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El saludo del sol que en esas épocas del año no daba el calor de siempre fue lo primero que el canino sintió, y para su mala suerte, una ardilla también quiso pasarle a saludar desde arriba del árbol en el que estaba durmiendo, provocando nada más y nada menos que la nieve en las ramas cayera en su adormilado rostro.

Los ojos de caramelo del lobo se abrieron, asustado y sorprendido por el frío inoportuno que lo despertó de su profunda siesta, luego se dio cuenta de que estaba nuevamente en la realidad, volviendo de golpe al frío del bosque, totalmente solo.

Se estiró, aplastando un poco las hojas bajo él y salió del agujero que había hecho en el suelo la noche anterior para dormir, no le importaba si volvía a llenarse de nieve, después de todo, ese día seguiría viajando.

¿A dónde? Ni siquiera él lo sabía.

A Hinata realmente no le importó la noticia de que sus órganos reproductores eran infértiles y que era casi imposible que lograra que algún ser se creara en su interior.

Y es que a Shōyō no le afectaba ser un omega, bajo su propio juicio él era un lobo más en la manada y uno muy fuerte.

El estereotipo de omega es alguien dócil que solo existe para ser reclamado por un alfa fuerte y dominante, para posteriormente crear una familia y fin del cuento, un final feliz.

"Aburrido y arcaico", es algo que pensaba el pelirrojo ante esa idea.

Hinata Shōyō, al ser uno de los hijos menores del alfa siempre fue sobreprotegido, esto de algún modo le hacía sentir bien, pues sabía que no estaba solo, pero comenzó a estresarle cuando la alerta de sus padres aumentó en el instante en que se supo que era un lobo con la habilidad de procrear, declarándolo un omega y el único de la familia Hinata hasta el momento.

Sus escapadas nocturnas al lago, sus idas de caza con la manada, las cosas que hacía con tanta naturalidad fueron desapareciendo poco a poco, sin embargo, como el chico terco que era, lograba salirse con la suya cuando sus padres y hermanos no le veían.

Nunca le afectó ser lo que era, lo aceptaba totalmente, aunque su única queja sería lo doloroso y molesto del celo.

Antes de marcharse, había pasado su primer ciclo y había sido una tortura, dolía, su cuerpo quemaba como el infierno y su lobo interior sufría y aullaba por ser tomado por un alfa, agradecía eternamente que sus hermanos mayores le habían cuidado.

Un pequeño suspiro salió de la boca del animal al recordar el rostro de Kei y Hitoka al ver que se marchaba de casa luego de la discusión que tuvo con su padre.

—''¡Padre, escúchame! ¡De todas manera no quería tener hijos y ahora podrás dejarme salir con la manada a cazar y hacer todas las cosas que-...!''

El dolor de la bofetada en su mejilla lo volvió a sentir con el recuerdo a pesar de que ya habían pasado cerca de tres semanas desde que se marchó de casa.

—"¡Padre!"

La voz aguda de su hermana llegó a sus oídos como si estuviera su lado.

—''¡Silencio!"

Recuerda cómo la vidrios de la cabaña vibraron y su pecho también ante el grito del Alfa de la manada, quien era su padre.

—"Será mejor que te vayas antes del amanecer, Shōyō, este ya no es tu hogar, aquí no necesitamos a inútiles.''

No tuvo el valor de responder ante ello por muchas respuestas que tuviera en mente, era una orden del Alfa y debía cumplirla.

—"S-Shōyō..."

El cachorro que trajo el invierno [KageHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora