Capítulo 1

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Expectativas

―Kagome…. Espera hija.

Ella volteó y vio como su familia y amigos trataban de ir tras ella. Pero volvió la vista al frente y continuó corriendo, lo que le importaba era cruzar la gran plaza de la iglesia y cruzar la calle, donde estaba segura los perdería de vista.

Se detuvo un momento, solo para quitarse el ridículo velo y éste se lo llevó el viento. Tomó el borde de su vestido de novia para emprender de nuevo la huida. Corría todo lo que le permitan sus pies enfundados en esos tacones altos. Había sido una mala decisión comprar unos del numero 10, pero quería verse alta y esplendida ese día, pero nunca pensó que terminaría así. Ahora ya muy poco importaba en esos momentos, lo mismo le daba si le clavan en los pies.

Quería huir.

Alejarse.

No volver la vista hacia atrás nunca más.

Alcanzó a llegar a la avenida y antes de que el semáforo cambiara de color cruzó la calle como si su vida dependiera de eso. Logró dejar a sus conocidos atrás y se perdió en el inmenso parque que se alzaba ante ella.

Mientras caminaba un poco más tranquila, no dejaba de pensar que el día más importante de toda mujer, esa justamente ese, el día de su boda. Estaba en un grave error al creer esa estupidez.

Se dejó caer en una de las bancas, sentía como sus pies le palpitaban debido al gran maratón y a los ajustados zapatos. Con una mueca se los quitó con los pies y sintió un gran alivio al liberarse de ellos.

El cielo estaba nublado, las nubes grises reflejaban su estado de ánimo. En esos momentos tenía el corazón fragmentado. Pero sabía que en parte también ella era la culpable y eso no podía negarlo.

Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer y no se movió de ahí.

¿Cómo es que el día de tu boda, terminas en un parque, con un vestido de novia sucio y empapada?

La lluvia comenzó a caer intensamente y entonces terminó llorando.

Tres semanas antes de la boda.

Ya estaba prácticamente todo listo para el día de la boda. Invitaciones, salón, banquete, incluso el viaje a la luna de miel. Lo único que faltaban eran los vestidos de sus damas y obvio que no podía dejar a lado a sus amigas, incluida su hermana, quien era la dama de honor.

― ¡Me veo ridícula! – exclamó su hermana― No me gusta – su comentario era frío mientras s cursaba de brazos.

―Ay, pero si te ves bonita Kikyo – bromeó una de sus amigas

―No estoy de broma Rin – Kikyo la señaló con un dedo – Que tu mundo sea de color lila y rosa no significa que el mío lo sea.

– Mira el lado positivo Kikyo – intervino la cuarta amiga, Ayame ― Pareces un pastelito envuelto en betún lila.

Kikyo fulminó a sus amigas cuando Ayame y Rin chocaron palmas ante el comentario de la pelirroja. Se bajó de la plataforma para darles su merecido, pero en ese instante, apareció la última del clan. Sango.

SIN DAÑOS A TERCEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora