una estúpida sonrisa. Comenzaba a odiar al prometido, porque sabía que no era más que un imbécil.

No pudo evitar comérsela con la mirada, la barría de arriba abajo, muy lentamente, saboreando esa belleza que estaba delante suyo. Lucía radiante con ese vestido que moldeaba esas delirantes caderas, las cuales sus manos podían reconocer con los cerrados.

Kagome solo deseaba que la tierra se abriera y se hundiera en ella, o incluso sentirse como Thor y gritarle Heimdall para que la trasportara a Asgard y así evitar enfrentar su destino. Bien, esa última parte se escuchaba muy infantil y lo debía admitir, pero si, deseaba con desesperación hacerse pequeñita o invisible ante ellos.

¿Cobarde?

Posiblemente.

―Kagome Higurashi – concluyó Hoyo al ver que su prometida no respondía.

Ninguno de los dos dijo o hizo nada, Inuyasha pasaba su mirada de aquel imbécil a la de Kagome, alzando de vez en cuando una ceja.

―Un placer – dijo al fin, extendiendo la mano hacía ella – Señorita Higurashi.

Pero cuando sus manos se estrecharon, Inuyasha las apretó fuerte, causándole un ligero dolor punzante. Lejos de reaccionar, ella guardó compostura. Estaba actuando como si no lo conociera y eso le causo una rabia interna que acabaría con todos los presentes de este lugar.

―Igualmente, señor Taisho.

―Kagome se dedica a la reparación de arte – explicó el prometido.

Pero Inuyasha solo tenía ojos para ella. Todo a su alrededor se había evaporado, siendo ellos dos los únicos en aquel lugar.

―Interesante – repuso Inuyasha con un leven momento de cabeza.

―Ya le he dicho que eso no es una profesión.

SIN DAÑOS A TERCEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora