Capítulo 4

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Clases de buceo y una piña colada
gratis.

Si con el traje lucia impecable. Ahora con ese pantalón blanco de playa y la camisa tipo polo en color azul cielo le daban un aspecto más juvenil. Lejos estaban las gafas de sol por lo tanto podía contemplar con mayor admiración esos ojos dorados.

Él esbozó una media sonrisa, pero no añadió un comentario al respecto cuando la vio cruzar el ascensor. En cambio, tomó su móvil para contestar rápidamente un mensaje de su hermano. Pero poco después barrió con su mirada lentamente cada parte de su esbelto cuerpo y se sintió un completo pervertido. Debía admitirlo y no era esa clase de hombres que dedicaba acosar a señoritas que pasaban por la calle. Pero es que simplemente esa mujer despertaba en él su libido más oscuro.

Kagome pulsó el botón de planta baja y las puertas se cerraron de golpe.

Se movía nerviosa, impaciente, todo el ascensor estaba impregnado de esa fragancia masculina. Sintió que una vez más regresaban esos bochornos y todo el ambiente comenzaba a tornarse caliente, muy caliente aun y con el clima que entraba en el ascensor.

No hacía falta que volteara la vista hacia atrás. Fácilmente sentía esos ojos dorados barrerla con la mirada. Por un instante se sintió completamente desnuda. Ojalá nunca hubiera decidido usar ese estúpido minishort con aquella blusa de tirantes en azul marino y rayas. Normalmente cuando se ponía nerviosa comenzaban a sudarle los dedos de las manos y esta no era la excepción. Si, estaba completamente nerviosa ante un hombre atractivo. Que tenía una pose muy dominante. Estaba inclinado hacia la derecha y todo su cuerpo recaía en su brazo. La mano derecha la tenía en el bolsillo mientras que con la izquierda sostenía su celular.

Lo que más le dolía es que el mismo Hoyo nunca la había hecho sentir como lo estaba consiguiendo aquel hombre.

Tuvo que inhalar y exhalar un par de veces para controlar los latidos frenéticos del corazón y sobe todo, hace que desaparecieran esos nervios. Pero, entonces pasó lo inimaginable, algo que la dejó desbocada y terminó con un elevar más esos nervios.

Él avanzó hacía a ella a pocos centímetros de su espalda, se inclinó y ladeando la cabeza, acercó su nariz para absorber el dulce aroma que emanaba de su cuello.

―Fresa y jazmín.

Dios, en ese momento no podía pensar, le zumbaban los oídos, el pulso se salió completamente fuera de control.

― ¿Una combinación exótica, no crees, pequeña?

Kagome giró sobre sus talones, mil emociones pasaban por su cuerpo, Hoyo en los años que llevaban de relación jamás hizo ese gesto tan íntimo como lo había hecho ese hombre. Y ahí estaban, mirándose a los ojos.

¿Por qué últimamente comparaba a Hoyo con casi todo?

― ¿No conoce el espacio personal? – titubeó.

―No – respondió, encogiéndose de hombros.

―Le voy a pedir que jamás…

El ascensor se detuvo en planta baja y antes de que las puertas se abrieran, aquel hombre la tomó de la cintura para atraerla hacia él, para sentirla contra su cuerpo y la sensación que sintió fue explosiva, mágica. Que lamentó dolorosamente los pocos segundos que tuvo con ella.

SIN DAÑOS A TERCEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora