Capítulo 20

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Advertencia : Contiene Lemon.

Quédate está noche.

Terminó su última reunión de la tarde, cerró la pantalla de la computadora portátil. Sus ojos se enfocaron como un depredador al ver a su presa. Ahí, al fondo y con unos auriculares estaba ella. Concentrada en su trabajo, ahora estaba regresando el color del gran danés que estaba dibujado sobre el lienzo.

Kagome se había quitado los zapatos y se vez en cuando golpeaba el piso con sus pies descalzos al ritmo de algo que estaba escuchando. Le había colocado una mesa a la altura de su cintura por si llegaba a cansarse de tener esa paleta de pintura sobre sus manos y así fue. La había dejado ahí y solo se giraba cada vez ocupaba algo de pintura.

Inmediatamente tomó su móvil que estaba sobre la mesa, abrió la cámara y la enfocó a ella. Estaba tan relajada y toda su atención enfocada en aquel cuadro que por algunos instantes llegó a sentir celos de él.

Comenzó a imaginarse una y mil maneras de hacer que pierda aquella concentración. Estaban solos, en su departamento y ya no había alguien en medio. Por lo que no podría haber un daño a terceros. Dejó su móvil en la mesa, se levantó con mucho cuidado de la silla sin llegar hacer ruido y que la pusieran en alerta. Pero era imposible que lo escucha, tenía el volumen alto del audio y hasta donde él estaba podía escuchar Señorita de Cama Cabello.

Avanzó hacia ella con suma elegancia, cada paso que daba iba dejando una prenda en mármol. Comenzando por aquella camisa de lino azul marino, después le siguió una de tirantes que caía en el mismo sitio que la otra.

Se detuvo atrás de ella para permitirse respirar ese perfume de fresa y jazmín que tanto lo tenían cautivo desde que se subió aquel avión, cambia do todo su maldito mundo. Ahora lo único que deseaba era besarla, desnudarla y llevarla a su cama.

Besó su nuca y sintió como arqueaba la espalda ante aquel íntimo contacto. Las manos de Inuyasha viajaron hasta los auriculares y se los apartó de la oreja.

― ¿Qué haces? – preguntó entre jadeos, sintiendo sus cálidos labios sobre su cuello.

Ella tuvo que apartar la brocha del cuadro para no mancharlo y arruinar por completo la pintura, dejándola sobre la mesita. Se pegaba a su espalda con exquisito placer.

― ¿No es obvio, pequeña? – susurró en su oído.

Una de sus manos continuaba su explosión. Arrasando con esa bata blanca llena de pintura, cuando la liberó de ella la arrojó por enésima de su cabeza. Todo sin dejar de besar su cuello. Ahora esos dedos largos y expertos masajeaban sus muslos por encima de la tela de su vestido. Recorriendo la tela a su paso hasta llegar al dobladillo.

―Inu.. Yasha – volvió a jadear.

―Adoro como suena mi nombre en tus labios ¿Te lo he dicho antes? – su voz sonó ronca y excitante

No, se dijo así misma, arqueándose una vez más cuando sintió sus dedos apartar la fina de la de su ropa interior y llegar a su centro. Ella se abrió más al sentir como acariciaba sus paredes, el modo en que llegaba a si clítoris sin necesidad de tardarse en su búsqueda.

Su otra mano buscó el cierre del vestido, baja dolo lentamente. Desnudó un hombro y despistó un beso en él, luego el otro y repitió la acción, desabrochando su paso el sostén, liberando sus pechos.

SIN DAÑOS A TERCEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora