Primer reencuentro
Que agradable sensación, era como si estuviera abrazada a un enorme oso de peluche. Solo que éste respiraba y dormía de manera apacible. Poco a poco despertó y se encontró con que el Husky se había subido a la cama y ahora dormía de espaldas a ella. Kagome esbozó una sonrisa y acarició el sedoso pelaje del animal. Arrepintiéndose de haber pactado la cita con su dueño para la entrega.
Ya se había encariñado con él a pesar de haber estado con él solo un día. Esperaba que su dueño no fuese descuidado y lo perdiera de nuevo.
Se levantó de la cama y fue hasta su armario para buscar lo que se pondría aquel día. Hizo a un lado tanto el vestido de novia como el vestido que usaría aquella noche en el evento de gala.
Hoyo había sido invitado por su jefe y era la primera vez que se codearía con gente muy importante en todos los ámbitos, desde política hasta el sector privado. Se lo recalcó durante toda la semana y francamente comenzaba a fastidiarse. Ahora sí, después de esta noche no habría nada ni nadie que le impidiera terminar de una vez por todas el compromiso ya estaba a tan solo tres días de la boda y debía actuar cuanto antes.
Tomó del armario lo primero que saltó a su vista y lo colocó con cuidado sobre la cama, después eligió unos zapatos que iban a juego con el conjunto.
Su madre llamó a la puerta y después de darle los buenos días se llevó al Husky para darle algo de comer.
Escuchó la voz de Kikyo, hablando en el pasillo con su madre y preguntando de quien era ese animal. Pocos minutos después se asomó a su habitación, la vio entrar con la bata de hospital. Esa semana Kikyo había tenido un turno demasiado exhausto, por lo que se le veía en sus ojos. Intercambiaron unas cuantas palabras y luego ella se marchó a su propia habitación.
Al entrar a la cocina solo se preparó un café y un poco de pan tostado.
―Sobró algo de la cena de ayer – comentó su madre – ¿Quieres que te lo ponga en un recipiente?
―No mamá. Si lo quiero, puedo hacerlo yo.
Algunos hijos dejan a sus padres una vez que son profesionistas. Ellas no y nada tenía que ver con el matrimonio o soltería. Simplemente porque extrañarían el cariño de sus padres, claro que ayudaban en gastos y todo eso, entre Kagome y ella pagaban las cuentas, mientras que sus padres disfrutaban con la pensión de su padre.
Pero eso no quería decir que su madre les pusiera el almuerzo, ya no eran niñas de seis años como para que ella se hiciera cargo.
―Debo irme – le dio un beso en la frente – Voy tarde para entregar a Roco.
Su madre puso cara triste al ver como Kagome le ponía la correa. Mientras que el Husky estaba sentado elegantemente dejándole hacer.
―Voy a extrañarlo. Considéralo, hija. Podríamos quedarnos con él.
―No mamá – Kagome negó – Ya quedé con su dueño de devolverlo.
Tras un beso de despedida, Kagome abrió la puerta de su auto y el animal entró en él. Encendió el motor y emprendió marcha hacia central park. Aprovechando en cada semáforo que le tocaba en rojo para acariciar el lomo del perrito.
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SIN DAÑOS A TERCEROS
RomanceEn una despedida de soltera cualquier cosa puede pasar, después de todo para eso se hicieron, pero ¿Qué pasaría si a pocas semanas de la boda, conoces a un chico que haga temblar tu piso? ¿Dejarías a tu prometido por los nuevos sentimientos que aflo...