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Eran cerca de las diez de la mañana y el olor a café se expandía por el hogar de los Sawamura-Kageyama, como ya era habitual.

El omega de la casa tarareaba en cada paso que daba y acción que realizaba, era como si bailara al ritmo de un vals, atento a lo que pasaba a su alrededor y esperando que aquel lobo —que nunca llegaría— apareciera para bailar con él.

Una tontería, pero Kōshi se sentía libre de soñar dentro de su fantasía.

Unos golpes en la puerta de la cabaña, muy reconocibles a su agudo oído, lo sacaron de su burbuja de ensueño; no debía ir a abrir, el lobo que pedía permiso para entrar ya lo tenía, pero se entendía la intención de no ser invasivo.

—¡Suga-san, buenos días! —Saludó con emoción minutos después un chico de baja estatura al entrar a la cocina.

Un mechón rubio era lo que resaltaba en la mayoría de su apariencia.

—Noya, ¿No es algo temprano para que vengas aún? —Sawamura saludó a su modo, con una sonrisa y una ceja levantada en su rostro— Sabes que no necesito que me estés cuidando todo el tiempo.

Nishinoya Yū, un beta que desde el fallecimiento del Alfa líder se ofreció a cuidar del omega y los dos cachorros que este había dejado atrás con su muerte.

Que un beta se ofreciera para ser de compañía a un omega, sabiendo que no podía ni ayudarle en su celo o a calmar a los bebes con feromonas como lo haría un alfa, era extraño, pero Kōshi lo aceptó; la confianza que le tenía a ese lobo era superior a cualquier norma que se dictara.

Un omega como líder de la manada y un beta de compañía eran extraños, pero así eran los lobos de la manada del norte: Distintos.

—Y tú sabes que no me molesta venir, ustedes son mi familia —Yū sonrió— Además, no sólo vengo a verlos.

Sawamura comprendió de inmediato lo que quería decir con ello, Noya venía por dos razones:

Uno, nadie en la manada hace mejor café que Kōshi, robarle una taza de aquello no daña a nadie.

Dos, los rumores del chico pelirrojo que acompaña a Tobio a todos lados se esparcieron rápido en el pequeño pueblo. Nishinoya quería conocer al omega que recientemente había llegado a la manada con intenciones de emparejarse con aquel chico que pronto se convertiría en el Alfa líder.

—Así que ¿Shōyō Hinata?

—Tobio parece tenerle cariño.

—¡Oh! ¿¡En serio!? —El beta pareció emocionarse— ¡Debo conocer el truco de ese chico! ¡Tobio tardó bastante tiempo en tenerme confianza o incluso aprecio!

El lobo de cabello gris sonrío.

Recuerda el día en que Yū quiso presentarse a sus pequeños niños. Miwa no fue tan tímida y, guiada por la curiosidad, terminó formando un lazo bastante fuerte con el lobo del mechón rubio en poco tiempo, aceptándolo como parte de la familia, pero Tobio...Dios, Tobio fue un caso serio.

No dejaba que se le acercara, cuando Nishinoya quería hablar con él, el lobo más pequeño lo ignoraba y huía a los brazos de su madre o simplemente corría lejos de él.

No lo aceptaba; no tenía claro si realmente Noya quería tomar el lugar de su padre o ser una compañía para ellos. No le importaba lo que fuera que quisiese, él no lo aceptaría. Eso fue lo que le dijo a Kōshi un día.

Una tarde, cuando vio que su hijo estaba sentado al lado del beta con toda la tranquilidad del mundo, sintió que las palabras de Tobio habían sido borradas en un instante.

El cachorro que trajo el invierno [KageHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora