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Shōyō no era un lobo tranquilo.

Claro que no lo era, la mayoría del desorden y ruido que había en su manada anterior se debía a lo inquieto y revoltoso del tercer hijo del Alfa. Siempre iba de aquí para allá molestando a toda persona que viera, hasta sus hermanos tenían el impulso de querer amarrarle a una silla para que se quedara quieto aunque fuera por un momento.

Cuando era pequeño sí que solía ser un problema por lo escurridizo que era, pero al crecer y volverse un adolescente, aquello cambió...solo un poco. Seguía siendo inquieto y parlanchín, pero no tanto cómo antes.

Si bien Shōyō era así siempre, en ese preciso momento parecía estar demasiado nervioso como para emitir aunque fuera un pequeño sonido.

Habían llegado hace pocos minutos a la aldea de Tobio, y es que podría ser por lo llamativo que era su anaranjado cabello, pero todas las miradas de los cambia-formas estaban sobre él y sobre la mano entrelazada con la suya.

Se sentía incómodo, tantos ojos ajenos observándole con curiosidad sólo lograban hacer que Hinata sintiera la necesidad de huir de allí.

Y lo habría hecho de no ser porque la mano de Kageyama se negaba a soltarle.

Intentó varias veces librarse del agarre del chico, pero claro, este temía que intentara escapar de nuevo, por lo que no le permitiría que su mano se separara ni un sólo centímetro de la suya.

—Cálmate, cachorro —Susurró, Shōyō ignoró el apodo— Estás demasiado tenso.

—Y tú demasiado tranquilo, nada asegura que esto vaya a funcionar, Tontoyama.

Tobio solo lo golpeó suavemente con su hombro— Confía un poco en mi, ¿quieres?

Siguieron caminando sobre la nieve en total silencio y a pesar de ello no era incómodo, el calor de sus manos juntas ayudaba. Fue así hasta llegar a la cabaña donde vivía la familia de Kageyama.

—Escucha —Soltó su mano y cerró la puerta para que el frío no entrara— Tienes que seguirme la corriente en todo lo que diga y haga.

—No estoy de acuerdo, si haces alguna tontería, créeme que no me quedaré callado.

—Como digas —Comenzó a quitarse la bufanda llena de nieve— ¡Madre, Miwa, ya estoy en casa!

Shōyo sintió que su alma escapaba de su cuerpo en ese mismo instante y los nervios volvían a él. ¿Quién lo había mandado a meterse en esa mentira? Realmente comenzaba a arrepentirse de haber tomado una decisión como esa tan a la ligera.

—¡Tobio, volviste!

Una chica de cabello negro corto y con ojos tan azules como los de Tobio caminó desde el pasillo de la cabaña hasta llegar a la pareja de lobos.

—¡Oh! ¿Tú eres Shōyō? —Preguntó la chica con emoción, Hinata asintió con una sonrisa en el rostro, intentando disimular su nerviosismo— ¡Un gusto! Soy Miwa Kageyama, la hermana menor de Tobio.

—El gusto es mío, soy Shōyō Hinata, aunque eso ya lo debes saber —Respondió el chico con su carisma natural.

Después de haberse sacado los abrigos, bufandas y zapatos llenos de nieve, el par de lobos se adentraron en el acogedor hogar de los hermanos Kageyama. Era una cabaña rústica, piso y paredes de madera, iluminada por ténues luces en ese momento, ya que en épocas de más calor como el verano y la primavera, la luz que entraba por las ventanas era suficiente para iluminar el lugar completo durante el día.

—Mamá no tarda en volver —Mencionó la chica cuando entraron al lugar que debía ser la cocina— Fue a devolver unas cosas a la madre de Tadashi.

Tobio solo asintió como respuesta, Miwa les sirvió un poco de té a ambos y se sentó en la mesa a acompañarlos. Hinata en ese momento notó que la comunicación entre esos hermanos no parecía ser muy fluida, eso le recordó a su hermano Kei, era igual de difícil hablar con él, pues o te responde de forma sarcástica o de forma seca, no hay un punto neutro en ese chico. El corazón del chico de hebras anaranjadas siempre se sentía cálido al pensar en sus hermanos.

El cachorro que trajo el invierno [KageHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora