Capítulo 18

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Sobria y un partido de americano

Como si hubiese leído los pensamientos, Kagome trató de hacer más hacía abajo el dobladillo de la camisa. Ante él se sentía completamente desnuda. Estaba magnifico, con su cabello negro alborotado, esa camisa de lino blanca arremangada hasta los codos los jeans desgastados.

― ¿Cómo llegué aquí? – fue su única pregunta.

Pero en cambio, Inuyasha la guio hasta una amplía encimera ara hacerle tomar asiento en uno de los bancos. Sirvió un poco de jugo de naranja y lo dejó justo en la barra. Kagome no tenía muchas ganas de meterse algo al estómago. Aun lo sentía revuelto junto con las interminables nauseas.

― ¿No lo recuerdas? – alzó una ceja divertido y decidió jugarle una broma.

―Solo recuerdo caminando por las calles con ese estúpido vestido.

Kagome arrugó la ceja, ahora que recordaba ¿Dónde había quedado ese estúpido vestido?

―Por cierto ¿Qué le has hecho?

―Lo mandé a tirar – su respuesta fue rápida.

―Pero era…―suspiró, iba a decir "exsuegra" ―No importa.

Inuyasha esbozó una media sonrisa y negó con la cabeza. Entonces fue al refrigerador y sacó un recipiente con varia fruta picada, bajo la atenta mirada de Kagome. Abrió uno de los gabinetes en color caoba y sacó un pequeño platito junto con un tenedor.

―Dudo que a estas alturas te pida el vestido. Y en dado caso que lo haga necesitaría más que una tintorería para quitarle el vómito.

Ante esa revelación Kagome hizo un gesto de desagrado.

― ¿Tan mal estuve?

―Uuy si ― él asintió – Te tomaste cuatro caballitos de tequila. Cuando llegué al bar tu nuevo mejor amigo, Shippo estuvo a cargo de ti toda la noche.

¿Solo cuatro caballitos? ¡Con cuatro caballitos se había puesto ebria! Era como si Inuyasha le estuviese describiendo a una persona totalmente desconocida para ella. Jamás perdía el estribo cuando se trataba de tomar. Ahora ¿Su nuevo mejor amigo? A él sí que no lo recordaba en absoluto.

–Además – Inuyasha se aclaró la garganta y esbozó una media sonrisa por lo que iba a decir ― No parabas de decirle a él que yo era un Dios del sexo.

Él guardó la compostura, quería reír a medida que ella iba abriendo la boca.

Kagome abrió la boca formando una "o" y no pudo evitar sentir su cara arder ante aquella revelación. ¿Dios del sexo? ¿En serio ella había dicho eso? Bueno, si lo había pensado en más de una ocasión, pero jamás se hubiese atrevido admitirlo delante de nadie. gracias a esa Kagome ebria, ahora él sabía lo que pensaba de él.

¡No más tequila!

– Ah y no olvidemos cuando llegamos aquí, terminamos teniendo sexo en cada rincón de este lugar – bromeó, esperando a ver como lo tomaba.

Y con eso ella terminó por levantar más el rostro para sostenerle la mirada, ahora sí que sus mejillas no solo le quemaban, sino que ardían como si hubiese estado en el infierno.

SIN DAÑOS A TERCEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora